Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
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conseguir «<strong>un</strong> corazón sabio», el salmista nos enseña <strong>un</strong>a verdad <strong>de</strong> largo alcance. Pues bien,<br />
hasta los paganos entendieron esa realidad, como sugiere Kass. Tanto en la Ilíada como en la<br />
Odisea, los necios, los frívolos, los indolentes son los inmortales; en cambio, los mortales,<br />
según Homero, están llenos <strong>de</strong> entusiasmo, <strong>de</strong> pasión, <strong>de</strong> sentimiento <strong>de</strong> amistad.<br />
A continuación, Kass nos recuerda que ahora existen la belleza y el amor. Pues bien, en ese<br />
fantástico nuevo m<strong>un</strong>do no existe la belleza ni el amor real. Y eso, en sí, ya es <strong>un</strong> aviso. Por<br />
otra parte, hay que contar con lo que Kass llama «la peculiar belleza humana <strong>de</strong>l carácter»,<br />
que nos lleva a establecer <strong>un</strong>a relación entre nuestra mortalidad, por mi lado, y por otro la<br />
virtud. Vivir la vida como el don que realmente es sería más difícil, si no existiera la mortalidad.<br />
Como afirma Kass, «ser mortal significa que se pue<strong>de</strong> poner en juego la propia vida no sólo en<br />
<strong>un</strong> momento <strong>de</strong>terminado, por ejemplo, en el campo <strong>de</strong> batalla, sino también <strong>de</strong> otras muchas<br />
maneras que nos capacitan para superar nuestro apego a la supervivencia» (y yo añadiría,<br />
nuestro apego a la afirmación <strong>de</strong>l propio yo, que es <strong>un</strong>a realidad innata <strong>de</strong>l ser humano). Los<br />
inmortales, prosigue Kass, «no pue<strong>de</strong>n ser nobles». Los únicos que pue<strong>de</strong>n alcanzar la<br />
verda<strong>de</strong>ra nobleza <strong>de</strong> carácter son los que están dispuestos a entregar «el precioso tesoro,<br />
que es el tiempo <strong>de</strong> nuestras vidas, en favor <strong>de</strong> las causas más nobles y más sagradas».<br />
Sin embargo, como bien observa Leon Kass, «la capacidad <strong>de</strong> nuestro espíritu supera nuestra<br />
comprensión», por lo que tendremos que seguir buscando <strong>un</strong>a respuesta al enigma <strong>de</strong> la<br />
muerte. Una <strong>de</strong> las respuestas es el proyecto <strong>de</strong> inmortalidad. Pero, como sigue diciendo Kass,<br />
esa tarea terminará por ser inequívocamente <strong>de</strong>s-humanizadora. «Afirmar que la vida humana<br />
sería mejor si no existiera la muerte, equivale a <strong>de</strong>cir que la vida humana sería mejor si fuera<br />
<strong>un</strong>a realidad no humana». Entonces, ¿cuál es la alternativa que propone el catolicismo? La<br />
propuesta católica es la Resurrección, la vida eterna con Dios, que se nos ha hecho posible por<br />
la resurrección <strong>de</strong> Cristo.<br />
Kass sugiere que lo que realmente anhela nuestro espíritu no es la ausencia <strong>de</strong> muerte, sino<br />
«plenitud, sabiduría, bondad, santidad, es <strong>de</strong>cir, anhelos que no se pue<strong>de</strong>n satisfacer<br />
plenamente en nuestra vida terrena encarnada en el cuerpo». La fe católica enseña que esos<br />
anhelos se satisfacen precisamente en <strong>un</strong>a vida resucitada, transfigurada y transformada,<br />
como la <strong>de</strong> los santos, esos seres que viven con Dios por toda la eternidad. Ese es nuestro<br />
<strong>de</strong>stino cristiano y nuestro <strong>de</strong>stino humano. Kass lo dice exactamente así cuando, contra los<br />
partidarios <strong>de</strong> la inmortalidad, afirma que «la mera continuidad no produce plenitud». Pero la<br />
transfiguración sí pue<strong>de</strong> producirla. Y transfiguración es, precisamente, lo que nos promete la<br />
resurrección <strong>de</strong> los muertos en el Reino <strong>de</strong> Dios.<br />
Por otra parte, no existirá ese tedio que, casi con absoluta certeza, habría en «<strong>un</strong>a vida<br />
inmortal» aquí abajo. Quizá sin preten<strong>de</strong>rlo, el propio Kass da respuesta a esa cuestión cuando<br />
nos recuerda que [pue<strong>de</strong> ser que] «<strong>de</strong>terminadas activida<strong>de</strong>s… no requieran la finitud como<br />
acicate». La preg<strong>un</strong>ta por la capacidad <strong>de</strong> comprensión es <strong>un</strong>a <strong>de</strong> ellas, pues po<strong>de</strong>mos<br />
imaginar que continúe sin el estímulo <strong>de</strong> la mortalidad, pues siempre hay algo más que<br />
enten<strong>de</strong>r, o que se pueda enten<strong>de</strong>r más prof<strong>un</strong>damente. Lo mismo ocurre con el amor y la<br />
amistad, que pue<strong>de</strong>n crecer hasta el infinito. Pues eso es exactamente lo que nos aguarda en el<br />
Reino <strong>de</strong> Dios: compren<strong>de</strong>r más y más por toda la eternidad lo que significan el amor y la<br />
amistad.