Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
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Eso quiere <strong>de</strong>cir que participar en la misa, aquí y ahora, no es cuestión <strong>de</strong> mirar hacia abajo o a<br />
nuestro alre<strong>de</strong>dor, sino <strong>de</strong> mirar hacia arriba; es <strong>un</strong> gusto anticipado <strong>de</strong> lo que nos espera, por<br />
la gracia y la misericordia <strong>de</strong> Dios, para toda la eternidad. El verda<strong>de</strong>ro culto, igual que el<br />
verda<strong>de</strong>ro amor, no significa mirarse a los ojos, sino mirar j<strong>un</strong>tos, en clima <strong>de</strong> amor, al que es<br />
el Amor consumado.<br />
¿Por qué el culto es tan importante? ¿Qué creemos que significa nuestro culto? Te contaré<br />
otra historia <strong>de</strong> Greenville. Durante sus primeros meses en la parroquia <strong>de</strong> St. Mary’s, el Padre<br />
Newman solía ir a tornar café a casa <strong>de</strong> sus feligreses los l<strong>un</strong>es por la noche. Así explicaba él<br />
por qué lo hacía: «Es que yo no creo en <strong>un</strong>a liturgia <strong>de</strong> sala <strong>de</strong> estar». Pero no era cuestión <strong>de</strong><br />
gusto o <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Se trataba <strong>de</strong>l modo más correcto <strong>de</strong> dar culto a Dios, <strong>de</strong> la mejor manera<br />
<strong>de</strong> vivir a la altura <strong>de</strong> la vocación tan noble que tiene todo cristiano por el hecho <strong>de</strong> estar<br />
bautizado.<br />
La gente <strong>de</strong> St. Mary’s Greenville había aprendido por experiencia <strong>un</strong>a vieja máxima teológica<br />
que tú sin duda conoces: lex orandi lex cre<strong>de</strong>ndi, es <strong>de</strong>cir, lo que oramos es lo que creemos. Un<br />
culto <strong>de</strong>slavazado conduce inevitablemente a <strong>un</strong>a teología empobrecida. El culto como<br />
entretenimiento <strong>de</strong>svirtúa las verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>un</strong> culto auténtico. Según estudios fiables, en los<br />
últimos treinta y cinco años muchos <strong>católico</strong>s han empezado a dudar que lo que recibimos en<br />
la Eucaristía es el cuerpo y la sangre <strong>de</strong> Cristo. ¿Pue<strong>de</strong> alguien afirmar seriamente que esta<br />
erosión <strong>de</strong> la fe no tiene nada que ver con <strong>un</strong>a liturgia mortecina, en la que el centro <strong>de</strong>l culto<br />
es con <strong>de</strong>masiada frecuencia la propia com<strong>un</strong>idad o el sacerdote «presi<strong>de</strong>nte», estilo Phil<br />
Donahuc (por usar la expresión más horrorosa <strong>de</strong> la jerga litúrgica contemporánea)?<br />
Mi amigo Robert Louis Wilken, eximio investigador <strong>de</strong> la Iglesia antigua, confesó <strong>un</strong>a vez a <strong>un</strong><br />
periodista la razón por la que, a sus más <strong>de</strong> sesenta años, había abrazado la fe católica,<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> toda <strong>un</strong>a vida como fiel luterano e incluso pastor <strong>de</strong> la Confesión Luterana durante<br />
varias décadas. Para Wilken, historiador y teólogo, todo se reducía a la preg<strong>un</strong>ta sobre qué era<br />
lo que había preservado la fe a lo largo <strong>de</strong>l tiempo. ¿Qué es lo que nos mantiene en contacto y<br />
en com<strong>un</strong>ión con las raíces apostólicas <strong>de</strong> la Iglesia que explorábamos en las «excavaciones»<br />
<strong>de</strong> San Pedro, en Roma? La tradición <strong>de</strong> la Reforma, en la que Wilken había crecido, se f<strong>un</strong>daba<br />
en la convicción <strong>de</strong> que podía preservar la fe <strong>de</strong> los Apóstoles mediante <strong>un</strong>a firme adherencia<br />
a la doctrina. Contra esa postura, la tradición católica, que Wilken consi<strong>de</strong>ró más tar<strong>de</strong> como<br />
irrefutable, sostiene que lo que realmente conserva la fe es la com<strong>un</strong>idad eclesial, en la que la<br />
doctrina se entien<strong>de</strong> como lo que es, <strong>un</strong>a doctrina. Un buen ejemplo <strong>de</strong> eso es la máxima lex<br />
orandi lex cre<strong>de</strong>ndi.<br />
Durante las controversias <strong>de</strong> la Reforma y la Contrarreforma, se produjo <strong>un</strong> famoso <strong>de</strong>bate<br />
entre <strong>un</strong> teólogo luterano y san Roberto Belarmino. Tal como Wilken recordaba la historia, el<br />
luterano habría atacado la práctica católica <strong>de</strong> la reserva y adoración <strong>de</strong> la Eucaristía, que<br />
consiste en guardar el pan eucarístico en el tabernáculo ante el cual oran los fieles, sobre la<br />
base <strong>de</strong> que Cristo pretendió que la Eucaristía fuera <strong>un</strong>a realidad <strong>de</strong> uso, y no <strong>de</strong> muera<br />
reserva, cuando dijo: «Tomad y comed», no «tornad y reservad». La réplica <strong>de</strong> Belarmino fue<br />
que la Iglesia, casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más remota Antigüedad, había practicado la reserva <strong>de</strong>l<br />
sacramento, y no había ning<strong>un</strong>a razón seria para poner fin a dicha práctica. Sin embargo,<br />
Wilken admitía que, con el tiempo, el hecho <strong>de</strong> prescindir <strong>de</strong>l tabernáculo y no reservar el