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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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<strong>un</strong>a rotonda recientemente restaurada y <strong>de</strong>corada al mo<strong>de</strong>rno estilo Italiano, <strong>un</strong> tanto<br />

<strong>de</strong>lirante. Llegar a <strong>un</strong> acuerdo sobre su restauración, a pesar <strong>de</strong> la siempre presente<br />

posibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrumbe, llevó décadas <strong>de</strong> disputas entre ortodoxos, armenios y <strong>católico</strong>s. En<br />

el interior <strong>de</strong> la Edícula hay dos capillas; la primera es la Capilla <strong>de</strong>l Ángel, así llamada por<br />

referencia al personaje que en la mañana <strong>de</strong>l Domingo <strong>de</strong> Pascua se apareció a las mujeres<br />

sorprendidas por lo ocurrido (Mt 28,2-7; Mc 16,5-7). Una pequeña puerta da acceso a la<br />

seg<strong>un</strong>da capilla, adornada con mármoles y llena <strong>de</strong> can<strong>de</strong>las. El recinto es tan reducido, que<br />

sólo caben tres personas arrodilladas en su interior. Aquí, según la tradición, estuvo el cadáver<br />

<strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Viernes Santo hasta el Domingo <strong>de</strong> Pascua. Un atareado monje<br />

ortodoxo, con la mano extendida para recibir <strong>un</strong>a «ofrenda», se afana para que peregrinos y<br />

turistas entren y salgan or<strong>de</strong>nadamente. J<strong>un</strong>to al muro exterior, fuera <strong>de</strong> la Edícula, <strong>un</strong> monje<br />

copto dirige las oraciones y servicios en voz tan alta, que sorpren<strong>de</strong> a los oídos poco<br />

acostumbrados, y a veces con <strong>un</strong>os gritos que son el disfraz <strong>de</strong> <strong>un</strong>a protesta por haber<br />

excluido a los coptos <strong>de</strong> la responsabilidad por la Edícula. Pero el caso es que, si hay que<br />

lamentar la situación, los coptos tienen menos motivos que, por ejemplo, los etíopes<br />

ortodoxos, confinados a <strong>un</strong> escuálido «monasterio» situado en la azotea y con celdas <strong>de</strong> latón<br />

muy basto, que recuerdan la asfixiante oficina <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la que Alec Guinness dirigía la ingeniosa<br />

batalla contra el coronel Saito en la película El Puente sobre el río Kwai. Los domingos, si te<br />

presentas a las 6,30 <strong>de</strong> la mañana para asistir a la misa celebrada por los franciscanos en la<br />

Edícula, podrás ver cómo a las 7,30 en p<strong>un</strong>to se enrolla la alfombra católica», que está frente a<br />

la Edícula, y se <strong>de</strong>senrolla la alfombra «ortodoxa».<br />

De buenas a primeras, resulta difícil no consi<strong>de</strong>rar todo eso como <strong>un</strong> lamentable alboroto. El<br />

ruido, los olores, la paupérrima iluminación, la llamativa cúpula <strong>de</strong> la rotonda, la<br />

competitividad apenas reprimida entre las diferentes com<strong>un</strong>ida<strong>de</strong>s cristianas (cuyas relaciones<br />

obe<strong>de</strong>cen hasta hoy al statu quo impuesto por los turcos otomanos, que es lo único en que<br />

parecen estar <strong>de</strong> acuerdo las diferentes facciones) no sólo causa extrañeza, sino hasta<br />

verda<strong>de</strong>ro escándalo. ¿Es posible que los cristianos se comporten como si estuvieran en guerra<br />

civil por lo que todos coinci<strong>de</strong>n en consi<strong>de</strong>rar como los lugares más importantes <strong>de</strong> la historia<br />

humana?<br />

Pero, a pesar <strong>de</strong> todo... Se nota que, a<strong>un</strong>que es en domingo, la misa que celebran los<br />

franciscanos no es la misa normal <strong>de</strong>l domingo correspondiente, sino la <strong>de</strong>l Día <strong>de</strong> Pascua, lo<br />

cual hace que no puedas menos <strong>de</strong> <strong>un</strong>irte a la antífona latina: Haec dies quam fecit Dominus,<br />

exultemus et laetemur in ea («Este es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en<br />

él»). Y es que te das cuenta, como n<strong>un</strong>ca, <strong>de</strong> que cada domingo es Pascua, día <strong>de</strong> la<br />

Resurrección <strong>de</strong>l Señor. Terminada la misa, observas a los peregrinos en oración personal<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la duodécima estación <strong>de</strong>l viacrucis y con lágrimas que se les escapan por entre las<br />

manos mientras se cubren el rostro. Luego, se pue<strong>de</strong> besar la Roca <strong>de</strong>l Calvario, la Piedra <strong>de</strong> la<br />

Unción, e incluso el mismo Santo Sepulcro. A continuación, todos parecen transformados, los<br />

coptos con sus gritos, los etíopes con su aislamiento, los griegos ortodoxos con su insolencia,<br />

los franciscanos con su apatía. Si Dios vino a buscarnos en la historia, si el Hijo <strong>de</strong> Dios nos<br />

redimió en su propia carne, ¿tendremos que rechazar la soli<strong>de</strong>z <strong>de</strong> todo eso? Dios no lo hizo<br />

así, es verdad; y su Hijo tampoco. Ahora se entien<strong>de</strong> por qué los griegos ortodoxos han<br />

acertado al llamar ómphalos («ombligo») a <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to <strong>de</strong>l pavimento <strong>de</strong> mármol <strong>de</strong> su catedral,<br />

frente a la Edícula. Eso es el centro <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do, el centro <strong>de</strong> la Historia.

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