Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
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anglicanismo liberal; su insatisfacción con el liberalismo lo llevó al anglicanismo <strong>de</strong> la Alta<br />
Iglesia Anglicana y al movimiento Tractariano; posteriormente, su propia investigación<br />
histórica y su reflexión teológica como Tractariano le hicieron llegar a la conclusión <strong>de</strong> que la<br />
Iglesia Católica era realmente lo que pretendía ser: la concreción <strong>de</strong> la Iglesia apostólica<br />
querida por Cristo. En la mentalidad <strong>de</strong> Newman, todo eso cuadraba perfectamente. Entonces<br />
se había embarcado en <strong>un</strong> gran viaje espiritual que lo había llevado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la obstinación a la<br />
obediencia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>un</strong> escepticismo que sólo respon<strong>de</strong> a sus propios juicios hasta <strong>un</strong>a<br />
convicción <strong>de</strong> que existen verda<strong>de</strong>s que Dios ha revelado y <strong>de</strong> las que nosotros somos<br />
responsables; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la soledad (y el orgullo) <strong>de</strong> hacer cosas y alimentar creencias a mi manera<br />
hasta la convicción, a veces difícil, pero en <strong>de</strong>finitiva consoladora, <strong>de</strong> que <strong>un</strong> Dios que se ha<br />
revelado a sí mismo también ha proporcionado al m<strong>un</strong>do <strong>un</strong> instrumento en el que la verdad<br />
<strong>de</strong> esa revelación que<strong>de</strong> preservada y <strong>de</strong>fendida, o sea, la Iglesia Católica. Pero Newman no<br />
era <strong>un</strong> romántico en lo relativo a la Iglesia Católica; conocía perfectamente sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s e<br />
imperfecciones, y muchas veces tuvo que sufrir a manos <strong>de</strong> <strong>católico</strong>s incompetentes y <strong>de</strong><br />
cazadores <strong>de</strong> herejías. Pero fue capaz <strong>de</strong> leer su vida y su viaje hasta el catolicismo en los<br />
términos que él mismo mandó que se grabaran en su tumba: Ex umbris el imaginibus in<br />
veritatem («<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las sombras y las apariencias, a la verdad»).<br />
El catolicismo, insistía Newman, no es cuestión <strong>de</strong> opinión, sino <strong>de</strong> verdad. El catolicismo<br />
«liberal», como cualquier otra forma <strong>de</strong> cristianismo «liberal», era su propio peor enemigo,<br />
pensaba Newman. Una religión «liberal» no posee <strong>un</strong> freno interior, no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: «Aquí<br />
termina la opinión, y empieza la verdad». No tiene mecanismos que le impidan enredarse, que<br />
lo transformen hasta el p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> que ya no que<strong>de</strong> nada <strong>de</strong> personal. Una religión «liberal» no<br />
es capaz <strong>de</strong> distinguir entre apariencias y realidad, entre sombra y verdad <strong>de</strong> las cosas.<br />
Eso es hoy tan verda<strong>de</strong>ro como en tiempos <strong>de</strong> Newman; y formularlo es hoy tan difícil como lo<br />
era entonces; quizá., incluso más difícil.<br />
Vivimos en <strong>un</strong>a cultura saturada <strong>de</strong> lo que Newman llamaba «liberalismo», <strong>un</strong>a cultura en la<br />
que prácticamente todo lo que se pue<strong>de</strong> conce<strong>de</strong>r es la posibilidad <strong>de</strong> que exista tu verdad y<br />
mi verdad, lo que es bueno para ti y lo que es bueno para mí. Afirmar que pue<strong>de</strong> existir algo<br />
que se pueda <strong>de</strong>scribir exactamente como la verdad no sólo se consi<strong>de</strong>ra extraño, sino que,<br />
por lo general, se concibe como intolerante. En <strong>un</strong>a cultura que valora la «tolerancia» (o lo que<br />
<strong>un</strong>o se imagina que es tolerancia) por encima <strong>de</strong> todo lo <strong>de</strong>más, ser llamado «intolerante» es<br />
tan malo como serlo realmente. La vida y la obra <strong>de</strong> Newman sugieren que hay <strong>un</strong> riesgo que<br />
vale la pena correr, y que consiste en persuadirse <strong>de</strong> que tolerancia auténtica significa aceptar<br />
las diferencias con respeto y elegancia, y no en evitarlas como si todo diera igual; estar<br />
interesados en trasladarse ex umbris et imaginibus, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las sombras y las apariencias, a la<br />
luz. La vida y la obra <strong>de</strong> Newman nos recuerdan que la búsqueda <strong>de</strong> la verdad es <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las<br />
más gran<strong>de</strong>s empresas humanas, en el caso <strong>de</strong> que se entienda que la finalidad <strong>de</strong>l viaje no es<br />
el viaje en sí misino, sino la llegada a <strong>de</strong>stino. Y ese <strong>de</strong>stino es la luz.<br />
Situarse con Newman contra <strong>un</strong>a religión «liberal» consiste en no situarse contra la preg<strong>un</strong>ta,<br />
contra la prueba y contra el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> nuestra comprensión <strong>de</strong> la verdad (y <strong>de</strong> la<br />
comprensión <strong>de</strong> la Iglesia). Newman tenía mentalidad mo<strong>de</strong>rna. Conocía el escepticismo,<br />
porque había vivido en él y con él. No admitía formas <strong>de</strong> filosofía y teología católicas que