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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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i<strong>de</strong>ntificarse con estos últimos –a pesar <strong>de</strong> que el término «conservador» no tiene ningún<br />

sentido para <strong>de</strong>scribir a gente que, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> la ortodoxia explora campos<br />

fronterizos con la fe católica empleando los métodos más mo<strong>de</strong>rnos– equivale a encontrarse<br />

en la óptica <strong>de</strong> <strong>un</strong>a cultura y <strong>de</strong> <strong>un</strong> catolicismo liberal, para el que todo se pue<strong>de</strong> tolerar,<br />

menos esos odiosos conservadores (¡y mucho menos, si se trata <strong>de</strong> neo-conservadores!). Y eso<br />

pue<strong>de</strong> resultar extremadamente incómodo.<br />

Con todo, vale la pena. Al mismo tiempo, al embarcarse en la gran aventura <strong>de</strong> la ortodoxia,<br />

hay que recordar la requisitoria <strong>de</strong> Flannery O’Connor contra la pres<strong>un</strong>ción católica. Por eso,<br />

siempre hay que tener presente que hay muchos <strong>católico</strong>s que, según las categorías <strong>de</strong>l<br />

momento, se consi<strong>de</strong>ran buenos <strong>católico</strong>s liberales, igual que hay obispos que creen que la<br />

f<strong>un</strong>ción <strong>de</strong> li<strong>de</strong>razgo religioso consiste en «optar por el centro» o, como <strong>de</strong>cía <strong>un</strong> eminente<br />

prelado americano, «no per<strong>de</strong>r el contacto con los dos lados mientras se camina». Nuestra<br />

f<strong>un</strong>ción no es cuestionar el compromiso <strong>de</strong> <strong>católico</strong>s claramente comprometidos (a<strong>un</strong>que en<br />

ocasiones tengamos que estimularnos a nosotros mismos y a nuestros amigos liberales a <strong>un</strong>a<br />

fi<strong>de</strong>lidad más prof<strong>un</strong>da y a <strong>un</strong> compromiso más radical). De hecho, aquel obispo tenía las i<strong>de</strong>as<br />

claras cuando exhortaba a sus seminaristas a que estuvieran en contacto con todos los<br />

miembros <strong>de</strong> la Iglesia, y no sólo con los que comulgaban con sus propias i<strong>de</strong>as.<br />

Pero habrá que recordar, igualmente, que no es fácil separar las diferencias <strong>de</strong> <strong>un</strong>a manera tan<br />

tajante. John Henry Newman se jugó la vida al pensar que la religión liberal y la religión<br />

revelada no son dos maneras <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r <strong>un</strong>a misma realidad, sino que son dos cosas<br />

distintas. En lo que hoy se llama «catolicismo liberal» hay <strong>de</strong>masiados elementos que se<br />

parecen a lo que Newman <strong>de</strong>scribió en 1879 en su polémica contra el liberalismo. Todo se<br />

reduce a sentimiento y gusto, pero en modo alg<strong>un</strong>o es religión revelada. Y es evi<strong>de</strong>nte que no<br />

tiene futuro, como se <strong>de</strong>duce con toda claridad <strong>de</strong> la mera <strong>de</strong>mografía. Ahora bien, el<br />

problema real no es ese. Des<strong>de</strong> la perspectiva <strong>de</strong> Newman, el verda<strong>de</strong>ro problema radica en el<br />

hecho <strong>de</strong> que ese liberalismo nos priva <strong>de</strong> la satisfacción que sólo la obediencia a la fe pue<strong>de</strong><br />

proporcionarnos.<br />

Tengo que confesar que me llevó cierto tiempo aceptar esa realidad. Quizá <strong>un</strong>a breve<br />

presentación <strong>de</strong>l modo en que ocurrió todo eso pueda <strong>de</strong>spertar tu interés, consi<strong>de</strong>rándolo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> tu propia postura.<br />

Cuando en los años inmediatamente siguientes al Concilio Vaticano II yo estudiaba teología<br />

para graduados, estaba convencido <strong>de</strong> que se podía y se <strong>de</strong>bía reinventar el m<strong>un</strong>do <strong>católico</strong>.<br />

En ese clima prof<strong>un</strong>damente influido por las corrientes culturales <strong>de</strong>l momento era más bien<br />

raro encontrar la expresión «obediencia <strong>de</strong> la fe». De hecho, no <strong>de</strong>dicábamos mucho tiempo a<br />

estudiar la crítica <strong>de</strong> Newman a la «religión liberal». La doctrina se interpretaba regularmente<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la perspectiva <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>rnidad; pero la doctrina no era el baremo por el que teníamos<br />

que interpretar la mo<strong>de</strong>rnidad. Todo parecía maleable como si fuera <strong>de</strong> plástico; y a nosotros<br />

nos bastaba con la satisfacción <strong>de</strong> vivir al filo <strong>de</strong>l futuro <strong>católico</strong>.<br />

Recuerdo perfectamente <strong>un</strong>a fiesta que, en visión retrospectiva, reflejaba el clima reinante en<br />

aquella época. Uno <strong>de</strong> mis profesores, consultor teológico oficial (peritus) <strong>de</strong>l Concilio Vaticano<br />

II y cof<strong>un</strong>dador <strong>de</strong> Concilium, la revista internacional <strong>de</strong> <strong>un</strong>a teología consi<strong>de</strong>rada como<br />

«progresista», nos contaba historias <strong>de</strong>l Concilio, por ejemplo, las maquinaciones para hacerse

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