Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
lo que el propio Dios es en sí mismo: Dios, la Trinidad Santísima –Padre, Hijo y Espíritu Santo–<br />
es <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>ión <strong>de</strong> amor que se da y se recibe por toda la eternidad.<br />
Pues bien, ¿qué ocurrió? ¿Por qué Adán y Eva empezaron a sentir vergüenza <strong>de</strong> su <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z?<br />
Cuando Adán y Eva vivían su libertad como libre don <strong>de</strong> sí mismos, no sentían vergüenza; pero<br />
cuando empezaron a manipularse mutuamente se avergonzaron <strong>de</strong> sí mismos. Juan Pablo II<br />
sugiere que el «pecado original» es la eterna ten<strong>de</strong>ncia humana a ignorar la ley <strong>de</strong>l don, la ley<br />
<strong>de</strong> darse a sí mismo, la ley escrita en nuestro interior «<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio», como reza el primer<br />
versículo <strong>de</strong> la Biblia. Si Adán y Eva «pecaron», no fue porque Dios <strong>de</strong>cretara perentoriamente<br />
que «X es pecado», sino porque no fueron capaces <strong>de</strong> vivir la verdad que latía en su interior.<br />
Así nos ocurre a todos. Por eso, las historias que cuenta el libro <strong>de</strong>l Génesis sobre Adán y Eva<br />
nos enseñan <strong>un</strong>a lección espiritual y moral <strong>de</strong> primer or<strong>de</strong>n sobre nuestras vidas y nuestros<br />
amores: la felicidad humana <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> la donación <strong>de</strong> sí mismo, no <strong>de</strong> la afirmación <strong>de</strong>l<br />
proprio yo.<br />
La seg<strong>un</strong>da parte <strong>de</strong> <strong>un</strong>a «teología <strong>de</strong>l cuerpo» se basa en <strong>un</strong> texto <strong>de</strong>l Nuevo Testamento que<br />
ha traído <strong>de</strong> cabeza a infinidad <strong>de</strong> lectores durante siglos: el dicho <strong>de</strong> Jesús en el Sermón <strong>de</strong> la<br />
Montaña: «Todo el que mira a <strong>un</strong>a mujer casada excitando su <strong>de</strong>seo por ella, va ha cometido<br />
adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,27-28). ¿No es eso la exigencia <strong>de</strong> <strong>un</strong> nivel<br />
imposiblemente alto que se impone a todos, hombres y mujeres, porque la tentación no<br />
concierne exclusivamente al género masculino? Todo lo contrario. Juan Pablo II sugiere que<br />
ese texto tan enigmático es, en realidad, la clave para enten<strong>de</strong>r nuestra sexualidad <strong>de</strong> manera<br />
plenamente humanística.<br />
Recuerda que «pecado original» es corrupción <strong>de</strong> algo bueno. La donación personal se<br />
corrompe cuando se convierte en afirmación personal. Eso es lo que hace la lujuria. Pero<br />
lujuria y <strong>de</strong>seo son dos cosas distintas. Si siento verda<strong>de</strong>ra atracción hacia alguien, <strong>de</strong>seo<br />
darme a esa persona buscando sólo su bien, no el mío. Lujuria es lo contrario <strong>de</strong>l don <strong>de</strong> sí<br />
mismo; es el prurito <strong>de</strong>l placer transitorio por el uso, o el abuso, <strong>de</strong> otra persona. Si <strong>un</strong> hombre<br />
mira lujuriosamente a <strong>un</strong>a mujer, o <strong>un</strong>a mujer a <strong>un</strong> hombre, el «otro» <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser persona y se<br />
convierte en objeto <strong>de</strong> satisfacción personal. Ahí, ni se da ni se recibe; no existe com<strong>un</strong>ión<br />
recíproca.<br />
La ética sexual católica, según Juan Pablo II, libera el amor sexual <strong>de</strong> la trampa <strong>de</strong> la lujuria.<br />
Con frecuencia se acusa al catolicismo <strong>de</strong> ponerse nervioso, incluso hasta el p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> la<br />
paranoia, en la cuestión <strong>de</strong>l amor erótico. Pero la verdad es que la ética sexual católica libera<br />
el puro erotismo transformándolo en donación <strong>de</strong> sí; y eso lleva a <strong>un</strong>a relación que afirma la<br />
dignidad humana <strong>de</strong> los dos miembros <strong>de</strong> la pareja. ¿Será que el catolicismo templa el <strong>de</strong>seo?<br />
Todo lo contrario. La ética sexual católica canaliza nuestros <strong>de</strong>seos «<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el corazón», <strong>de</strong><br />
modo que conduce a <strong>un</strong>a verda<strong>de</strong>ra com<strong>un</strong>ión <strong>de</strong> personas, a <strong>un</strong> autentico dar, recibir. Y<br />
volviendo a la i<strong>de</strong>a presentada por el papa, así es como el amor sexual es imagen <strong>de</strong> Dios en sí<br />
mismo, y <strong>de</strong> la relación entre Dios y el m<strong>un</strong>do.<br />
El catolicismo no impone el «auto-control», que es categoría psicológica. La ética sexual <strong>de</strong>l<br />
catolicismo consiste en crecer hasta alcanzar el dominio <strong>de</strong> sí, que es categoría espiritual y<br />
moral, es <strong>de</strong>cir, el dominio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo, que nos permite damos al otro con la mayor intimidad,<br />
<strong>de</strong> modo que ese don reafirme al «otro» en su propia donación y aceptación. Eso es lo que, en