Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
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ateo; a<strong>un</strong>que para terminar con el nazismo y el com<strong>un</strong>ismo se ha necesitado <strong>un</strong>a Guerra<br />
M<strong>un</strong>dial y <strong>un</strong>a Guerra Fría, las dos expresiones más letales <strong>de</strong> ese credo bastardo. Pero queda<br />
el rescoldo: el positivismo que la alta cultura occi<strong>de</strong>ntal aprendió <strong>de</strong> Comte, el subjetivismo<br />
que heredó <strong>de</strong> Feuerbach, el materialismo que adoptó <strong>de</strong> Marx, la obstinación radical que<br />
asumió <strong>de</strong> Nietzsche; aparte <strong>de</strong> la teoría absurda <strong>de</strong> que la religión bíblica es para niños. Los<br />
inmaduros. Los «indigentes» psicológicos. Nuestro amigo John Henry Newman escribió <strong>un</strong>a<br />
vez que <strong>un</strong>a auténtica vida <strong>un</strong>iversitaria sería imposible sin <strong>un</strong>a teología seria, porque sin<br />
teología es imposible <strong>un</strong>a auténtica vida intelectual. Dudo mucho que vayas a encontrar esa<br />
pretensión, tomada en serio, en cualquier <strong>un</strong>iversidad <strong>de</strong> prestigio, cuyo baremo ofrece cada<br />
otoño la revista U.S. News and World Report. Por el contrario, la convicción <strong>de</strong> que la madurez<br />
humana exige «liberarse» <strong>de</strong> la religión bíblica y sus exigencias es lo que podrás encontrar hoy<br />
día en muchas <strong>un</strong>iversida<strong>de</strong>s y escuelas superiores americanas.<br />
Así están las cosas, al menos, entre los docentes. En cambio, entre los alumnos, la situación es<br />
distinta. Cada año me encuentro con miles <strong>de</strong> <strong>un</strong>iversitarios, la mayoría <strong>de</strong> los cuales ni<br />
siquiera han oído hablar <strong>de</strong> Henri <strong>de</strong> Lubac. Pero creo que simpatizarían con sus análisis, a<br />
juzgar por las conclusiones a las que han llegado por su propia cuenta. Las malas i<strong>de</strong>as tienen<br />
malas consecuencias. El humanismo ateo es <strong>un</strong>a mala i<strong>de</strong>a, y las formas más suaves <strong>de</strong> ese<br />
humanismo ateo que configuró y <strong>de</strong>sfiguró (y en ciertos casos <strong>de</strong>struyó) la vida <strong>de</strong> sus padres<br />
son i<strong>de</strong>as que hay que evitar. Hoy día, la gente <strong>joven</strong> está abierta a la religión bíblica y a sus<br />
i<strong>de</strong>as sobre la condición humana <strong>de</strong> <strong>un</strong> modo difícilmente imaginable hace veinticinco o<br />
treinta años. Ahora, son más bien los profesores los que viven anclados en el pasado.<br />
Yo pensaba en esos jóvenes, en sus interrogantes y sus perplejida<strong>de</strong>s, cuando en octubre <strong>de</strong><br />
2002 tuve que viajar a Alemania. En Colonia, frente a las oficinas <strong>de</strong> la Archidiócesis católica,<br />
hay <strong>un</strong> monumento <strong>de</strong> bronce en memoria <strong>de</strong> Edith Stein, o santa Teresa Benedicta <strong>de</strong> la Cruz,<br />
<strong>de</strong> la que ya se ha hecho mención en este libro, insigne filósofa judía y, más tar<strong>de</strong>, monja<br />
carmelita, martirizada en Auschwitz el año 1942. El monumento está formado por tres<br />
estatuas <strong>de</strong> Edith Stein, <strong>de</strong> tamaño natural. La primera es <strong>un</strong>a <strong>joven</strong> judía, marcada con la<br />
«estrella <strong>de</strong> David», que piensa en el Dios <strong>de</strong> Israel, pero que empieza a sentir cierto<br />
escepticismo con respecto a sus creencias ancestrales. La seg<strong>un</strong>da Edith Stein es la estrella<br />
naciente <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>rna filosofía alemana, con <strong>un</strong>a mirada más <strong>de</strong>cidida, pero con <strong>un</strong>a fisura<br />
en la cabeza (perfectamente tallada por el escultor). Fe y razón no han entrado aún en<br />
conflicto, como tampoco la vida <strong>de</strong> Edith. La tercera Edith Stein <strong>de</strong>l monumento es la carmelita<br />
filósofa que ha encontrado en Cristo el modo <strong>de</strong> conciliar e integrar en su vida fe y razón. Esa<br />
Edith Stein, hermana Teresa «ben<strong>de</strong>cida por la cruz», sostiene esa cruz frente a sí, cuando ya<br />
va a entrar en el camino que la llevará al don supremo <strong>de</strong> sí misma. Esta última figura<br />
representa a la Edith Stein en toda su plenitud. Y esa plenitud es lo que a mí me da la<br />
sensación <strong>de</strong> que es lo que buscan los jóvenes <strong>de</strong> hoy en <strong>un</strong>a cultura que tien<strong>de</strong> a <strong>de</strong>sviarnos<br />
<strong>de</strong> ese objetivo (como le ocurrió en <strong>un</strong> tiempo a la propia Edith Stein).<br />
La historia <strong>de</strong> Edith Stein sugiere que la alternativa al humanismo ultram<strong>un</strong>dano y el antídoto<br />
contra sus efectos letales no consiste en abandonar el gran proyecto <strong>de</strong>l humanismo<br />
occi<strong>de</strong>ntal; la alternativa es <strong>un</strong> humanismo cristiano, <strong>un</strong> humanismo asentado en las tres<br />
virtu<strong>de</strong>s teológicas fe, esperanza, amor. Esa verdad y ese amor es lo que se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> Edith<br />
Stein y la llevó a su plenitud personal. Eso es lo que buscan hoy tantos jóvenes: <strong>un</strong> humanismo