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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

-¿Y de ti, qué me cuentas? -le pregunte.<br />

-Estoy viva -respondió con indiferencia.<br />

-¿Eres feliz?<br />

-Siempre preguntas estupideces. Si quisiera ser feliz, Derfel, estaría aquí abajo contigo,<br />

amasándote el pan y lavándote las sábanas.<br />

-¿Y por qué no quieres ser feliz?<br />

Escupió en el fuego para protegerse de mi sandez.<br />

-Gundleus vive -dijo llanamente, cambiando de tema.<br />

-Prisionero en Coriníum -añadí, como si no supiera ella dónde estaba su enemigo.<br />

-He enterrado una piedra con su nombre -me dijo, y me miró con el ojo de orocuando<br />

me violó, pero me deshice <strong>del</strong> infame engendro con cornezuelo.<br />

<strong>El</strong> cornezuelo era un añublo negro que prosperaba en el centeno y que las mujeres usaban como<br />

abortivo. Merlín lo usaba también para entrar en trance y hablar con los dioses. Yo lo probé en<br />

Lunete quiso enseñar a Nimue todas sus nuevas posesiones: la trébede, el caldero y el tamiz, las<br />

joyas y la capa, las finas enaguas de lino y la jarra romana de plata bruñida con un jinete<br />

desnudo dando caza a un corzo a la altura <strong>del</strong> vientre. Nimue fingió admiración con poco arte y<br />

luego me pidió que la acompañara a Caer Cadarn, donde pasaría la noche.<br />

-Lunete es una insensata -me dijo. Ibamos por la orilla de un río que vertía sus aguas en el Cam.<br />

Bajo nuestros pies crujían hojas marrones y secas. Había helado y hacia un frío penetrante.<br />

Nimue parecía más furiosa que nunca, y más bella, por cierto. La tragedia la favorecía, lo sabia<br />

y por eso la deseaba-. Te estás haciendo famoso por méritos propio -me dijo, mirando los<br />

sencillos aros de guerrero que llevaba en la mano izquierda.<br />

No me ponía ninguno en la derecha para evitar impedimentos a la hora de empuñar la espada o<br />

la lanza, pero lucía cuatro en la izquierda.<br />

-Dan suerte -dije a titulo de explicación.<br />

-No, no dan suerte. -Levantó la mano izquierda y me enseñó la cicatriz -. Cua ndo peleas, yo<br />

peleo contigo. Vas a ser un gran guerrero, y lo vas a necesitar.<br />

-¿De verdad?<br />

Tembló. <strong>El</strong> cielo estaba gris como una espada sucia, excepto unas pinceladas de color amarillo<br />

limón que teñían el horizonte occidental. Los árboles tenían un negro invernal, la hierba<br />

aparecía sombría y oscura y el humo de las hogueras <strong>del</strong> burgo se pegaba al suelo como si<br />

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