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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

gran marea levantada por el viento que socavara los endemoniados cañaverales de Avalón<br />

La isla de Avalón, Ynys Wydryn, era un macizo de montes herbosos, todos desnudos excepto<br />

el Tor, el más abrupto y elevado. En la cima se alzaba una cresta sobre la que se asentaba la<br />

fortaleza de Merlín y, a sus pies, una serie de edificaciones menores protegidas por una<br />

empalizada que parecía precariamente colgada en lo alto de las verdes y empinadas pendientes<br />

<strong>del</strong> Tor, se escalonaban en terrazas desde los días antiguos, antes de la llegada de los romanos.<br />

Un sendero estrecho recorría las antiguas terrazas describiendo una línea sinuosa hacia la<br />

cúspide; los que visitaban el Tor en busca de salud o profecías se veían obligados a recorrerlo,<br />

anta revuelta era despistar a los espíritus que, de no ser así, llegarían a<br />

perturbar la fuerza de Merlín. Dos senderos cruzaban en línea recta las faldas <strong>del</strong> Tor; el de<br />

levante, con el puente de tierra que llevaba a Ynys Wydryn, y el de poniente, que baja ba desde<br />

la puerta de mar hasta la aldea asentada al pie <strong>del</strong> Tor, donde habitaban cazadores, pescadores,<br />

canasteros y pastores. Por esos caminos se accedía normalmente al Tor, y Morgana los<br />

mantenía limpios de malos espíritus mediante oraciones y encantamientos constantes.<br />

Morgana dedicaba una atención especial al camino occidental porque llevaba no sólo a la aldea,<br />

sino también al templo cristiano de Ynys Wydryn. <strong>El</strong> bisabuelo de Merlín había permitido que<br />

los cristianos se instalaran en la isla en tiempo de los romanos, y desde entonces nada había<br />

podido arrancarlos de allí. A los hijos <strong>del</strong> Tor nos enseñaban a arrojar piedras a los monjes y<br />

heces de bestias a las empalizadas, así como a reírnos de los peregrinos que entraban a<br />

hurtadillas por el portillo para adorar un espino que crecía junto a la impresionante iglesia de<br />

piedra construida por los romanos que aún dominaba el asentamiento cristiano. En una ocasión<br />

Merlín entronizó un espino semejante en el Tor y todos fuimos a adorarlo con cantos, danzas y<br />

reverencias. Los cristianos de la aldea dijeron que su dios nos enviaría un castigo, pero no<br />

sucedió nada. Al final quemamos nuestro espino y mezclamos las cenizas con la comida de los<br />

cerdos, pero el dios cristiano no nos hizo el menor caso. Los cristianos decían que su espino era<br />

mágico y que lo había llevado a Ynys Wydryn un extranjero que había visto al dios cristiano<br />

clavado a un árbol. Que Dios me perdone, pero en aquellos días lejanos yo me burlaba de<br />

semejantes cuentos. Entonces no lograba comprender la relación que podía existir entre un<br />

espino y la muerte de un dios, pero ahora si, aunque os aseguro que el Santo Espino, si es que<br />

aún crece en Ynys Wydryn, no es el que brotó de la vara de José de Arimatea. Lo sé porque una<br />

oscura noche de invierno Merlín me envió al pie de la ladera sur <strong>del</strong> Tor a buscar un frasco de<br />

agua limpia a la fuente sagrada y vi a los monjes cristianos arrancando un pequeño espino para<br />

sustituir el que acababa de agostarse en el recinto de la empalizada. <strong>El</strong> espino sagrado moría<br />

una y otra vez, aunque ignoro si seria por los excrementos que le lanzábamos desde fuera o por<br />

la sobrecarga de la ingente cantidad de tiras de tela que los peregrinos le ataban a las ramas.<br />

Fuera como fuese, los monjes <strong>del</strong> espino sagrado se enriquecieron a costa de las generosas<br />

ofrendas de los peregrinos.<br />

Los monjes de Ynys Wydryn recibieron encantados la noticia de que Norwenna se hallaba entre<br />

nosotros, porque les proporcionaba la excusa perfecta para subir por el empinado sendero a<br />

llevar sus oraciones al interior de la fortaleza de Merlín. La princesa Norwenna seguía siendo<br />

una cristiana enardecida de lengua afilada, a pesar <strong>del</strong> fracaso de la Virgen María para asistirla<br />

en el parto, y exigió que se franqueara la entrada a los monjes todas las mañanas. Ignoro si<br />

Merlín se lo habría consentido, aunque desde luego Nimue maldecía a Morgana por habérselo<br />

permitido, pero Merlín no se encontraba en Ynys Wydryn en aquellos días. Hacía más de un<br />

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