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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

-¡Cuán importuno eres, Derf el, rapaz! Bien, me mostraré indulgente contigo, a pesar de todo. -<br />

Soltó el manuscrito, que se enrolló solo inmediatamente, y se reclinó en los cojines húmedos y<br />

deshilachados <strong>del</strong> patrón <strong>del</strong> barco-. Sin duda sabes quién era Caleddin.<br />

-<br />

Levantó las manos con desesperación.<br />

-¿No te averguenza tamaña ignorancia, Derfel? Caleddin era el druida de los ordovicios, una<br />

tribu perversa. Motivos tengo para saberlo a ciencia cierta , pues una de mis esposas era<br />

ordovicia, y sólo con ella tuve suficiente como para doce vidas. No he de repetirlo nunca jamás.<br />

-<strong>El</strong> recuerdo le hizo estremecerse; después me miró directamente-. Fue Gundleus quien violó a<br />

-Si.<br />

No comprendí cómo podía saberlo.<br />

-¡Qué necio! ¡Qué necio! -La mala sombra de su amante parecía hacerle gracia, más que<br />

provocarle ira-. ¡Cuánto ha de sufrir ese hombre! ¿Nimue está enfadada?<br />

-<br />

-Bien, la furia es muy útil, y mi amada Nimue sabe emplearla bien. Si hay algo que no soporto<br />

de los cristianos es la admiración que les despierta la mansedumbre. ¿Puedes creer que tienen la<br />

mansedumbre por virtud? ¡La mansedumbre! ¿Te imaginas un cielo habitado sólo por mansos?<br />

a comida en tanto se cedían los platos unos a otros. De nada<br />

sirve la mansedumbre, Derfel. La cólera y el egoísmo son las cualidades que mantienen el<br />

mundo en movimiento. -Soltó una carcajada -. Bien, hablemos de Caleddin. Para ser ordivicio<br />

no era mal druida, no tan sabio como yo, claro está, pero tenía días inspirados. Por cierto,<br />

mucho me regocijó cuando intentaste matar a Lanzarote, lástima que no terminaras el trabajo.<br />

-Tan pronto como la derrota fue evidente.<br />

-Dicen los marineros que las ratas son las primeras que huyen de una nave en peligro. ¡Pobre<br />

Ban! Estaba loco, pero era un loco bueno.<br />

-¿Sabía él quién erais vos, en realidad?<br />

-Naturalmente. Habría sido una grosería inconmensurable engañar a mi anfitrión. Él no se lo<br />

dijo a nadie más, claro está, pues de otro modo sus despreciables poetas me habrían acosado<br />

con ruegos para que hiciera desaparecer sus arrugas por medio de artes mágicas. No te haces<br />

una idea de las preocupaciones que puede acarrear el saber un poco de magia. Ban sabia quién<br />

era yo, y también Caddwg, mi servidor. Nuestro querido Hywel murió, ¿no es cierto?<br />

-Si ya lo sabéis, ¿para qué preguntáis?<br />

- 210 -

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