09.05.2013 Views

El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

Señaló con la grasienta barba hacia el fondo <strong>del</strong> salón, donde había dos niños de unos nueve<br />

años acuclillados en el suelo, entre la suciedad, con sus cuencos de comida.<br />

-¿Son hijos de Arturo? -<br />

- -dijo Morfans con soma-, Amhar y Loholt se llaman, y su padre los adora.<br />

Nada es excesivo para ese par de pequeños bastardos, y nunca mejor llamados, muchacho,<br />

porque no son más que dos auténticos bastardos inútiles. Su voz se impregnó de verdadero<br />

odio-. Te lo aseguro, hijo, Arturo ap Uter es un gran hombre. Es el mejor soldado que he<br />

conocido en mi vida, pero en lo tocante a la crianza, más airosas salen las puercas.<br />

-¿ Están casados? -le pregunté, mirando a Ailleann otra vez.<br />

Morfans se echó a reír.<br />

-¡Claro que no! Pero ella le ha hecho feliz estos últimos diez años, aunque verás como llega el<br />

padre despidió a su madre. Arturo se casará con una dama de<br />

sangre real, que no será ni la mitad de amable que Ailleann, pero así deben proceder los<br />

hombres como él, han de contraer matrimonio conveniente. No como tú o como yo, muchacho;<br />

nosotros podemos casarnos con quien nos plazca, siempre que no sea de sangre real. íEscucha!<br />

Sonrió al oir el grito de una mujer en la noche, fuera <strong>del</strong> salón.<br />

Owain había salido <strong>del</strong> salón y seguramente estaba enseñando a Ladwys sus nuevas<br />

obligaciones. A Arturo le sobrecogió el grito y Ailleann, levantando la cabeza con elegancia, lo<br />

miró con el ceño fruncido, pero la única otra persona que pareció acusar la aflicción de Ladwys<br />

fue Nimue. Su rostro vendado ofrecía una expresión demacrada y triste, pero el grito la hizo<br />

sonreír por el tormento que causaría ese grito a Gundleus. <strong>El</strong> perdón no tenía cabida en ella, ni<br />

una sola gota. Ya había pedido permiso a Arturo y a Owain para matar a Gundleus con sus<br />

propias manos, pero se lo habían negado; no obstante, mientras Nimue vivie<br />

lo que era el miedo. Al día siguiente, Arturo llevó una partida de hombres a caballo hasta Ynys<br />

Wydryn y regresó esa misma tarde para informar de que la fortaleza de Merlín había sido<br />

arrasada hasta los cimientos. Trajo consigo al desgraciado Pelinor, el loco, y al indignado<br />

Druidan, que se habían refugiado en un pozo perteneciente a los monjes <strong>del</strong> Santo Espino.<br />

Arturo anunció sus intenciones de reconstruir la residencia de Merlín, aunque nadie sabía cómo<br />

y sin un ejército de peones, y nombró a Gwlyddyn real<br />

constructor de Mordred, con orden de proceder a la tala de árboles para iniciar la reconstrucción<br />

<strong>del</strong> Tor. Pelinor fue confinado en una despensa vacía de paredes de piedra aneja a la villa<br />

romana de Lindinis, que era la aldea más próxima a Caer Cadarn y el lugar donde las mujeres,<br />

los niños y los esclavos que seguían a Arturo encontraron refugio. Arturo organizó todos los<br />

trabajos. No se permitió un momento de holganza; odiaba la inactividad, y durante aquellos<br />

primeros días tras la derrota de Gundleus, trabajó desde el alba hasta entrada la noche. Pasó la<br />

mayor parte <strong>del</strong> tiempo arreglando el alojamiento de sus seguidores; hubo de alquilárseles<br />

tierras reales y agrandar casas para alojar a las familias, y todo sin ofender a los habitantes de<br />

Lindinis. Arturo se adjudicó la villa romana, que perteneciera a Uter. No había tarea que<br />

considerase trivial, incluso lo sorprendí una mañana peleándose con una plancha de plomo.<br />

-¡Ayúdame, Derfel! -me dijo. Me halagó que recordara mi nombre y me apresuré a levantar con<br />

él aquella mole de tan difícil manejo -. ¡Qué material tan raro, éste! -comentó animosamente.<br />

- 90 -

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!