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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

Ni uno solo de mis hombres trató de eludir su juramento. Algunos, unos pocos, habrían querido<br />

evitar la batalla, pero ninguno quería mostrarse débil frente a sus camaradas, de modo que<br />

emprendimos la marcha a través de los campos empapados de lluvia en medio de la noche;<br />

Arturo nos despidió y regresó al campamento donde estaban sus hombres.<br />

Nimue quiso venir con nosotros. Nos había prometido un hechizo de ocultamiento, motivo por<br />

el cual mis hombres no deseaban dejarla atrás. Llevó a cabo el hechizo antes de iniciar la<br />

marcha, con el cráneo de una oveja que encontró, a la luz de las fogatas, en una zanja próxima a<br />

nuestro campamento. Un lobo había dado buena cuenta <strong>del</strong> animal entre unos matorrales; sacó<br />

los despojos a rastras, cortó la cabeza, la limpió de gusanos y restos podridos y luego se<br />

acuclilló ocultándose con el manto y tapando también la fétida calavera. Así permaneció largo<br />

rato, aspirando el hedor de la cabeza en descomposición; después se puso en pie y dio un<br />

desdeñoso puntapié al cráneo. Vio dónde iba a parar y, tras reflexionar unos momentos, declaró<br />

que el enemigo volvería la vista a otro lado mientras nosotros avanzábamos en la oscuridad.<br />

Arturo, fascinado por la capacidad de entrega de Nimue, se estremeció al oir el veredicto y<br />

después me abrazó.<br />

-Estoy en deuda contigo, Derfel.<br />

-Nada me debéis, señor.<br />

-Una cosa al menos, sí. Te agradezco que me trajeras el mensaje de Ceinwyn. -<br />

alegrado mucho al conocer el perdón de ella, y cuando le comuniqué que de seaba acogerse a su<br />

protección, se encogió de hombros-. Nada ha de temer ella de ningún dumnonio -<br />

dio unas palmadas en el hombro-. Nos veremos de madrugada -prometió, y se quedo víendonos<br />

pasar de la luz de las fogatas a la oscuridad.<br />

Cruzamos prados de hierba y campos recién segados y no hallamos más obstáculos que el suelo<br />

empapado, la oscuridad y la lluvia torrencial. La lluvia caía desde el lado izquierdo, desde<br />

poniente, y no parecía que fuese a amainar; caía en frías gotas que se clavaban como agujas y<br />

se escurrían por el interior de nuestros justillos helándonos el cuerpo. Al principio<br />

marchábamos apelotonados, pues ninguno deseaba encontrarse solo en la oscuridad, y a pesar<br />

de que atravesábamos terreno llano, nos llamábamos constantemente unos a otros en voz baja<br />

para saber dónde estaba cada cual. Algunos se agarraban al borde <strong>del</strong> manto <strong>del</strong> compañero más<br />

próximo, pero las lanzas entrechocaban y tropezábamos unos con otros, hasta que por fin nos<br />

detuvimos y formamos en dos filas, con los escudos a la espalda y sujetando con una mano el<br />

extremo de la lanza <strong>del</strong> compañero de <strong>del</strong>ante. Cavan avanzaba en retaguardia asegurándose de<br />

que nadie quedara atrás y Nimue y yo abríamos la marcha. Me dio la mano no por cariño, sino<br />

por no quedar aislada en la oscuridad de la noche. En aquel momento Lughnasa era un sueño<br />

desaparecido, no porque se lo hubiera llevado el tiempo, sino por el rechazo total de Nimue a<br />

reconocer que habíamos yacido juntos bajo la enramada. Aquellas horas, igual que los meses<br />

transcurridos en la isla de los Muertos, habían servido a sus propósitos y, cumplidos éstos,<br />

perdieron toda relevancia.<br />

Llegamos a los árboles. Tras un momento de vacilación me lancé por un empinado terraplén<br />

lleno de barro y me vi en medio de una oscuridad ta n densa que creí que jamás lograría<br />

conducir a cincuenta hombres por tan horrendas tinieblas; pero entonces Nimue empezó a<br />

cantar suavemente, en voz baja, y el sonido actuó como un faro orientador que sacó a los<br />

hombres sanos y salvos de aquel oscuro obstáculo. Ambas cadenas de lanzas se rompieron,<br />

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