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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

en los cabellos de Owain y a gotear por la ancha espalda <strong>del</strong> guerrero para terminar diluida en<br />

la lluvia. Sus hombres enmudecieron.<br />

Arturo saltó desde la piedr a atacando de nuevo y Owain volvió a ponerse a la defensiva. Los<br />

dos jadeaban, los dos estaban salpicados de barro y sangre y demasiado cansados para seguir<br />

escupiéndose insultos. La lluvia les empapó el cabello, que les caía en largas guedejas<br />

empapadas, y Arturo siguió dando mandobles a diestra y siniestra con la misma velocidad con<br />

que abriera el combate. Tan rápido era que Owaín no atinaba sino a parar los golpes. Me acordé<br />

de la sarcástica descripción que me hiciera Owain <strong>del</strong> estilo de Arturo con la espada, cuchillada<br />

va, cuchillada viene, como el segador que se apresura antes de que llegue el mal tiempo. Una<br />

sola vez, una sola, traspasó Arturo la guardia de Owain con la espada, pero el golpe fue<br />

esquivado en parte y su ímpetu quedó, por tanto, menguado; los férreos aros de guerrero de la<br />

barba de Owain detuvieron el embate. Owain liberó la hoja y volvió a cargar contra Arturo para<br />

tirarlo al suelo bajo el peso de su cuerpo. Ambos cayeron y por un segundo pareció que Owain<br />

fuera a atrapar a Arturo, pero éste logró zafarse y ponerse de nuevo en pie.<br />

Aguardó a que Owain se levantara también. Los dos respiraban a grandes bocanadas y se<br />

quedaron mirándose unos momentos, sopesando las posibilidades, hasta que Arturo atacó otra<br />

vez. Balanceaba el arma sin parar, como al principio, y Owain paraba los ciegos golpes<br />

indefectiblemente, hasta que Arturo resbaló por segunda vez. Lanzó un grito de terror al que<br />

Owain respondió con otro de victoria, al tiempo que echaba el brazo atrás para asestarle el<br />

golpe definitivo. Entonces Owain comprobó que Arturo no había resbalado sino que lo había<br />

fingido, para que él abriera la guardia al ataque que ahora lanzaba Arturo. Fue la primera<br />

estocada <strong>del</strong> combate, y la última. Owain estaba de espaldas a mí y yo, que me tapaba los ojos<br />

en parte para no ver la muerte de Arturo, vi ante mi la brillante punta de Hywelbane asomando<br />

limpiamente por la espalda ensangrentada de Owain. La estocada de Arturo atravesó al paladín<br />

de parte a parte. Owain quedó como petrificado, sin fuerza de pronto en el brazo armado.<br />

Después, de su mano yerta, cayo la espada al barro.<br />

Arturo dejó Hywelbane un segundo, un latido de corazón, en la entrañas de Owain, y después,<br />

con un esfuerzo tremendo que requirió el empuje de todos los músculos de su cuerpo, hizo girar<br />

la hoja y la desclavó. Gritó al arrancar el acero de entre la carne de Owain, gritó cuando el filo<br />

venció la succión de los tejidos y rasgó tripas, músculos, piel y carne, y gritó una vez más al<br />

sacar la espada a la gris luz <strong>del</strong> día. Tanta fue la fuerza necesaria para arrancar el acero <strong>del</strong><br />

corpulento cuerpo de Owain que la espada siguió su despliegue en un arco extraño esparciendo<br />

sangre hasta mucho más allá <strong>del</strong> embarrado y pisoteado circulo de piedras.<br />

Mientras tanto, Owain, con expresión de incredulidad y las tripas fuera, caía al suelo.<br />

Entonces Hywelbane golpeó una sola vez el cuello <strong>del</strong> paladín.<br />

Y en Caer Cadern se hizo el silencio.<br />

Arturo se alejó <strong>del</strong> cadáver y giró en el sentido <strong>del</strong> sol mirando uno por uno los rostros de los<br />

presentes. <strong>El</strong> suyo era como de piedra, sin el menor rastro de bondad; era la cara <strong>del</strong> luchador<br />

que triunfa. Un rostro terrible, con un rictus de odio en la gran mandíbula que dejó atónitos, por<br />

el cambio que en él se operó, a aquellos de entre nosotros que sólo conocíamos a Arturo como<br />

hombre concienzudamente reflexivo.<br />

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