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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

Arturo reunió a cinco de nosotros en una caserna de soldados próxima a la muralla. La lluvia<br />

golpeaba el tejado y, debajo, un leño humeante nos proporcionaba una luz de<br />

comandante de Arturo y su brazo derecho, se hallaba sentado junto a Morfans en el pequeño<br />

banco de la cabaña. Culhwch, Galahad y yo nos acuclillamos en el suelo mientras Arturo<br />

hablaba.<br />

<strong>El</strong> príncipe Meurig, -admitió Arturo, había dicho una verdad desagradable, puesto que era él el<br />

causante de la guerra. De no haber rechazado él a Ceinwyn, no se habría producido enemistad<br />

entre Powys y Dumnonía. <strong>El</strong> país de Gwent estaba implicado en tanto que enemigo más<br />

antiguo de Powys y amigo de Dumnonía desde siempre, pero a Gwent no le interesaba<br />

continuar las hostilidades.<br />

-Si yo no hubiese venido a Britania -dijo Arturo-, el rey Tewdric no tendría que enfrentarse hoy<br />

a la violación de su tierra. Esta guerra es mía y habiéndola empezado yo, yo he de concluirla. -<br />

Hizo una pausa; la emoción lo embargaba con facilidad, y en aquel momento los sentimientos<br />

lo desbordaban-. Mañana parto hacia el valle <strong>del</strong> Lugg -dijo al fin, y por un momento espantoso<br />

creí que pensaba entregarse a la cruel venganza de Gorfyddyd, pero al punto mostró su<br />

generosa sonrisa de costumbre- y mucho me agradaría que me acompañarais, aunque bien sé<br />

que no tengo derecho a pedíroslo.<br />

Se hizo el silencio en la estancia. Me imaginé que todos pensábamos que el combate en el valle<br />

groso aun contando con los ejércitos de Gwent y de Dumnonia, pero ahora, con sólo<br />

los hombres de Dumnonia, ¿cómo podríamos vencer?<br />

-Tenéis derecho a exigir que os acompañemos dijo Culhwch rompiendo el silencio-, puesto<br />

que juramos prestaros servicio.<br />

-Quedáis libres <strong>del</strong> tal juramento -dijo Arturo-, y sólo pido que sí vivís, mantengáis mi promesa<br />

de que Mordred llegue a reinar.<br />

De nuevo se hizo el silencio. Ninguno de nosotros, según creo, vaciló en su lealtad, pero<br />

tampoco supimos expresarla hasta que Galahad tomó la palabra.<br />

-Yo no os he jurado nada pero lo hago ahora. Donde vos luchéis, señor, lucharé yo; vuestro<br />

enemigo es mí enemigo y vuestro amigo, mi amigo. Lo juro por la preciosa sangre de Cristo. -<br />

Se inclinó hacia <strong>del</strong>ante y, tomando la mano de Arturo, se la besó -. Que pierda la vida si falto a<br />

mi palabra.<br />

-Para hacer un juramento hacen falta dos hombres -intervino Culhwch-. Aunque vos me liberéis<br />

<strong>del</strong> que pronuncié en su día, yo no me libero.<br />

-Yo tampoco, señor -añadí.<br />

Sagramor nos miró con car<br />

-A vos me debo -le dijo a Arturo-, y a nadie más.<br />

-¡Al diablo con el juramento! -exclamó Morfans el feo-. Yo quiero luchar.<br />

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