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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

confeccionar semejantes cotas, y pocos también los hombres con posibilidades de pagarse una,<br />

pero la de Arturo procedía de un cacique franco al que había matado en Armórica. Además <strong>del</strong><br />

yelmo, el manto y la cota de escamas, calzaba botas de cuero y usaba guantes de piel y cinturón<br />

de cuero, <strong>del</strong> que pendía Excalibur, envainada en la funda con la cruz bordada en hilos de oro,<br />

que, según se decía, protegía a su dueño de todo mal.<br />

Deslumbrado por su aparición, se me antojó un dios blanco y resplandeciente descendido a la<br />

tierra. No podía apartar de él la mirada.<br />

Abrazó a Owain y oí reír a los dos hombres. Owain era alto, pero Arturo lo miraba a los ojos<br />

directamente, aunque no era tan robusto como el paladín, todo musculatura y corpulencia, sino<br />

<strong>del</strong>gado y fibroso. Owain palmeó a Arturo en la espalda y Arturo le devolvió el afectuoso<br />

saludo antes de encamínarse juntos, asidos por los hombros, hacia donde Ralla se encontraba<br />

con Mordred en brazos.<br />

Arturo se postró de hinojos ante su rey y, con una <strong>del</strong>icadeza sorprendente en un hombre<br />

ataviado con una rígida armadura, levantó la enguantada mano y tomó la t·nica <strong>del</strong> niño por una<br />

punta. Levantó los protectores de las mejillas <strong>del</strong> yelmo y besó la tela. Mordred reacc<br />

llantos y manotazos.<br />

Arturo se levantó y tendió los brazos a Morgana. <strong>El</strong>la era mayor que su hermano, que por<br />

entonces tenía sólo veinticinco o veintiséis años, pero cuando se dispuso a abrazarla, ella<br />

comenzó a llorar tras la máscara de oro, que chocó ligeramente con el yelmo de Arturo al<br />

acercarse uno a otro. La abrazó estrechamente y le dio unas palmadas en la espalda.<br />

-Querida Morgana -le oí decir-, querida y dulce Morgana.<br />

Nunca había sospechado la soledad de Morgana hasta que la vi llorar en brazos de su hermano.<br />

Se separó <strong>del</strong> estrecho abrazo suavemente y se llevó ambas manos a la cabeza para retirarse el<br />

yelmo plateado.<br />

-Tengo un presente para ti -le dijo a Morgana -, a menos que Hygwydd lo haya robado. ¿Dónde<br />

<strong>El</strong> criado llamado Hygwydd se a<strong>del</strong>antó presurosamente y recibió el yelmo <strong>del</strong> penacho blanco<br />

a cambio de un collar de colmillos de jabalí engarzados en oro y ensartados en una cadena de<br />

oro también, que Arturo colocó a su hermana en el cuello.<br />

-Un bello ornamento para mi encantadora hermana -dijo. Y luego quiso saber quién era Ralla, y<br />

cuando supo de la muerte de su hijo, tanto sufrimiento y comprensión se reflejaron en su rostro<br />

que Ralla comenzó a sollozar y Arturo, impulsivamente, la abrazó y a punto estuvo de aplastar<br />

al rey contra su acorazado pecho.<br />

Luego le fue presentado Gwlyddyn; le contó a Arturo que yo había dado muerte a un silurio<br />

para proteger a Mordred, y entonces fue cuando Arturo se volvió hacia mi para darme las<br />

gracias.<br />

Y por primera vez, le vi el rostro abiertamente.<br />

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