El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual
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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />
EL REY DEL INVIERNO<br />
pergamino, como de todas las demás, tres escribanos que estaban sentados a una mesa detrás<br />
<strong>del</strong> estrado. Uter reser vaba sus escasas fuerzas para el asunto mas importante <strong>del</strong> día, que fue<br />
tratado después <strong>del</strong> anochecer. <strong>El</strong> crepúsculo se presentó muy oscuro y los servidores de<br />
Tewdric llevaron doce antorchas más al salón. Además había empezado a llover copiosamente<br />
a frío en el salón, pues el agua se colaba por los resquicios <strong>del</strong> tejado y caía hasta el suelo<br />
o bajaba en regueros por las desnudas paredes de piedra. Tan repentina fue la irrupción <strong>del</strong> frío<br />
que se hizo forzoso colocar un brasero, un cuenco de hierro de cuatro pies de diámetro bien<br />
cumplidos, repleto de leños, y encenderlo a los pies <strong>del</strong> rey supremo. Los escudos reales<br />
hubieron de ser cambiados de lugar y el sitial de Tewdric corrido a un lado para que el calor<br />
alcanzara a Uter en los pies. La estancia se llenó de humo, que no tardó en arremolinarse en las<br />
sombras <strong>del</strong> techo buscando salida hacia la torrencial lluvia que caía en el exterior.<br />
Por fin Uter se puso en pie para dirigirse al <strong>Gran</strong> Consejo. Mantenía mal el equilibrio, de modo<br />
a gran lanza para osos, habló de la preocupación que sentía respecto a su<br />
reino. Dumnonia, dijo, tenía un nuevo Edling y había que agradecérselo a los dioses, pero el<br />
Edling era débil, de muy tierna edad y con un pie torcido. La confirmación de rumores tan<br />
agoreros fue acogida con murmullos, que Uter acalló enseguida levantando una mano. <strong>El</strong> humo<br />
giraba a su alrededor dándole un aspecto lúgubre, como si su alma luciera ya galas de cuerpo<br />
espectral en camino al otro mundo. Brillaba el oro en su cuello y muñecas y una fina cinta de<br />
oro, la corona <strong>del</strong> rey supremo, le ceñía las desgreñadas canas.<br />
-Soy viejo -dijo- y no viviré mucho más. -Acalló las protestas con otro débil gesto de la mano-.<br />
No digo que mí reino sea superior a ningún otro de esta tierra, pero af<br />
en poder de los sajones, caerá con ella toda Britania. Si cayera Dumnonia, perderíamos los<br />
vínculos con Armórica y con nuestros hermanos <strong>del</strong> otro lado <strong>del</strong> mar. Si Dumnonía cayera, los<br />
sajones habrían conseguido dividir la tierra br itana, y una tierra dividida no sobrevive. -Hizo<br />
una pausa y por un segundo creí que el cansancio le impediría continuar, pero entonces irguió<br />
-. ¡Debemos impedir que los sajones alcancen el río Severn! -<br />
expresó a gritos su credo, el que había albergado en su corazón durante tantos años. Mientras<br />
los britanos mantuvieran rodeados a los sajones, aún quedaban esperanzas de arrojarlos de<br />
nuevo al mar germano, mas si, por el contrario, los invasores conseguían alcanzar las costas<br />
occidentales, Dumnonia quedaría separada de Gwent y los britanos <strong>del</strong> sur de los britanos <strong>del</strong><br />
norte-. Los hombres de Gwent son nuestros mejores guerreros -afirmó en dirección a Agrícola,<br />
rindiéndole así homenaje-, pero de todos es sabido que Gwent se sustenta <strong>del</strong> pan de<br />
Dumnonia. Es necesario conservar Dumnonía o perderemos Britania. ¡Tengo un nieto y suyo es<br />
el reino! <strong>El</strong> reino será para Mordred cuando yo muera. ¡Esa es mi ley!<br />
Golpeó la plataforma con la lanza y la antigua y sólida fuerza <strong>del</strong> Pandragón dest<br />
ojos. Fueran cuales fueren las decisiones que se tomasen, el reino seguiría en manos <strong>del</strong> linaje<br />
de Uter, porque así era la ley de Uter y así lo asumieron todos los presentes. Tan sólo quedaba<br />
por decidir la forma en que habría de ser protegido<br />
ascender al trono.<br />
Y entonces comenzaron los parlamentos, aunque todos conocían de antemano el signo de las<br />
decisiones. ¿Por qué, si no, Gundleus se repantingaba en el sitial con tal petulancia? No<br />
obstante, algunos proponían otros candidatos a la mano de Norwenna. <strong>El</strong> príncipe Gereint,<br />
señor de las Piedras, que guardaba las fronteras sajonas de Dumnonía, propuso a Meurig ap<br />
Tewdric, el Edling de Gwent, pero nadie ignoraba que dicha proposición no era sino una forma<br />
de halagar a Tewdric y que jamás seria aceptada, pues Meurig sólo era un mocoso sin la menor<br />
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