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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

No tenía ganas de hablar de los tesoros de Britania, ni de los dioses ni de nada que estropeara el<br />

momento.<br />

-Pues entonces, a Kernow -cedí.<br />

-Una casa pequeña -siguió, y enumeró los enseres necesarios para una casa tal: tarros, ollas,<br />

asadores, paños de aventar, tamices, baldes de tejo, rastrillos, guadañas, huso, devanadera, red<br />

salmonera, tonel, lar, cama. ¿Habría soñado con esas cosas en la fría y húmeda cueva de la isla,<br />

encima de la gran caldera?-. Sin sajones ni cristianos. ¿Qué te parecerían las islas <strong>del</strong> mar de<br />

poniente, las que están más allá de Kernow, Lyonesse, por ejemplo? -Pronunció el sonoro<br />

nombre con dulzura-. Vivir y amar en Lyonesse -añadió, y rompió a reír.<br />

-¿De qué te ríes?<br />

Quedóse tumbada en silencio y luego encogió los hombros.<br />

-Lyonesse es para otra vida.<br />

Con esa frase tajante rompió el encanto. Al menos para mí, porque me pareció oir la risa<br />

sardónica de Merlín entre la vegetación estival, así es que dejé morir el sueño y permanecí<br />

tumbado bajo la caricia de la luz oblicua.<br />

Dos cisnes volaron hacia el norte, valle arriba, hacia la gran imagen fálica <strong>del</strong> dios Sucellos<br />

cincelada en la ladera de yeso, en el confín septentrional de la propiedad de Gyllad. Sansum<br />

había intentado destruir la imagen y Ginebra se lo impidió, mas no logró detener la<br />

construcción de una pequeña ermita al pie <strong>del</strong> monte. Mi intención era a<br />

día, no para trabajarla, sino para evitar que los cristianos sembraran hierba y destrozaran la<br />

imagen <strong>del</strong> dios.<br />

-¿Dónde está Sansum? -preguntó Nimue.<br />

Me había leído el pensamiento.<br />

-Ahora es el guardián <strong>del</strong> Santo Espino.<br />

-Así se pinche -dijo con ánimo vengativo. Deshizo el abrazo que nos unía y se sentó tapándose<br />

con la manta hasta el cuello-. ¿Y Gundleus celebra hoy su ceremonia de compromiso?<br />

-Sí.<br />

-No vivirá para disfrutar de su esposa -dijo, más por deseo que como profecía, me temo.<br />

-Sí vivirá, si Arturo no logra vencer a su ejército.<br />

Al día siguiente, las esperanzas de victoria parecían perdidas para siempre. Yo había empezado<br />

a hacer los preparativos para recoger la cosecha de Gyllad, afilando las hoces y clavando los<br />

mayales <strong>del</strong> trillo a los goznes de cuero, cuando llegó a Durnovaría un mensajero de<br />

Durocobrivis. Issa nos trajo noticias frescas de la ciudad, y eran nefastas. Aelle había roto la<br />

tregua.<br />

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