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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

-<strong>El</strong> lado norte de la ladera es demasiado escarpado para un hombre con armadura. Como<br />

maxímo enviarán a hombres de la leva, es decir, arqueros. Si puedes prescindir de unos cuantos<br />

soldados, Derfel, apóstalos convenientemente; por lo demás, ruega que Tewdric no se demore.<br />

Para lo cual -añadió dirigiéndose a Galahad-, aunque me duela pediros que os alejéis de la línea<br />

de defensa, lord príncipe, me prestaríais un valioso servicio manana si cabalgarais conmigo<br />

como enviado ante el rey Tewdric. Como príncipe que sois, habláis con autoridad, y vos mejor<br />

que cualquier otro convenceríais de que aproveche la victoria que pretendo ofrecerle mediante<br />

mi desobediencia.<br />

-Preferiría el combate, señor -replicó Galahad atribulado.<br />

-Y yo -replicó Arturo con una sonrisa- preferiría la victoria a la derrota. Por tal motivo necesito<br />

que los hombres de Tewdr ic acudan antes <strong>del</strong> final de la jornada y vos, lord príncipe, sois el<br />

mensajero más apto que podría enviar a un rey agraviado. Debéis persuadirle, halagarlo,<br />

rogarle, pero por encima de todo, lord príncipe, debéis convencerle de que mañana, o ganamos<br />

la guerra o habremos de luchar durante el resto de nuestros días.<br />

Galahad aceptó la proposición.<br />

-De todas formas, ¿cuento con vuestra venia para volver y luchar junto a Derfel tan pronto lleve<br />

el mensaje? -añadió.<br />

-Será un placer -respondió Arturo. Hizo una pausa sin apartar la vista de los montoncillos de<br />

grano-. Somos pocos –dijo simplemente -, y ellos una nutrida hueste, pero los sueños no se<br />

hacen realidad a base de cautela, sino afrontando el peligro. Tal vez mañana logremos la paz<br />

para los britanos.<br />

Calló bruscamente, sorprendido quizá por la idea de que su ambición de paz era también el<br />

sueño de Tewdric. Tal vez se preguntara si debía luchar. Recordé entonces la ocasión en que,<br />

tras su reunión con Aelle, antes de hacer el juramento al pie <strong>del</strong> roble, Ar<br />

la posibilidad de renunciar a la lucha; y casi esperaba que volviera a desnudar su alma, pero<br />

aquella noche lluviosa el caballo de la ambición tiraba con fuerza de su espíritu y no le dejaba<br />

imaginar la paz a cambio de su propia vida o <strong>del</strong> destierro. Deseaba la paz, pero sobre todo<br />

ansiaba dictaría personalmente.<br />

-Que los dioses en los que crea cada cual -dijo en voz bajaos acompañen a todos manana.<br />

Tuve que volver a caballo junto a mis hombres. Tenía prisa y me caí tres veces. Las<br />

presagios funestos, pero el suelo estaba blando a causa <strong>del</strong> barro y no me herí sino en el orgullo.<br />

Arturo me acompañó, pero detuvo mi montura cuando todavía nos hallábamos a un tiro de<br />

lanza <strong>del</strong> lugar donde ardían las bajas fogatas de mis hombre s bajo la lluvia insistente.<br />

-Lucha por mi mañana, Derfel -me dijo- y llevarás tu propia enseña y pintarás tus escudos.<br />

En esta vida o en la siguiente, pensé; pero no dije nada por no tentar a los dioses, pues al día<br />

bajo un alba gris y triste.<br />

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