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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

aunque bien la magnificaba. De todos modos, no creo que nadie haya sido capaz de leerla<br />

íntegramente. ¡Imposible! -remató con un estremecimiento.<br />

-No es de extrañar que os costara más de cinco años localizarlo -comenté, pensando en cuánta<br />

gente lo había echado de menos en ese tiempo.<br />

-Pamplinas. Hace sólo un año que supe de la existencia <strong>del</strong> manuscrito. Antes buscaba otras<br />

cosas: el cuerno de Bran Galed, el cuchillo de Laufrodedd, el tablero de juego de Gwenddolau,<br />

el anillo de <strong>El</strong>uned... Los tesoros de Britania, Derfel. -Hizo una pausa y se quedó mirando el<br />

cofre sellado; después volvió a mirarme a mí-. Esos tesoros son la clave <strong>del</strong> poder, Derfel, pero<br />

sin los secretos que contiene el manuscrito no son más que objetos inertes.<br />

Hablaba en un tono singularmente reverente, y no era de extrañar, pues se trataba de los<br />

talismanes más sagrados y misteriosos de Britania. Una noche en Benoic, tiritando en la<br />

oscuridad y oyendo a los francos entre los árboles, Galahad se había burlado de la existencia de<br />

tales tesoros, pues dudaba de que hubieran sobrevivido a los largos años de dominio romano.<br />

Sin embargo, Merlín siempre había sostenido que los druidas antiguos, al enfrentarse a la<br />

derrota, los habían escondido en lugar tan recóndito que ning·n romano los hallaría jamás.<br />

<strong>del</strong> ansiado y temido momento de ponerlos en acción otra vez.<br />

Al parecer, Caleddin había explicado en el manuscrito la forma de llevarlo a cabo.<br />

-Entonces, ¿qué es lo que nos cuenta el pergamino? -pregunté con mucho interes.<br />

-¿Cómo habría de saberlo? No me permites leerlo, siquiera. ¿Por qué no te vas a hacer algo<br />

útil? ¡Rema o haz lo que hagan los marineros cuando no se están ahogando! -<br />

llegara a la puerta -. ¡Ah! Una cosa mas -añadió, abstraído.<br />

Me volví y vi que estaba mirando atentamente las primeras lineas <strong>del</strong> pergamino.<br />

-¿Señor? -insistí.<br />

-Sólo quería darte las gracias, Derfel -dijo con displicencia-. De modo que gracias. Siempre<br />

tuve la esperanza de que algún día sirvieras para algo.<br />

Pensé en Ynys Trebes, en el fuego y en la muerte de Ban.<br />

-No he cumplido la palabra que di a Arturo -dije apesadumbrado.<br />

-Nadie cumple la palabra que da a Arturo. Espera mucho de todos. Vete, pues.<br />

Supuse que Lanzarote y su madre navegarían hacia poniente, hacia Brocelianda, para reunírse<br />

con la multitud de refugiados que los francos habían expulsado <strong>del</strong> reino de Ban; sin embargo,<br />

pusieron rumbo al norte, hacia Britania, hacia Dumnonia.<br />

Arribados a Dumnonia, se dirigieron a Durnovaria y llegaron a la ciudad dos días completos<br />

ad y yo concluyéramos la travesía. Así pues, nos perdimos su<br />

entrada, aunque nos enteramos de todo enseguida, pues en la ciudad sólo se hablaba de las<br />

admirables gestas de los fugitivos.<br />

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