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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

no arrastrarlo por el barro. Se había atado los extremos <strong>del</strong> manto a la cintura justo por encima<br />

de la vaina de la espada.<br />

-No voy a interrogarte -dijo por fin, lanzando vaho al aire de la noche -, sobre lo sucedido en los<br />

páramos porque no deseo obligar a nadie, y menos a un hombre como tú, a romper un<br />

juramento de honor.<br />

-Sí, señor -dije, y me pregunté por qué sabría que estábamos obligados por el juramento de<br />

honor hecho aquella negra noche.<br />

-Paseemos juntos. -Me sonrió y señaló con un gesto el pasadizo de la muralla-. <strong>El</strong> centinela que<br />

camina conserva el calor -dijo-. Tengo entendido que eres un buen soldado.<br />

-Lo intento, señor.<br />

-Y tengo noticia de que lo consigues. Así pues, sea enhorabuena. -Guardó silencio al cruzarnos<br />

con uno de mis camaradas, que se había acurrucado junto a la empalizada. <strong>El</strong> hombre me miró<br />

al pasar y vi en sus ojos el temor a que traicionara a la tropa de Owain. Arturo se retiró la<br />

capucha de la cara. Caminaba a pasos largos y firmes que me obligaban a apresurarme para<br />

mantenerme a su altura-. ¿En qué crees tú que consiste el deber de un soldado, Derfel? -me<br />

preguntó, con ese tono tan íntimo que te hacia sentir como si fueras lo más importante <strong>del</strong><br />

-En librar batallas, señor -<br />

-Librar batallas, Derfel -me corrigió, moviendo la cabeza negativamente-, en beneficio de<br />

quienes no pueden defenderse por si mismos. Lo aprendí en Armórica.<br />

lleno de gentes débiles, sin poder hambrientas, tristes, enfermas, pobres, y lo más fácil <strong>del</strong><br />

mundo es despreciar a los débiles, máxime sí eres soldado. Si eres guerrero y quieres poseer a<br />

la hija de un hombre, te limitas a tomarla; si quieres sus tierras, lo matas; después de todo, eres<br />

soldado, tienes lanza y espada, y él no es más que un pobre diablo con un arado roto y un buey<br />

-Era una pregunta que no esperaba respuesta y Arturo siguió<br />

andando en sile ncio. Llegamos a la puerta oriental; una nueva capa de escarcha empezaba a<br />

blanquear los escalones de leños que subían a la plataforma. Los subimos hombro con hombro-.<br />

La verdad, Derfel, es que somos soldados -dijo al alcanzar la plataforma- porque el débil nos<br />

hace soldados. Cultiva el grano que nos alimenta, curte el cuero que nos protege y desmocha<br />

los fresnos para fabricar nuestras lanzas. Merece que le ofrezcamos nuestro servicio.<br />

-Si, señor -dije, y miré con él la planicie que se extendía ante nuestros ojos.<br />

No hacía tanto frío como la noche en que Mordred naciera, pero me pareció más cruda, y el<br />

-Todas las cosas tienen una razón de ser - -, incluso ser soldado. -Me sonrió como<br />

disculpándose, aunque no tenía necesidad de hacerlo pues yo bebía sus palabras. Yo había<br />

soñado con ser soldado por el alto rango de los guerreros y porque siempre me había parecido<br />

mejor manejar la lanza que el rastrillo, pero nunca me había planteado nada más allá de tan<br />

ciones. Arturo había profundizado mucho más y traía a Dumnonía una visión<br />

clara de adónde habían de llevarle la espada y la lanza-. Tenemos la oportunidad -dijo<br />

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