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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

que Hywel, el administrador, recorría las tierras para que ninguna familia se sintiera tentada de<br />

engañar al amo en su ausencia. Gudovan y Hywel eran hom<br />

trabajadores; prueba viva, según Nimue, de que las excentricidades de Merlín terminaban<br />

donde empezaban sus rentas. Gudovan me enseñó a leer y a escribir. Yo no quería aprender<br />

semejantes artes, tan ajenas a las guerreros, pero Nimue insistió.<br />

-No tienes padre -me decía- y habrás de forjarte la vida según tus conocimientos.<br />

-Quiero ser soldado.<br />

-Lo serás -me prometió-, pero para eso primero tienes que aprender a leer y escribir-. Y era tal<br />

la autoridad que pese a su juventud ejercía sobre mí, que creí sus palabras y aprendí el oficio de<br />

secretario antes de averiguar que no era necesario para convertirse en soldado.<br />

Así pues, Gudovan me enseñó letras y Hywel, el administrador, el oficio de las armas. Me<br />

palo, el garrote de campesino, que sirve tanto para abrir cráneos<br />

como para blandirlo a modo de espada o arrojarlo cual lanza. Hywel había sido un famoso<br />

guerrero <strong>del</strong> ejército de Uter hasta que perdió una pierna a causa de un hachazo sajón; me<br />

ta que adquirí en los brazos la fuerza necesaria para esgrimir un espadón con la<br />

misma agilidad que el simple palo. Hywel me decía que muchos guerreros confiaban más en la<br />

fuerza bruta y en la bebida que en la pericia, que me enfrentaría a hombres que se tambaleaban<br />

empapados en hidromiel y cerveza y cuyo único talento consistía en propinar golpes tremendos<br />

capaces de matar a un buey, pero que un hombre sobrio que conociera los nueve golpes de la<br />

espada siempre estaría en condiciones de derrotar a semejante bruto.<br />

-Yo estaba borracho -me confesó- cuando Octha el sajón me cortó la pierna. Y ahora ¡más<br />

rápido, muchacho, más rápido! Tienes que encandilarlos con la espada. íMás rápido!<br />

Me enseñó bien, y los primeros que lo supieron fueron los hijos de los mon<br />

asentamiento más bajo de Ynys Wydryn. Sentían encono hacia los niños privilegiados <strong>del</strong> Tor<br />

porque holgábamos mientras ellos se afanaban en el trabajo y corríamos libremente mientras<br />

ellos laboraban, y para vengarse nos perseguían y nos zurraban. Un día bajé a la aldea sólo con<br />

mi palo y di una paliza a tres malditos cristianos. Siempre fui más alto de lo que correspondía a<br />

mi edad y los dioses me habían concedido la fuerza de un buey, así que a ellos atribuí la<br />

victoria, aunque Hywel me azotó porque, seg·n me dijo, los privilegiados no debían<br />

aprovecharse nunca de sus inferiores. A pesar de todo creo que le complació en gran medida,<br />

pues al día siguiente me llevó de caza y maté mi primer jabalí con una lanza de hombre. Esto<br />

neblinoso matorral, cerca <strong>del</strong> río Cam, cuando contaba doce años de edad. Hywel<br />

me untó la cara con la sangre <strong>del</strong> jabalí, me dio los colmillos <strong>del</strong> animal para que los luciera en<br />

un collar y después se llevó la presa al templo de Mitra, donde ofreció un fes<br />

guerreros viejos que adoraban a esa divinidad de los soldados. Yo no podía asistir a la fiesta<br />

pero Hywel me prometió que un día, cuando tuviera la barba crecida y hubiera matado en<br />

combate al primer sajón, me iniciaría en los misterios de Mitra.<br />

Tres años más tarde seguía soñando con matar sajones. Quizá parezca extraño que un joven<br />

sajón con el cabello <strong>del</strong> color de los sajones, profesara tan ferviente lealtad a Britania, pero es<br />

que, desde mi más tierna infancia me había criado entre britanos, y mis amigos, mis amores,<br />

mis conversaciones cotidianas, mis historias, mis enemistades y mis sueños eran enteramente<br />

britanos. Tampoco mi color natural resultaba tan ajeno. Los romanos dejaron entre los britanos<br />

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