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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

Galahad no podía dormir. La fogata ardía con llamas bajas y las estrellas brillaban intensamente<br />

sobre nuestras cabezas. Una cayó describiendo una trayectoria blanca y veloz en el cielo y<br />

Galahad se santiguó, pues era cristiano y para él la caída de una estrell<br />

-Una vez estuvo en la tierra -dijo.<br />

-¿A qué os referís? -pregunté.<br />

-Al Paraíso. -Se recostó en la hierba con la cabeza apoyada en los brazos-. <strong>El</strong> Paraíso Terrenal.<br />

-¿Os referís a Ynys Trebes?<br />

-No, no, Derfel. Me refiero a que, cuando Dios hizo al hombre, lo puso a vivir en el Paraíso, y<br />

se me ocurre que hemos ido perdiéndolo pulgada a pulgada desde entonces. Creo que harto<br />

pronto habrá desaparecido por completo. Se acerca la oscuridad. -Guardó silencio unos<br />

momentos y de pronto se sentó otra vez, recobrada la energía merced a alg·n pensamiento-.<br />

Detente a pensarlo un instante. No hace ni cien años vivíamos aquí en paz; los hombres<br />

construían grandes casas. Ahora no sabemos construirlas así. Padre ha levantado una hermosa<br />

ciuda<strong>del</strong>a, pero sólo con piezas sueltas de palacios antiguos vueltas a unir y remendadas con<br />

piedra. No sabemos construir como los romanos, no sabemos levantar altos y elegantes<br />

edificios. No sabemos hacer carreteras, canales ni acueductos. -Yo ni siquiera sabía qué era un<br />

acueducto, pero nada dije; Culhwch roncaba plácidamente a mi lado-. Los romanos<br />

construyeron ciudades enteras -prosiguió Galahad-, tan vastas que se tardaba una mañana<br />

entera en cruzarlas de lado a lado, andando siempre por calles bien empedradas y alineadas.<br />

Además, en aquellos tiempos uno podía viajar días y días sin salir de territorio romano, bajo la<br />

ley romana y hablando la lengua romana. Sin embargo ahora, fijaos. -Señaló hacia la noche-.<br />

No hay más que tinieblas, y las tinieblas avanzan, Derfel. La oscuridad se adueña ladinamente<br />

de Armórica. Desaparecerá Benoic, y después Brocelianda, y tras Brocelianda, Britania; se<br />

acabaron las leyes, los libros, la música, la justicia. Sólo quedarán hombres viles que planearán<br />

las muertes <strong>del</strong> día siguiente sentados alrededor de humeantes hogueras.<br />

-No mientras Arturo viva -dije con tozudez.<br />

-¿Un solo hombre contra la oscuridad? -preguntó Galahad con escepticismo.<br />

-¿Acaso no fue vuestro Cristo un solo hombre contra la oscuridad? -p<br />

Galahad meditó un momento, con la mirada fija en la fogata, que ensombrecía su vigoroso<br />

rostro.<br />

-Cristo -dijo al cabo- era nuestra última esperanza. Nos enseñó a amarnos unos a otros, a hacer<br />

el bien entre nosotros, a dar limosna al pobre, alime ntar al hambriento y vestir al desnudo. Por<br />

eso los hombres lo mataron. -Se volvió a mirarme- Creo que Cristo sabia lo que estaba por<br />

venir, y por eso prometió que si vivíamos conforme a sus enseñanzas nos reuniríamos con él en<br />

erra, Derfel, sino en el cielo. Allá arriba -señaló hacia las estrellas-,<br />

porque sabia que la tierra estaba condenada. Éstos son los últimos tiempos. Hasta vuestros<br />

dioses nos han abandonado. ¿No me habéis dicho vos que Merlín busca y rebusca en tierras<br />

extrañas los secretos de los dioses antiguos? ¿Y de qué servirán esos secretos? Vuestra religión<br />

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