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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

extranjeros de todas clases, como dos hermanos de los que me habló Pelinor en una ocasión y<br />

que, según él, eran negros como el carbón; siempre pensé que sus palabras eran producto de su<br />

locura embellecida por la imaginación; hasta que conocí a Sagramor, el comandante númida de<br />

Arturo.<br />

<strong>El</strong> Tor se llenó de gente con la llegada de Mordred y su madre, pues Norwenna trajo consigo no<br />

sólo a las mujeres que la atendían sino también a una tropa de guerreros cuya misión consistía<br />

en proteger la vida <strong>del</strong> Edling. Dormíamos en las cabañas de cuatro en cua tro o de cinco en<br />

cinco; sólo Nimue y Morgana tenían acceso a las estancias interiores de la fortaleza. Eran las<br />

habitaciones de Merlín y solamente Nimue podía dormir allí. Norwenna y su corte habitaban la<br />

fortaleza misma, llena siempre de humo a causa de los dos fuegos que ardían día y noche. La<br />

fortaleza se apoyaba en veinte troncos de roble y tenía las paredes de adobe revocado y la<br />

techumbre de paja. <strong>El</strong> suelo era de tierra cubierta de juncos, que a veces se incendiaban<br />

causando el consiguiente pánico, hasta que apagaban el fuego a pisotones. Las habitaciones de<br />

Merlín estaban separadas <strong>del</strong> conjunto por un tabique de adobe y escayola en el que sólo se<br />

abría un portillo de madera. Sabíamos que Merlín dormía, estudiaba y soñaba en esas estancias,<br />

que culminaban en una torre de madera construida en el punto más elevado <strong>del</strong> Tor. Lo que<br />

sucedía en el interior de la torre era un misterio para todos excepto para Merlín, Morgana y<br />

Nimue, y ninguno de ellos lo contaría jamás, aunque las gentes <strong>del</strong> campo, que veían la torre<br />

desde muchas millas de distancia, juraban que allí se almacenaban tesoros robados de los<br />

túmulos funerarios <strong>del</strong> pueblo antiguo.<br />

<strong>El</strong> jefe de la guardia de Mordred era un cristiano llamado Ligessac, un hombre alto, <strong>del</strong>gado y<br />

codicioso cuya principal habilidad era el tiro con arco. Era capaz de partir una rama a cincuenta<br />

pasos cuando estaba sobrio, cosa que raramente sucedía. Me enseñó los rudimentos de su<br />

oficio, pero enseguida se aburría de tener a un crío por compañía y prefería irse con sus<br />

hombres a jugar a las apuestas. Con todo, llegó a relatarme cómo murió realmente el príncipe<br />

Mordred y por qué, a raíz de su muerte, el rey Uter desterró a Arturo.<br />

-Arturo no fue culpable -me dijo Ligessac al tiempo que echaba un guijarro a la tabla. Todos los<br />

soldados tenían una tabla semejante, algunas eran auténticas joyas talladas en hueso- -<br />

exclamó, mientras yo aguardaba la continuación de la historia de Arturo.<br />

-Te doblo -dijo Menw, soldado de la guardia <strong>del</strong> príncipe, y echó a rodar su piedra, qu<br />

con los bordes <strong>del</strong> tablero y se detuvo en un uno.<br />

Con un dos ya habría ganado, de modo que recogió sus guijarros y soltó una blasfemia.<br />

Ligessac mandó a Menw a buscar la bolsa para pagarle la apuesta y siguió contándome que<br />

ue se encontraba en Armórica, para que le ayudara a expulsar a un gran<br />

ejército de sajones que se había adentrado mucho en nuestra tierra. Arturo acudió a la llamada<br />

con sus hombres, me dijo Ligessac, pero sin sus famosos caballos, porque habida cuenta <strong>del</strong><br />

carácter perentorio de la llamada, ni tiempo tuvieron de encontrar naves suficientes para<br />

hombres y bestias.<br />

-Pero no le hacían falta caballos -comentó Ligessac con admiración-, porque encerró a los mal<br />

nacidos sajones en el valle <strong>del</strong> Caballo Blanco. Y entonces Mordred creyó ser más artero que<br />

Arturo. Quería todos los honores para sí, ¿comprendes? -Ligessac se limpió los mocos con el<br />

puño de la camisa y echó un vistazo alrededor por si alguien escuchaba-. Mordred ya estaba<br />

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