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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

-¿Padecer derrotas? -contesté con rudeza -. Le vi abandonar Benoic, señora, pero no recuerdo<br />

que padeciera nada, como tampoco recuerdo que llevara vendaje alguno en la mano cuando<br />

partió.<br />

-No es cobarde -insistió con ardor-. Lleva la mano izquierda cargada de anillos de guerrero,<br />

lord Derf el.<br />

-¡Anillos de guerrero! -me burlé; hundí la mano en la faltriquera y saqué un buen puñado.<br />

Tenía tantos que ya ni siquiera me molestaba en hacerlos. Los tiré y se esparcieron por la hierba<br />

<strong>del</strong> huerto; los galgos se espantaron y miraron a su ama desconcertados. Ginebra se quedó<br />

-Me agrada el rey Lanzarote -dijo desafiante, advirtiéndome de que los comentarios despectivos<br />

no eran bienvenidos-. Y debemos atenderle. Arturo cree que no supimos mantenernos a la<br />

altura de las circunstancias en Benoic y que lo menos que podemos hacer es tratar a los<br />

supervivientes con honor. Deseo que te muestres amable con Lanzarote. Hazlo por mí.<br />

- -respondí dócilmente.<br />

-Es preciso procurarle una esposa rica -prosiguió Ginebra-. Necesita tierras y hombres a su<br />

servicio. En mi opinión, su llegada a nuestras costas es sumamente afortunada para Dumnonía.<br />

Necesitamos buenos soldados.<br />

-Ciertamente, señora.<br />

<strong>El</strong> sarcasmo de mi voz le arrancó media sonrisa, mas a pesar de mi hostilidad, perseveró en el<br />

verdadero motivo de la invitación a disfrutar de la frescura de su huerto privado.<br />

-<strong>El</strong> rey Lanzarote -dijo- desea ser iniciado en el culto de Mitra, y Arturo y yo no queremos que<br />

nadie se oponga.<br />

Sentí un arrebato de rabia por la ligereza con que se tomaba mí religión.<br />

- -dije con frialdad-, es una religión de hombres valerosos.<br />

-Ni siquiera a ti, Derfel Cadarn, te convienen más enemigos -replicó Ginebra con la misma voz<br />

helada, y supe que se convertiría en mi enemiga si me oponía a los deseos de Lanzarote.<br />

Sin duda, pensé, Ginebra transmitiría el mismo mensaje a cua lquier hombre que pudiera poner<br />

trabas a la iniciación de Lanzarote en los misterios de Mitra.<br />

-Nada se hará hasta el invierno -dije, evitando un compromiso firme.<br />

-De todos modos, asegúrate de que se haga -dijo, y abrió la puerta que daba al interior de la<br />

casa-. Os doy las gracias, lord Derfel.<br />

-Gracias a vos, señora -contesté, y bajando las escaleras hacia las dependencias interiores, la ira<br />

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