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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

a sus más de cien lanceros al lugar sagrado de los reyes de Dumnonia. Aunque no hubiera<br />

tenido que perseguir al pequeño rey, Gundle us habría acudido a Caer Cadarn, pues no<br />

ambicionaba otra cosa que la corona de Dumnonia, y esa corona se ceñía a las sienes de los<br />

reyes en Caer Cadarn. Quien tuviera Caer Cadarn, tendría Dumnonia, decía el antiguo dicho, y<br />

Britania.<br />

La caballería de Siluria a<strong>del</strong>antó a los lanceros. Nos daría alcance en unos minutos y yo sabia<br />

que ninguno de nosotros, ni siquiera el más veloz, alcanzaría el final de la larga cuesta hasta la<br />

fortaleza antes de que los caballos nos rodearan y nos acribillaran con afilados aceros y<br />

puntiagudas lanzas. Me acerqué a Nimue y vi su rostro demacrado y cansado, y su único ojo<br />

amoratado y lloroso.<br />

-Nimue -le dije.<br />

-No te preocupes, Derfel.<br />

Parecía molestarle mi inquietud por ella.<br />

enloquecido. De todos los que habíamos sobrevivido a aquel aciago día, era<br />

ella la que había sufrido peor experiencia; ahora se hallaba en un lugar que escapaba a mi<br />

comprensión, allí no podía acompañarla.<br />

-Te quiero, Nimue -dije, intentado llegarle al alma por la ternura.<br />

-¿A mi? ¿No a Lunete? -replicó furiosa.<br />

No me miraba a mi, sino a la fortaleza; me volví hacia la caballería que se acercaba formando<br />

en una ancha línea como cazadores aprestados para levantar corzos. Sus capas se posaban sobre<br />

la grupa de los caballos, las vainas de las espadas colgaban a lo largo de las botas y el sol se<br />

reflejaba en las puntas de las lanzas y encendía la enseña <strong>del</strong> zorro. Gundleus cabalgaba bajo la<br />

enseña, con la cabeza cubierta por su casco de hierro empenachado con una cola de zorro. A su<br />

lado cabalgaba Ladwys, con una espada en la mano, y Tanaburs, con su larga túnica<br />

golpeándole las piernas, montaba un caballo gris y avanzaba cerca <strong>del</strong> rey. Pensé que moriría el<br />

mismo día en que me había convertido en hombre. Semej<br />

- -gritó Morgana de repente -<br />

Creí que aquella orden era producto <strong>del</strong> pánico y no quise obedecer, pues me parecía más noble<br />

quedarme allí y morir como un hombre que ser cortado en dos por la espalda como un fugitivo.<br />

Después vi que me había equivocado y que Caer Cadarn no estaba desierto en absoluto; las<br />

puertas se abrieron y una riada de hombres, a pie y a caballo, se precipitó camino abajo. Los<br />

jinetes iban ataviados como los hombres de Gundleus, pero llevaban en sus escudos y armas el<br />

dragón de Mordred.<br />

Echamos a correr. Arrastré a Nimue por el brazo al tiempo que un puñado de jinetes de<br />

Dumnonia se acercaba a nosotros. Serian una docena, no muchos, pero suficientes para detener<br />

el avance de los hombres de Gundleus mientras llegaba el grueso de lanceros dumnonios.<br />

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