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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

sueño, un sueño que compartía con Merlín y al que ella jamás renunciaría aunque lo hiciera<br />

Merlín. Para Nimue no había términos medios: o todo o nada. Habría preferido ver perecer la<br />

un abismo sin dioses que ceder una pulgada ante quien debilitara la<br />

imagen que ella alimentaba de una Britania perfecta entregada a sus propios dioses britanos. En<br />

ese momento, arrodillada <strong>del</strong>ante de mí, estaba seguro de que juzgaba si yo era digno o no de<br />

formar parte de ese sueño ferviente.<br />

Tomó la decisión y se acerco mas.<br />

-Dame la mano izquierda -me dijo.<br />

La tendí hacia ella.<br />

Me la tomó con su mano izquierda y me giró la palma hacia arriba; luego pronunció un<br />

encantamiento. Reconocí algunos nombres, como Camulos, el dios de la guerra, Manawydan<br />

fab Llyr, su propio dios <strong>del</strong> mar, Agrona, la diosa de la matanza, y Aranrhod la dorada, la diosa<br />

<strong>del</strong> alba, pero casi todas las palabras me resultaban desconocidas, y las pronunciaba con un<br />

tono tan hipnótico que me sentí acunado, consolado, confiado, sin temor a lo que dijera o<br />

hiciera, hasta que de súbito me cortó la palma con el cuchillo y, sorprendido, grité. Me pidió<br />

silencio. Vi el fino corte en la palma un momento, pero enseguida empezó a brotar la sangre.<br />

Entonces se hizo ella un corte en la izquierda igual que el mio, unió ambas manos y me apretó<br />

los dedos insensibles. Bajó el cuchillo y cortó un jirón de la bata con el que envolvió<br />

fuertemente las dos manos sangrantes.<br />

-Derfel -dijo en voz baja-, mie ntras tengas la cicatriz en la mano y yo tenga la cicatriz en la<br />

mano, tú y yo somos uno, ¿de acuerdo?<br />

La miré a los ojos y supe que no se trataba de una tontería, de un juego infantil, sino que era un<br />

juramento por el que me ataba de por vida, y más allá<br />

ante lo que estaba por venir, después asentí y logré articular unas palabras.<br />

-De acuerdo -dije.<br />

-Y mientras la cicatriz perdure, Derfel -continuó-, tu vida me pertenece, y mientras perdure la<br />

mía, mi vida te pertenece a ti. ¿Lo comprendes?<br />

-Si -dije.<br />

Me dolía la mano, la notaba ardiente e hinchada, y sentía la suya pequeña y helada en aquel<br />

- -añadió -, te llamaré, y si no acudes a la llamada, la cicatriz te <strong>del</strong>atará ante los<br />

dioses como amigo infiel, traidor y enemigo.<br />

-Si -conteste.<br />

Se quedó mirándome en silencio unos segundos, luego subió al montón de pieles y cobertores y<br />

se acurrucó entre mis brazos. A pesar de la incómoda postura, pues estábamos tumbados juntos<br />

- 32 -

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