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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

presencia. Tampoco Morgana acusó su llegada y continuó sentada, inmóvil y con la espalda<br />

muy erguida. Nimue, vestida con su blanca túnica de lino y su fina correa de esclava, parecía<br />

leve y frágil entre aquellos hombres de pesadas capas y grises cabellos.<br />

<strong>El</strong> <strong>Gran</strong> Consejo se abrió, igual que todos los consejos, con una oración. De haber estado<br />

Merlín presente, habría convocado a los dioses; el obispo Bedwin, por el contrario, ofreció una<br />

plegaria al dios cristiano. Vi a Sansum sentado entre las filas de consejeros de Gwent y observé<br />

la feroz mirada de odio que clavó a las dos mujeres cuando no inclinaron la cabeza durante la<br />

oración <strong>del</strong> obispo. Sansum sabía que las mujeres habían acudido en representación de Merlín.<br />

Tras la plegaria, lanzó el reto Owain, el campeón de Dumnonia, que dos días antes había<br />

vencido a los dos mejores hombres de Te wdric. Merlín decía que era un bruto, y realmente<br />

parecía un bruto, de pie ante el rey, con las heridas de la pelea aún frescas en la cara,<br />

empuñando la espada, con una gruesa capa de lobo sobre los tensos músculos de sus enormes<br />

hombros.<br />

-¿Hay algún hombre aquí que dispute a Uter su derecho al trono? -preguntó con voz atronadora.<br />

Nadie respondió. Owain, un tanto decepcionado por no tener ocasion de matar a un adversario,<br />

envainó la espada y se sentó a disgusto entre los consejeros. Habría preferido, con diferencia,<br />

quedarse de pie entre sus guerreros.<br />

<strong>El</strong> siguiente paso fue informar de las nuevas de Britania. <strong>El</strong> obispo Bedwin, hablando en<br />

nombre <strong>del</strong> rey supremo, informó de que había cesado la amenaza sajona en el este de<br />

Dumnonia, aunque a un precio tan elevado que superaba toda consideración. <strong>El</strong> príncipe<br />

Mordred, Edling de Dumnonia y guerrero cuya fama había llegado a los confines de la tierra,<br />

había muerto en la hora de la victoria. <strong>El</strong> rostro de Uter no acusó emoción alguna al escuchar el<br />

manido relato de la muerte de su hijo. Arturo no fue nombrado, a pesar de haber sido él quien<br />

consiguiera la victoria, aun en contra de la torpeza militar de Mordred; todos los presentes lo<br />

sabían. Bedwin informó también de que los sajones derrotados habían llegado desde las tierras<br />

gobernadas en otro tiempo por la tribu catuveliana y que, si bien no habían sido expulsados <strong>del</strong><br />

antiguo territorio en su totalidad, habían aceptado pagar un tributo anual al rey supremo en oro,<br />

trigo y bueyes. Y quiera el Señor, añadió, que la paz dure.<br />

-¡Quiera el Señor -intervino el rey Tewdric- que los sajones sean expulsados de esas tierras!<br />

Los soldados, alineados al fondo y a los lados <strong>del</strong> salón, reaccionaron a estas palabras<br />

golpeando la contera de la lanza contra el suelo; al menos una agujereó los pequeños azulejos<br />

<strong>del</strong> mosaico. Los perros ladraron.<br />

Acallado el rudo aplauso, Bedwin prosiguió con calma y anunció que la paz se mantenía<br />

gracias al acertado y oportuno tratado de amistad vigente entre el rey supremo y el noble rey<br />

Tewdric. En el oeste, y aquí Bedwin hizo una pausa para dedicar una sonrisa al bello y joven<br />

príncipe Tristán, también reinaba la paz.<br />

-<strong>El</strong> reino de Kernow -manifestó Bedwin- sabe guardarse bien. Tenemos entendido que el rey<br />

Mark ha tomado nueva esposa y deseamos que, al igual que sus ilustres antecesoras, mantenga<br />

a su señor completamente ocupado. -<strong>El</strong> comentario provoco un risueño murmullo.<br />

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