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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

No acudió dios alguno, ni tampoco los hombres de Magnis. Más tarde supimos que unos<br />

cuantos voluntarios se habían puesto en camino, pero llegaron tarde.<br />

<strong>El</strong> ejército de leva de Powys permanecía en la montaña, sin atreverse a cruzar la valla de<br />

espíritus; se les habían juntado más de cien guerreros irlandeses, que empezaron a marchar<br />

hacia el sur con la intención de pasar rodeando a los espíritus vengativos de la valla. Pensé que<br />

al cabo de media hora esos Escudos Negros se unirían al ataque final de Cuneglas; entonces fui<br />

a hablar con Nimue.<br />

-Vete nadando por el río -le dije-. Sabes nadar,¿verdad?<br />

-Si tu mueres aquí, Derfel -dijo levantando la mano izquierda, la de la cicatriz -, yo también.<br />

-Tienes que...<br />

-Calla, eso es lo que tú tienes que hacer. -Se puso de puntillas y me besó en la boca-. Mata a<br />

Gundleus antes de morir, hazlo por mí -<br />

Uno de nuestros lanceros empezó a cantar la canción de muerte de Weriinna y los demás nos<br />

unimos a la lenta y triste melodía. Cavan, el manto ennegrecido de sangre, golpeaba con una<br />

piedra el encaje de la punta de la lanza para ajustarla a la vara.<br />

-Nunca pensé que terminaría así -le dije.<br />

-Ni yo, señor -me contestó, levantando la mirada.<br />

Hasta la cola de lobo tenía empapa da de sangre, y el yelmo hendido. Un vendaje de trapo le<br />

envolvía el muslo izquierdo.<br />

-Creí que tenía buena suerte -dije-, siempre lo creí, aunque eso debemos de creerlo todos.<br />

-No todos, señor, pero si los mejores jefes.<br />

Se lo agradecí con una sonrisa.<br />

-Me habría gustado ver el sueño de Arturo hecho realidad -añadí.<br />

-Los guerreros nos quedaríamos sin ocupación, si así fuera -replicó Cavan, adusto como de<br />

costumbre-. Todos seríamos administradores o campesinos. Tal vez sea mejor como es. Un<br />

ate y... al otro mundo, a servir a Mitra. Allí lo pasaremos bien, señor. Mujeres de<br />

carnes generosas, buenas peleas, hidromiel fuerte y oro para siempre.<br />

-Me alegraré de tenerte allí por compañero -le dije, aunque no sentía el menor atisbo de alegría.<br />

No quería irme al otro mundo todavía, no mientras Ceinwyn viviera aun en éste. Apreté la<br />

armadura contra el pecho a la altura <strong>del</strong> broche hasta que lo noté y pensé en el <strong>del</strong>irio que nunca<br />

seria posible. Pronuncié su nombre en voz alta y Canvan me miró confuso. Estaba enamorado y<br />

moriría sin siquiera haber tomado la mano de mi amada y sin volver a ver su rostro.<br />

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