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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

Arturo no respondió. Permaneció sentado con las manos en el borde de la mesa y la cabeza<br />

gacha, mirando al suelo. Sabía que yo tenía razón, de la misma forma que yo sabía que sólo él,<br />

de entre todos los señores de la guerra britanos, luchaba por Mordred. Los demás reinos no<br />

pretendían sino colocar en el trono de Dumnonía a uno de los suyos, y Ginebra en particular<br />

deseaba ver a Arturo en el codiciado trono.<br />

-¿Acaso Ginebra...? -dijo mirándome.<br />

-Sí -le interrumpí secamente, suponiendo que se refería a la ambición de Ginebra de coronarlo a<br />

él rey de Dumnonia; pero en realidad él pensaba en otra cosa muy distinta.<br />

Se bajó de la mesa y empezó a dar cortos paseos de acá para allá.<br />

-Comprendo tus sentimientos hacia Lanzarote -dijo, y me tomó por sorpresa-, pero considera lo<br />

que voy a decirte. Supón que hubieras sido rey de Benoic y que hubieras confiado en mi para<br />

salvar tu reino; sabes bien que yo había jurado defenderlo, y supón que yo no cumpliera mi<br />

palabra y Benoic quedara destruida. ¿Acaso no te invadiría la amargura? ¿No desconfiarías de<br />

todo y de todos? <strong>El</strong> rey Lanzarote ha sufrido grandemente, ¡y yo podía haberlo evitado! Quiero,<br />

si es que lo consigo, resarcírle de sus pérdidas. No puedo devolverle Benoic, pero tal vez podría<br />

entregarle otro reino.<br />

-¿Cuál?<br />

Sonrío con malicia. Tenía un plan trazado de principio a fin y disfrutaba sobremanera<br />

revelándomelo.<br />

-Siluria -prosiguió -. Supongamos que derrotamos a Gorfyddyd y, con él, a Gundleus. Gundleus<br />

no tiene heredero, Derfel, de modo que si matamos a Gorfyddyd, queda un trono vacante.<br />

Nosotros tenemos un rey sin trono y ellos tienen un trono sin rey. Y lo que es mejor, ¡nuestro<br />

rey no está casado! Si ofrecemos a Lanzarote como esposo de Ceinwyn, Gorfyddyd tendrá una<br />

hija reina y nosotros, un amigo en el trono. ¡La paz, Derfel! -Hablaba con el mismo entusiasmo<br />

de antaño, construyendo con palabras una visión maravillosa-. ¡La alianza! <strong>El</strong> matrimonio de<br />

unión que no llegué a hacer, pero que sería posible ahora. ¡Lanzarote y Ceinwyn! Para<br />

conseguirlo tan sólo hemos de matar a un hombre, a uno sólo.<br />

Uno y todos los que hubieran de morir en la batalla, pensé, aunque no dije nada. Nos llegó el<br />

retumbar de un trueno desde el norte. Pensé que el dios Taranis nos vigilaba y deseé que se<br />

pusiera de nuestra parte. <strong>El</strong> cielo que asomaba por las diminutas ventanas era negro como la<br />

noche.<br />

-¿Qué opinas? -me preguntó Arturo.<br />

No había contestado porque la boda entre Ceinwyn y Lanzarote me parecía un pensamiento tan<br />

amargo que no me fiaba de mi propio criterio, y hube de obligarme a decir algo apropiado.<br />

-Antes tenemos que comprar a los sajones y vencer a Gorfyddyd -dije agriamente.<br />

-¿Y en caso de conseguirlo? -insistió con impaciencia, como sí mis objeciones fueran<br />

obstáculos sin importancia.<br />

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