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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

-Quédate con estos tesoros -le dijo, señalando la mísera colección de objetos desparramada por<br />

el suelo- para dar de comer a tu mísera casa durante el invierno, obispo. Y conserva la torques<br />

como recordatorio de que tu cuello está en mis manos.<br />

Se dirigió hacia la puerta.<br />

- - -. Os ruego que...<br />

-Ruega -interrumpióle Nimue al tiempo que se descubría la cabeza-. Ruega, perro. -Se giró<br />

hacia el crucifijo y escupió; escupió también en el suelo y luego en dirección a Sansum-.<br />

Ruega, basura -remato.<br />

-¡Dios nos asista! -Sansum palideció al ver al enemigo. Retrocedió santiguándose dos veces.<br />

Durante un momento pareció que el terror lo privara hasta <strong>del</strong> habla. Debía de dar a Nimue por<br />

perdida para siempre en la isla de los Muertos, pero ahí la tenía, escupiendo triunfante.<br />

Santiguóse una vez más y dirigióse a Arturo-. ¡Osáis traer a una bruja a la casa de Dios! -<br />

exclamó a voz en grito-. ¡Sacrilegio! ¡Dulce Jes·s mio! Cayó de rodillas y levantó los ojos<br />

hacia las vigas-. ¡Enviadnos fuego desde el cielo! ¡Enviadnos el fuego divino en este momento!<br />

Arturo no le prestó la menor atención y salió bajo la lluvia torrencial que empapaba las cintas<br />

votivas colgadas <strong>del</strong> Santo Espino.<br />

-Di al resto de los lanceros que entren -ordenó Arturo a Issa.<br />

Mis hombres, apostados en el exterior en previsión de que Sansum tratara de esc<br />

tesoro fuera de la muralla, entraron y apartaron a los desesperados monjes <strong>del</strong> montículo de<br />

piedras donde escondían su tesoro. Algunos cayeron de rodillas al suelo al ver a Nimue, pues la<br />

Sansum salió corriendo de la iglesia, se arrojó sobre las piedras y declaró trágicamente que<br />

defendería el dinero de Dios con su vida. Arturo movió la cabeza abatido.<br />

-¿Seguro que estáis dispuesto a realizar tamaño sacrificio, lord obispo?<br />

-¡Dulce Jesús mio! - -. ¡Ante vos se presenta vuestro siervo, sacrificado por<br />

hombres perversos y por una inmunda bruja! Tan sólo obedecí vuestra palabra. Acogedme,<br />

Señor. ¡Acoged a vuestro humilde siervo! -Después lanzó un grito creyendo que iba a morir,<br />

pero eran sólo las manos de Issa que, agarrándolo por el pescuezo y por las faldas de la sotana<br />

se lo llevó con cuidado hasta el estanque, donde lo dejó caer en las aguas lodosas y poco<br />

profundas-. ¡Me ahogo, Señor! –gritó aun-. ¡Arrojado a las procelosas aguas como Jonás en el<br />

océano! ¡Soy mártir por Cristo! ¡Sufro martirio como Pablo y Pedro, Señor voy hacia vos!<br />

Surgieron unas burbujas a modo de punto final, pero ninguno de los que acompañaban a su dios<br />

dio señales de vida, y poco a poco salió por sus propios medios de las cenagosas aguas y<br />

escupir a mis hombres, que retiraban afanosamente las piedras <strong>del</strong> montículo.<br />

Bajo las piedras había una trampilla de tablones, y al levantarla descubrimos una cisterna de<br />

piedra rebosante de sacas de cuero que contenían oro. Gruesas monedas, cadenas, esta tuas,<br />

torques, broches, brazaletes, alfileres, todo de oro, riquezas aportadas por centenares de<br />

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