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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

Owain se movía despacio. Apartó la mirada de los ojos de Wlenca un breve instante, el<br />

imprescindible para apoyar la punta de la lanza sobre la señal de sangre <strong>del</strong> estómago <strong>del</strong><br />

muchacho, y luego volvió a clavar los ojos en los <strong>del</strong> cautivo. Ninguno hizo el menor gesto.<br />

Los ojos de Wlenca derramaron lágrimas, el chico sacudió la cabeza levemente en una muda<br />

súplica de piedad que Owain desoyó punto por punto. Esperó a que Wlenca dejara de moverse.<br />

La punta de la lanza descansaba sobre la señal de sangre y ninguno de los dos se movía. <strong>El</strong><br />

viento les agitaba los cabellos y levantaba las h·medas capas de los espectadores.<br />

Owain hincó la lanza con un empujón seco que la clavó profundamente en el cuerpo de<br />

evo y retrocedió corriendo; atrás quedaba el sajón solo, sangrando<br />

Wlenca gritó. La herida era terrible, infligida con premeditación para causar una muerte<br />

enloquecedoramente lenta y dolorosa, pero gracias a tamaño trance agónico, un adivino experto<br />

como Balise o Morgana entrevería el futuro <strong>del</strong> reino. Balise salió de su letargo y observó el<br />

tambaleo <strong>del</strong> sajón, que se aferraba el estómago con una mano, doblándose para mitigar el<br />

insoportable dolor. Nimue estiraba el cuello hacia <strong>del</strong>ante con impaciencia, pues era la primera<br />

vez que asistía a la celebración de la más poderosa ceremonia de adivinación y quería aprender<br />

sus secretos. Confieso que me estremecí, y no por miedo sino porque Wlenca me caía en gracia<br />

jos azules algo parecido a lo que debía de ser yo mismo; me<br />

consolé pensando que, mediante el sacrificio, le sería reservado en el otro mundo un lugar entre<br />

los guerreros y allí volveríamos a encontrarnos algún día.<br />

Los gritos de Wlenca se redujeron a un jadeo desesperado. Se puso amarillo, temblaba, pero<br />

seguía en pie, tambaleándose en dirección a levante. Llegó a las piedras <strong>del</strong> círculo y, por un<br />

instante, pareció que iba a derrumbarse, pero un espasmo de dolor le obligó a arquear la espalda<br />

e nuevo hacia <strong>del</strong>ante. Giró en un círculo salvaje, escupiendo sangre, y dio unos<br />

pasos hacia el norte. Y entonces, por fin, cayó. Agonizaba a borbotones; Balise y Morgana<br />

interpretaban cada uno de los espasmos. Morgana se aproximó para observar más de cerca los<br />

estertores, contracciones y retorcimientos. Las piernas <strong>del</strong> muchacho temblaron durante unos<br />

segundos, después se le salieron las tripas, echó la cabeza hacia atrás y un sonido ronco de<br />

asfixia le salió de la garganta. <strong>El</strong> sajón murió con un gran borbo<br />

los pies de Morgana.<br />

Por la actitud de Morgana colegimos que el augurio no era bueno y su mal humor se extendió a<br />

todos los que esperábamos el oráculo. Morgana retrocedió hasta Balise, se agachó a su lado y el<br />

anciano estalló en una especie de carcajada estentórea e irreverente. Nimue se acercó a observar<br />

el rastro de sangre y luego el cuerpo; después se unió a Morgana y a Balise mientras los demás<br />

aguardábamos. Y seguimos aguardando.<br />

Por fin, Morgana volvió a acercarse al cadáver. Dirigió sus palabras a Owain, el paladín <strong>del</strong> rey,<br />

que permanecía junto al pequeño monarca; los demás estiramos el cuello para oírla.<br />

-<strong>El</strong> rey Mordred -dijo Morgana- tendrá larga vida. Conducirá a sus guerreros a la batalla y<br />

conocerá la victoria.<br />

La multitud suspiró aliviada. Podía considerarse favorable el augurio, aunque creo que todos<br />

sabían las palabras que no fueron pronunciadas y algunos recordaban que, en la aclamación de<br />

Uter, el rastro de sangre y los estertores de agonía de la víctima predijeron con toda exactitud<br />

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