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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

-¡No es justo! -exclamó. Bajó de un salto <strong>del</strong> alféizar y paseó de un lado a otro por la reducida<br />

estancia-. Nadie merece que su vida sea relatada por un enemigo. ¡Imaginaos que Nwylle<br />

-¿Quién es Nwylle?<br />

-N -dijo frunciendo el ceño, y supuse que era la amante de su marido-. No es justo<br />

-insistió-, porque de todos es sabido que Lanzarote era el más grande entre los guerreros de<br />

Arturo. ¡Lo sabe el mundo entero!<br />

-Yo no.<br />

-¡Pero debió de ser valiente!<br />

Me quedé mirando por la ventana, tratando de pensar con ecuanimidad para encontrar algo<br />

bueno que decir de mi peor enemigo.<br />

-Podía haber sido valiente -afirmé-, pero prefirió no serlo. Luchaba en ocasiones, aunque solía<br />

evitar la batalla porque temía que las cicatrices le deformaran el rostro, ¿comprendéis? Era<br />

vanidoso, coleccionaba espejos romanos. La estancia de los espejos <strong>del</strong> palacio de Benoic era la<br />

habitación de Lanzarote. Allí se sentaba a admirar su propia imagen repetida en todas las<br />

paredes.<br />

-Creo que lo hacéis parecer peor de lo que era protestó Ygraine.<br />

-Pues creo que aún era peor -repuse. No me gusta escribir acerca de Lanzarote; su recuerdo es<br />

como una mancha en mi vida -. Por encima de todo -proseguí- era deshonesto. Mentía<br />

intencionadamente a fin de esconder la verdad sobre si mismo, pero cuando le convenía<br />

también sabia hacerse agradable a la gente. Habría sido capaz de seducir a un pez, querida<br />

Arrugó la nariz descontenta con mis palabras. Sin duda, cuando Dafydd ap Gruffud traduzca<br />

estas palabras, dará esplendor a la memoria de Lanzarote tal como a él le habría agradado.<br />

¡Lanzarote el magnifico! ¡Lanzarote el honesto! ¡Lanzarote el bello, el bailarin, el sonriente, el<br />

ingenioso, el elegante! Era el rey sin tierra y el señor de la mentira, pero si Ygraine se sale con<br />

la suya, su recuerdo perdurará en el tiempo como parangón de los guerreros reales.<br />

Asomóse Ygraine a la ventana en el momento en que Sansum expulsaba a un grupo de leprosos<br />

de la puerta de entrada. Arrojábales el santo varón puñados de tierra diciéndoles a gritos que se<br />

fueran al diablo, al tiempo que exhortaba a los hermanos a que le secundaran. <strong>El</strong> novicio<br />

Tudwal, que de día en día se muestra más rudo con el resto de la comunidad, bailoteaba junto a<br />

su maestro animándole. Los guardias de Ygraine, que holgazaneaban como de costumbre a la<br />

puerta de la cocina, acudieron por fin con las lanzas a librar al monasterio de mendigos<br />

enfermos.<br />

-¿En verdad deseaba Sansum sacrificar a Arturo? preguntó Ygraine.<br />

-<br />

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