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El Rey del Invierno. - Gran Fratervidad Tao Gnóstica Espiritual

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CORNWELL, BERNARD CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA, vol 1<br />

EL REY DEL INVIERNO<br />

suficiente para convencer a Aelle de que vuelva a la guerra. Nosotros no podemos pagar más a<br />

los sajones, no nos queda nada, el tesoro está vacío. ¿Quién va a<br />

moribundo? Y tampoco podemos destinar lanceros a recoger los impuestos.<br />

-Allí hay mucho oro -dije, señalando con la cabeza hacia el salón, donde el jolgorio iba en<br />

aumento-. Lunete llevaba mucho encima -añadí con resentimiento.<br />

-Las damas de la princesa Ginebra -comentó Bedwin amargamente- no están obligadas a<br />

contribuir a la guerra con sus joyas. Y aunque lo hicieran, dudo de que hubiera suficiente para<br />

sobornar otra vez a Aelle. Si en verdad nos ataca en otoño, Derfel, todos aquellos que desean la<br />

vida de Arturo no la pedirán en susurros, sino que vociferarán su demanda desde las murallas.<br />

Claro que Arturo podría marcharse, sencillamente. Podría volver a Brocelianda, supongo;<br />

Gorfyddyd se ocuparía entonces de Mordred y quedaríamos reducidos a la condición de reino<br />

vasallo bajo el poder de Powys.<br />

Yo caminaba en silencio. No tenía idea de que la situación fuera tan desesperada. Bedwin<br />

-Así que, amigo mío, parece que has salido <strong>del</strong> fuego para caer en las br<br />

tu espada, Derfel, y descuida que será pronto.<br />

-Me gustaría ir a visitar Ynys Wydryn -dije.<br />

-¿Para reencontrarte con Merlín?<br />

-No, con Nimue.<br />

Bedwin se detuvo en seco.<br />

-¿Es que no te lo han dicho?<br />

Algo frío me rozó el corazón.<br />

-No me han contado nada; creí que estaría aquí, en Durnovaría.<br />

-Estuvo aquí, sí. La princesa Ginebra mandó a buscarla. Mucho me sorprendió que acudiera,<br />

pero acudió. Debes comprender, Derfel, que Ginebra y el obispo Sansum... ¿te acuerdas de él?<br />

No podrías olvidarlo, seguro...; en fin, Ginebra y Sansum no se entienden. Nimue fue el arma<br />

de Ginebra. Dios sabrá qué esperaría la reina de ella, pero Sansum no esperó a averiguarlo;<br />

empezó a predicar contra ella acusándola de bruja. Me temo que algunos de mis cristianos no<br />

practican la caridad, y Sansum decía que debía morir lapidada.<br />

-¡No! -exclamé horrorizado.<br />

- -Levantó una mano para calmarme-. <strong>El</strong>la también luchó, trajo paganos de los pueblos<br />

a la ciudad. Saquearon la iglesia de Sansum, se produjeron disturbios y murieron doce<br />

personas, aunque ni ella ni Sansum sufrieron daño alguno. La guardia <strong>del</strong> rey temió que fuera<br />

un ataque a Mordred. No lo era, claro está, pero eso no impidió que echaran mano a las lanzas.<br />

Después, Nabur, el magistrado responsa ble <strong>del</strong> rey, tomó presa a Nimue y la declaró culpable<br />

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