Descargar PDF - Instituto de Estudios Peruanos
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156 L. HURTADO<br />
2000. En esa última legislatura, por primera vez la mesa directiva<br />
estuvo conformada en su totalidad por mujeres: Martha Hil<strong>de</strong>brandt,<br />
Luz Salgado, Martha Chávez y María Jesús Espinoza, todas ellas <strong>de</strong>fensoras<br />
acérrimas <strong>de</strong>l régimen.<br />
A pesar <strong>de</strong> lo significativo que podrían haber sido los avances que<br />
se produjeron durante ese período, a nivel simbólico tal participación<br />
femenina implicó un retroceso por el papel que <strong>de</strong>sarrollaron las<br />
mujeres más cercanas al régimen, como Martha Chávez, Martha<br />
Hil<strong>de</strong>brandt o María Luisa Cuculiza, quienes contribuyeron a reforzar<br />
un tipo <strong>de</strong> patriarcalismo bastante tradicional en el cual las mujeres se<br />
liberan, pero sólo para ayudar al patriarca a ejercer un mejor control<br />
sobre los <strong>de</strong>más. En otras palabras, se produjo una incorporación <strong>de</strong><br />
las mujeres en la política, pero negociada en los términos <strong>de</strong>l patriarca<br />
(Degregori 2000: 185-189).<br />
Por otro lado, este mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> mujer con po<strong>de</strong>r, altos niveles <strong>de</strong><br />
participación política, educación y posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión, no es<br />
aplicable a todas las mujeres <strong>de</strong>l país, especialmente a las <strong>de</strong> las zonas<br />
más rurales. Si bien es cierto que en las últimas décadas los campesinos<br />
y en general los pobladores <strong>de</strong> las áreas rurales ganaron <strong>de</strong>rechos<br />
ciudadanos y consiguieron ser reconocidos como portadores <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos<br />
políticos, para las mujeres rurales las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> participación<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cosa pública en realidad han sido mínimas. Sus<br />
reducidas posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> participación se <strong>de</strong>ben a una serie <strong>de</strong> factores<br />
culturales, económicos y sociales, entre los que se cuentan su<br />
limitada competencia lingüística en relación con los varones (Lapiedra<br />
1985; Harvey 1989); sus menores niveles educativos (An<strong>de</strong>rson 1993);<br />
algunos sentidos comunes que las tipifican como débiles y vulnerables<br />
(Harris 1985); la baja remuneración <strong>de</strong> su trabajo por la influencia <strong>de</strong>l<br />
mercado y el que, en ocasiones, dicho trabajo no sea consi<strong>de</strong>rado como<br />
tal porque no implica el mismo <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> fuerza física que el<br />
trabajo masculino (De la Ca<strong>de</strong>na 1985; 1997).<br />
Los argumentos anteriores se han empleado para <strong>de</strong>scalificar a las<br />
mujeres rurales y justificar su aparente inferioridad frente a los hombres,<br />
perpetuando así el círculo vicioso <strong>de</strong> mujer-india-iletrada-atrasada-subordinada.<br />
4 Constatamos, entonces, que el género, enlazado a<br />
_________________<br />
4. Llama la atención la similitud entre estos argumentos y los que explican la<br />
división entre mestizos e indios ya que en ambos casos se resalta la falta <strong>de</strong><br />
educación formal, la limitación <strong>de</strong> ser monolingües en quechua, los pocos