Número Especial: FAEEBA 25 anos PPGEduC 10 anos - Uneb

Reflexiones históricas sobre el paso interoceánico de panamá en el contexto latinoamericano y planetario
signos característicos en los gobiernos latinoamericanos.
Fue a mediados del siglo XIX cuando los Estados
Unidos decidieron una intervención directa
sobre el caso. El descubrimiento del oro en California
fue el incentivo coyuntural que ocasionó una
política intervencionista que venía gestándose desde
tiempo atrás. Fue necesario el entendimiento con
Gran Bretaña para que el gobierno norteamericano
quedara con las manos libres de rivales poderosos
para avanzar en su proyecto. Hubo entendimientos
entre las dos naciones para el posicionamiento en el
Istmo, incentivado cuando apareció el plan francés,
que ambas querían desbaratar. El proceso tuvo un
punto inicial con el Tratado Clayton-Bulwer (1850)
por el cual las dos naciones convinieron en actuar
de común acuerdo y sin interferirse recíprocamente
en la administración y control de la comunicación
bioceánica a través de Panamá.
Hacia mediados del siglo XIX hubo una etapa
en que Colombia –poseedora del territorio ístmico-
mantuvo buenas relaciones con Estados Unidos, no
obstante sus presiones; pero al avanzar el proyecto
francés de construcción del Canal su gobierno trató
de desentenderse de esas presiones, y fue entonces
cuando prosperó el proyecto francés. El tema
pasó entonces a ser de estricta competencia entre
la empresa de Fernando de Leseps y los gobiernos
colombiano y estadounidense. El posterior descalabro
financiero de Leseps favoreció los planes
norteamericanos, y a partir de allí Colombia debió
ceder a sus insistencias.
En tanto, las naciones latinoamericanas, en
general, permanecían ajenas e indiferentes a la
cuestión, con una excepción: Chile. En efecto, la
diplomacia chilena seguía atentamente estos vaivenes
geopolíticos y financieros.
Cuando finalmente los Estados Unidos asumieron
la construcción del Canal, Gran Bretaña le dio
carta franca para apropiarse todos los derechos,
incluso el del control del paso, suscribiéndose para
ello el Tratado Hay-Pauncefotte (1901). Con esto,
la aquiescencia colombiana era irremediable, y
así sobrevinieron los Tratados entre Colombia y
Estados Unidos (Herrán-Hay, y Hay-Bunau Varilla,
1903).
En tanto, las naciones latinoamericanas estaban
entretenidas en cruentas guerras civiles o vecina-
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les, en un tiempo en el que ninguna confrontación
hubiera sido más justa que la de dirimir la manera
de asegurar el control ístmico sin la ingerencia
de potencias extrañas, o al menos conciliando los
diversos intereses. Habría que esperar hasta los
comienzos del siglo XX, para que Augusto César
Sandino declarara al mundo que la zona canalera
centroamericana debía pertenecer a la república
“Indo-hispano-americana”. Pero ya era tarde.
El gobierno argentino fue uno de los que mostraron
mayor indiferencia e ignorancia en la cuestión
canalera. Una muestra son las instrucciones que se
dieron al representante de este gobierno en Bogotá
y Caracas, Martín García Merou, en los 1880; no
decían una sola palabra con respecto al istmo y
a la construcción del Canal, cuando este tema ya
estaba instalado como una gran empresa que debía
modificar sensiblemente el mapa americano y que
ya estaba en vías de realización. Sobre este asunto
García Merou se limitó a informar a su Ministro
que el gobierno de Bogotá era débil debido a las
presiones internacionales que debía soportar en
relación a la construcción del Canal; afirmó que
nada podía esperarse de las relaciones de Argentina
con Colombia y terminó recomendando que no
se emprendiera ninguna acción para activar esas
relaciones. El reemplazante de García Merou,
Carlos Calvo y Capdevila, se refirió al tema sólo
al mostrar su preocupación cuando advirtió la influencia
de Chile sobre el gobierno colombiano, lo
que respondía a “sus codiciosos proyectos sobre el
canal de Panamá”. 5 Como se ve, el tema del Canal
era visto sólo desde la perspectiva de las rencillas
vecinales.
Si bien la indiferencia o la ignorancia acerca de
la importancia de la apertura del Canal fueron las
notas predominantes en las naciones latinoamericanas,
hubo voces que se expresaron sobre la significación
internacional y continental de la empresa,
como algo realmente fundamental para el futuro de
5 AUZA, Néstor Tomás. La Representación Diplomática Argentina en
Colombia y Venezuela (1882-1885). Primera Parte. En: Investigaciones
y Ensayos. Academia Nacional de la Historia,. 42. Buenos Aires,
enero-diciembre de 1992. Dice este autor, en relación a la participación
de Argentina en una Exposición que se hacía en Caracas en homenaje
a Bolívar: “…el Ministro de Relaciones Exteriores (Victorino de la
Plaza) no dio prueba de mucho entusiasmo en propiciar una representación
generosa y amplia de la producción intelectual argentina, y es
probable que la mezquina muestra fuera parte del desinterés con que
miraba las cuestiones americanas.”
Revista da FAEEBA – Educação e Contemporaneidade, Salvador, número especial, p. 177-186, jul./dez. 2009
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