Importancia de la viruela, gastroenteritis aguda y paludismo ... - Oulu

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La salmonela tífica sobrevive en humedad, a la congelación y posiblemente a la
pulverización. No sobrevive al calor ni a la desecación (Lozano 1989).
Tras la ingestión, las salmonelas penetran en la mucosa intestinal a través de las placas
de Peyer, probablemente en el yeyuno y el íleon distal. Una vez pasada la barrera mucosa,
las bacterias alcanzan los ganglios linfáticos intestinales, donde se dividen y multiplican.
De ahí pasan a los ganglios linfáticos y acaban pasando al torrente sanguíneo. En la
sangre, los microorganismos pueden alcanzar a muchos órganos, y contribuyen a la
enfermedad multisistémica característica de la fiebre intestinal. Como consecuencia, S.
typhi llega por segunda vez al intestino en número mucho mayor que la primera y causa
en las placas de Peyer una fuerte respuesta inflamatoria que produce ulceración con
peligro de perforación intestinal.
Las manifestaciones clínicas de la infección son: tras un periodo de incubación de 10-
14 días, la enfermedad tiene un comienzo insidioso, con síntomas inespecíficos en forma
de fiebre y malestar general, cefalea y molestias respiratorias que pueden recordar a un
cuadro gripal. Puede existir diarrea, pero también es común el estreñimiento. Si no se
trata, la fiebre aumenta y el paciente desarrolla enfermedad aguda. Aparecen unas
manchas rosadas características en la parte superior del abdomen, de carácter transitorio.
Sin tratamiento, la infección no complicada dura 4-6 semanas.
Las complicaciones pueden ser secundarias a las lesiones gastrointestinales locales,
como hemorragia y perforación; pueden estar asociadas con la toxemia como miocarditis,
insuficiencia hepática y lesión medular, pueden ser secundarias a la enfermedad grave
prolongada, y por último pueden ser debidas a multiplicación del organismo en otros
lugares, lo que puede causar meningitis, osteomielitis o endocarditis.
La fatalidad entre los casos en ausencia de tratamiento es del 10% aproximadamente
(OMS 1997).
Se estima que se producen unos 17 millones de casos anualmente, que producen unas
600.000 muertes. En el mundo industrializado, el número de casos permanece bajo
control, principalmente debido a las instalaciones y controles sanitarios. En los países
subdesarrollados es un problema importante (OMS 1997).
Las personas pueden transmitir la enfermedad mientras la bacteria permanezca en su
organismo. La mayor parte de la gente es infectiva antes y durante la primera semana de
convalecencia. Alrededor del 10% de los pacientes no tratados descargan bacterias
durante más de tres meses. Entre el 2 y el 5% de los pacientes no tratados se convertirán
en portadores permanentes (OMS 1997).
No hay una predilección sexual especial, sin embargo los portadores crónicos parecen
ser con más frecuencia mujeres.
En países en los que la fiebre tifoidea es endémica se aprecian variaciones estacionales
más marcadas. En climas templados son más frecuentes a finales del verano y en el
otoño.
Cepas de Escherichia coli. Este es un patógeno muy versátil. Algunas cepas son
miembros habituales de la flora intestinal normal en el hombre y en los animales,
mientras que otras poseen factores de virulencia que les permiten causar infecciones en el
tracto gastrointestinal o en otros sitios, como el sistema urinario.
Las cepas causantes de enfermedad diarreica lo hacen por varios mecanismos
patogénicos distintos y difieren en su epidemiología. Estas cepas se describen brevemente
en la Tabla 5.