Importancia de la viruela, gastroenteritis aguda y paludismo ... - Oulu

293
dos infecciones. En cualquier caso, inmunidad clínica frente a otros aspectos no tan
graves requieren más y más frecuentes inoculaciones. Una inmunidad antiparasitaria
eficiente se alcanza sólo tras muchas y frecuentes infecciones (Carter & Mendis 2002).
La inmunidad antiparasitaria se adquiere de manera lenta porque un individuo
normalmente está sujeto a una sucesión de inoculaciones de parásitos que son genética y
antigénicamente diferentes unos de otros. Por tanto, para combatir cada infección, el
hospedador humano debe desarrollar una respuesta inmune nueva y específica para cada
inoculación de diferentes parásitos. Tan sólo cuando se ha estado sometido a un espectro
suficientemente amplio de diferentes plasmodios se alcanza una inmunidad efectiva
contra todos los parásitos de una localidad en la que infección es endémica.
No sólo los parásitos de distintas inoculaciones son diferentes, sino que, durante el
curso de una única infección, los plasmodios pueden experimentar una variación clonal
antigénica. Por ello, para controlar una infección, el hospedador debe desarrollar una
nueva respuesta inmune específica para cada nueva variante antigénica que aparece. Es
por esto que una única infección de paludismo puede prolongarse durante varios meses o
años.
A causa del tiempo necesario para alcanzar una inmunidad efectiva ante el paludismo
bajo condiciones de infección endémica, se dice a menudo que la inmunidad frente a esta
enfermedad es dependiente de la edad. Sería más acertado decir que es dependiente del
tiempo de exposición. En cualquier caso, hay aspectos realmente dependientes de la edad,
tanto en la consecución de la inmunidad, como en la respuesta patológica ante una
infección de paludismo.
Los niños muy pequeños parecen tener una capacidad pobre para adquirir inmunidad
protectiva antimalárica de cualquier tipo, mientras que niños mayores y adultos pueden
hacerlo de manera más activa. No obstante, parece ser que en áreas endémicas, los niños
heredan la inmunidad de su madre, de modo que el paludismo rara vez se da durante los
primeros 6 meses de vida (Nájera & Hempel 1996).
Los infantes y los muy jóvenes son más propensos a sufrir de anemia a consecuencia
del paludismo, mientras que daños cerebrales causados por P. falciparum predominan en
niños ligeramente mayores. Otras condiciones, incluyendo fallo renal, hepático o
pulmonar se encuentran más comúnmente en adultos (Carter & Mendis 2002).
Cada individuo expuesto a paludismo endémico sufre, por tanto, un largo y peligroso
proceso para alcanzar inmunidad protectora frente a la diversidad de parásitos y antígenos
a los que se ve expuesto. Esta inmunidad efectiva, que cuesta tanto trabajo conseguir, se
pierde fácilmente. Un intervalo de entre medio año y un año sin sufrir reinfección, parece
ser suficiente para dejar a un individuo vulnerable nuevamente al impacto completo de la
infección por paludismo. Si efectivamente esto es correcto, el número, tipo y patrón de
las inoculaciones que un individuo sufre, o en otras palabras, la endemicidad a la que un
individuo se ve expuesto debe afectar profundamente su estatus de inmunidad y por tanto
su estatus de enfermedad (Carter & Mendis 2002).