Importancia de la viruela, gastroenteritis aguda y paludismo ... - Oulu

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Las lesiones en las membranas mucosas, o enantema, eran las primeras en aparecer,
aproximadamente 24 horas antes de las lesiones en la piel. Entre las más importantes
estaban las producidas en el sistema respiratorio inferior y en la faringe.
La erupción en la piel aparecía normalmente entre 2 y 4 días después de la fiebre, en
forma de pequeñas máculas en la cara, especialmente en la frente. Las lesiones iban
surgiendo después en las porciones proximales de las extremidades, en el tronco y por
último en las porciones distales de las extremidades, en rápida sucesión. Normalmente la
erupción se había extendido por todo el cuerpo en las 24 horas sucesivas a sus primeras
manifestaciones. Lesiones adicionales aparecían durante uno o dos días después.
La evolución del enantema era rápida en la faringe, a causa de la falta de capa córnea
en el epitelio estratificado de la misma. Las diminutas máculas se transformaban en
papulares y vesiculares y se rompían tras el tercer día, liberando grandes cantidades de
virus a la saliva. Hacia el décimo día ya estaban prácticamente curadas. Estas lesiones
faríngeas eran de extrema importancia en términos epidemiológicos, pues constituían la
mayor fuente de transmisión del virus a otras personas.
En la piel, hacia el segundo día de erupción, las lesiones se encontraban algo
levantadas y pasaban a llamarse papulas, aunque en realidad es más correcto
considerarlas vesículas tempranas en términos histológicos. Hacia el cuarto o quinto día
las lesiones eran obviamente vesiculares. Hacia el séptimo día todas las lesiones de la piel
eran pústulas y entre éste y el décimo día maduraban y alcanzaban su mayor talla. Hacia
el décimo primer día el fluido de las pústulas comenzaba a reabsorberse y hacia el final
de la segunda semana, las costras ya estaban casi formadas. Estas costras se desprendían
posteriormente, dejando un área dépigmentada.
La erupción de la viruela se caracterizaba por su típico patrón centrífugo. Alcanzaba
su mayor densidad en el rostro y era más abundante en las extremidades que en el tronco.
A su vez, en las extremidades, la erupción era más densa en las porciones distales que en
las proximales, en las superficies extensoras que en las flexoras y en las convexidades
más que en las concavidades. Palmas de manos y plantas de los pies estaban implicadas
en la mayoría de los casos.
Esta distribución centrífuga característica fue una importante herramienta de
diagnóstico en aquellos tiempos o lugares donde un examen de laboratorio era difícil de
realizar.
La fiebre, que disminuía entre el segundo y el tercer día después de que la erupción
apareciese, habitualmente subía de nuevo hacia el séptimo u octavo día, y permanecía
alta durante las fases vesicular y pustular, hasta que las costras se hubiesen formado en la
mayoría de las lesiones.
Si se daba una infección secundaria piogénica en la piel, la fiebre normalmente
permanecía alta.
En los casos fatales, la muerte sobrevenía normalmente entre el décimo y decimosexto
día de enfermedad. Entre los sobrevivientes, las costras se separaban aproximadamente
entre el vigésimo segundo y vigésimo séptimo días.