DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
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Maris_Glz<br />
»—Dame <strong>el</strong> crucifjo —le grité a Claudia cuando hice restallar <strong>el</strong> látigo—. Sólo podemos ir<br />
a <strong>un</strong> sitio.<br />
»Ella se apretó a mí cuando <strong>el</strong> carruaje se balanceó y se encaminó al poblado.<br />
»Sentí <strong>un</strong>a sensación inolvidable al ver la bruma que se levantaba entre los oscuros<br />
árboles pardos. El aire era puro y los pájaros habían comenzado a cantar. Era como si<br />
estuviera por asomar <strong>el</strong> sol. Pero no importó. Sabía que aún no aparecería, que aún teníamos<br />
tiempo. Fue <strong>un</strong>a sensación maravillosa, tranquilizadora. Las heridas y los rasguños me hacían<br />
arder la pi<strong>el</strong> y mi corazón me dolía de hambre, pero mi cabeza estaba estupendamente<br />
liviana. Hasta que vi las formas grises de la posada y la torre de la iglesia; estaban<br />
demasiado claras. Y las estr<strong>el</strong>las estaban desapareciendo rápidamente.<br />
»En <strong>un</strong> momento, ya estaba golpeando a la puerta de la posada. Cuando se abrió, me tapé<br />
bien la cara <strong>con</strong> la capa y metí a Claudia entre mis ropas.<br />
»—¡Su poblado está libre de <strong>vampiro</strong>s!— le dije a la mujer, que me miró atónita; yo tenía<br />
en la mano <strong>el</strong> crucifjo que <strong>el</strong>la me había dado— Gracias a Dios que está muerto. En<strong>con</strong>trarán<br />
sus restos en la torre. Dígas<strong>el</strong>o a su gente de inmediato —<strong>con</strong>cluí, y entré en la posada.<br />
»Los <strong>con</strong>gregados se alborotaron de inmediato, pero yo insistí en que estaba<br />
absolutamente agotado. Debía orar y descansar. Ellos tenían que buscar mi baúl en <strong>el</strong><br />
carruaje y traerlo a <strong>un</strong>a habitación decente donde pudiera dormir. Pero iba a llegar <strong>un</strong><br />
mensaje para mí d<strong>el</strong> obispo de Varna, y para <strong>el</strong>lo, y únicamente para <strong>el</strong>lo, podían entonces<br />
despertarme.<br />
»—Díganle al mensajero cuando llegue que <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> ha muerto, y entonces denle comida<br />
y bebida y hagan que me espere —les dije,<br />
»La mujer hizo la señal de la cruz.<br />
»—Comprenda —le dije cuando empecé a subir las escaleras— que no les podía rev<strong>el</strong>ar mi<br />
misión hasta que <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong>...<br />
»—Sí, sí —me dijo—. Pero usted no es <strong>un</strong> sacerdote... La niña..<br />
»—No, sólo soy <strong>un</strong> experto en estas cosas. El demonio no puede competir <strong>con</strong>migo —le dije.<br />
Me detuve. La puerta de la pequeña habitación estaba abierta de par en par y sobre la mesa<br />
de roble sólo había <strong>un</strong> mant<strong>el</strong> blanco.<br />
»—Su amigo —me dijo, y miró entonces <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o— salió corriendo en la noche... Estaba loco.<br />
»Yo únicamente asentí <strong>con</strong> la cabeza.<br />
»Les pude oír gritando cuando cerré la puerta de la habitación. Parecían correr en todas<br />
direcciones, y entonces se oyó <strong>el</strong> sonido agudo de las campanas de la iglesia tocando a<br />
rebato. Claudia se había bajado de mis brazos y me miraba gravemente cuando cerré la<br />
puerta. Muy lentamente abrí la persiana; <strong>un</strong>a luz gélida in<strong>un</strong>dó la habitación. Ella aún me<br />
observaba. Entonces la sentí a mi lado. Bajé la vista y vi que extendía su brazo.<br />
»—Toma —me dijo. Debe de haber visto que yo estaba <strong>con</strong>fuso. Me sentía tan débil que su<br />
cara r<strong>el</strong>umbró cuando la miré y <strong>el</strong> azul de sus ojos bailoteó sobre sus blancas mejillas—. Bebe<br />
—susurró acercándose—. Bebe —y extendió la pi<strong>el</strong> suave y tierna en mi dirección.<br />
»—No, sé lo que tengo que hacer. ¿Acaso no lo he hecho en <strong>el</strong> pasado? —le dije.<br />
»Fue <strong>el</strong>la quien cerró la persiana y la pesada puerta. Recuerdo haberme arrodillado y<br />
haber palpado la antigua pared. Estaba podrida debajo de la superfcie pintada y cedió ante<br />
mis dedos. De improviso vi que mi puño la traspasaba y sentí que se me clavaban las astillas<br />
en la muñeca. Y luego recuerdo haber buscado en la oscuridad y cazado algo cálido y<br />
pulsante. Una corriente de aire frío y húmedo me golpeó la cara y vi que a mí alrededor se<br />
hacía la oscuridad, fría y húmeda como si <strong>el</strong> aire fuera <strong>un</strong> agua silenciosa que traspasara la<br />
pared rota y llenara la habitación. El cuarto desapareció. Yo bebía de <strong>un</strong>a corriente infnita de<br />
sangre cálida que fuía por mi garganta y a través de mi corazón que latía, y a través de mis<br />
venas, de modo que mi cuerpo se calentó <strong>con</strong>tra esta agua fría y negra. Y entonces <strong>el</strong> pulso<br />
de la sangre que bebía disminuyó; mi corazón latía tratando de que ese corazón latiera al<br />
<strong>un</strong>ísono. Me sentí <strong>el</strong>evar como si fotara en la oscuridad y entonces, esa oscuridad, al igual<br />
que <strong>el</strong> latido, empezó a desaparecer. Algo brilló; tembló muy débilmente <strong>con</strong> <strong>el</strong> sonido de<br />
<strong>un</strong>os pasos en las escaleras, en los su<strong>el</strong>os, <strong>el</strong> ruido de ruedas y de cascos de caballo sobre la<br />
tierra, y emitió <strong>un</strong> sonido de tintineo mientras vibraba. Veía a su alrededor <strong>un</strong>a pequeña<br />
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