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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

seg<strong>un</strong>do, se rompió <strong>el</strong> encantamiento. Tuve la prof<strong>un</strong>da impresión d<strong>el</strong> primer atardecer en que<br />

había entrado en Notre-Dame; pero luego eso desapareció como algo preciado y precioso que<br />

me era arrebatado.<br />

»La v<strong>el</strong>a subió. Y los horrores se multiplicaron a mí alrededor: los <strong>con</strong>denados oscuramente<br />

pasivos y degradados d<strong>el</strong> Bosco; los cuerpos sanguinolentos y metidos en ataúdes de Traini;<br />

los jinetes monstruosos de Durero. Y en <strong>un</strong>a escala imposible de soportar apareció <strong>un</strong> desfle<br />

de emblemas medievales grabados. El mismo techo estaba ahíto de esqu<strong>el</strong>etos y muertos, de<br />

demonios e instrumentos de tortura, como si ésa fuera la mismísima catedral de la Muerte.<br />

»Cuando nos detuvimos en <strong>el</strong> centro de la habitación, la v<strong>el</strong>a pareció vivifcar a todas las<br />

imágenes a nuestro alrededor. Me amenazó <strong>el</strong> d<strong>el</strong>irio y empecé a sentir como <strong>un</strong>a<br />

desagradable oscilación en <strong>el</strong> salón, <strong>un</strong>a sensación de caída. Busqué la mano de Claudia. Ella<br />

me miraba, <strong>con</strong> su rostro pasivo y sus ojos distantes, como si quisiera que la dejara en paz. Y<br />

entonces sus pies se alejaron de mí <strong>con</strong> <strong>un</strong>os pasos rápidos que repiquetearon en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o de<br />

piedra y resonaron en las paredes, como dedos que golpearan mis sienes y mi cerebro. Me<br />

llevé las manos a los costados y miré, atontado, al su<strong>el</strong>o, como buscando refugio, como si mis<br />

ojos levantados me obligaran a mirar <strong>un</strong> sufrimiento cru<strong>el</strong> que no quería ni podía soportar.<br />

Entonces vi de nuevo <strong>el</strong> rostro d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> fotando encima de la llama, <strong>con</strong> sus ojos eternos<br />

envu<strong>el</strong>tos en oscuros pliegues. Tenía los labios inmóviles, pero cuando lo miré parecieron<br />

sonreír sin hacer <strong>el</strong> más mínimo movimiento. Lo miré más fjamente, <strong>con</strong>vencido de que se<br />

trataba de <strong>un</strong>a poderosa ilusión en la que yo no podía penetrar. Y, cuanto más miraba, más<br />

parecía sonreír y, por último, se animó <strong>con</strong> <strong>un</strong> susurro, <strong>un</strong> murmullo, <strong>un</strong> cántico mudo. Lo<br />

podía oír como algo doblándose en las tinieblas, como pap<strong>el</strong> retorciéndose en las llamas o<br />

como pintura de la cara de <strong>un</strong>a muñeca ardiendo. Sentí la necesidad de tocarlo, de sacudirlo<br />

violentamente para que se le moviera esa cara inmóvil y admitiera ese suave canto; y, de<br />

improviso, lo en<strong>con</strong>tré abrazado a mí, <strong>con</strong> sus brazos en mi pecho, sus pestañas tan próximas<br />

que las pude ver, espesas y brillando, por encima d<strong>el</strong> orbe incandescente de sus ojos, y<br />

percibí su respiración suave e inodora <strong>con</strong>tra mi pi<strong>el</strong>. Fue <strong>el</strong> d<strong>el</strong>irio.<br />

»Me iba a mover para apartarme de él y, no obstante, me sentí atraído hacia él y no me<br />

moví; su brazo ejerció <strong>un</strong>a presión frme; su v<strong>el</strong>a r<strong>el</strong>umbraba <strong>con</strong>tra mi ojo, de modo que sentí<br />

su calor; toda mi carne fría ansió ese calor, pero súbitamente hice <strong>un</strong> gesto para apartarla<br />

pero no la pude en<strong>con</strong>trar. Lo único que vi fue su cara radiante como jamás había visto la<br />

cara de Lestat; blanca, sin poros, y nervuda y varonil. El otro <strong>vampiro</strong>. Todos los demás<br />

<strong>vampiro</strong>s. Una procesión infnita de mi propia especie.<br />

»La visión desapareció.<br />

»Me en<strong>con</strong>tré <strong>con</strong> la mano estirada y tocando su cara; pero él estaba a <strong>un</strong>a distancia de<br />

mí como si jamás se me hubiera acercado y sin hacer <strong>el</strong> menor intento de retirar mi mano.<br />

»Di <strong>un</strong> paso atrás, perplejo.<br />

»A lo lejos, en la noche de París, dobló <strong>un</strong>a campana; los círculos opacos y dorados d<strong>el</strong><br />

sonido parecieron traspasar las paredes y las maderas, que <strong>con</strong>ducían ese sonido a la tierra<br />

y que fueron como tubos de órgano. Una vez más volvió <strong>el</strong> susurro, ese canto desarticulado. Y<br />

a través de la penumbra, vi que <strong>un</strong> muchacho mortal me observaba y olí <strong>el</strong> aroma caliente de<br />

su carne. La mano d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> lo llamó y él se me acercó, <strong>con</strong> sus ojos sin miedo y excitados,<br />

y se puso a mi lado a la luz d<strong>el</strong> cand<strong>el</strong>abro y me pasó los brazos por los hombros.<br />

»Jamás había sentido eso, jamás había experimentado esta entrega <strong>con</strong>sciente de <strong>un</strong><br />

mortal. Pero antes de poder rechazarlo por su propio bien, vi la herida azulada en su<br />

garganta tierna. Me la ofrecía. Apretaba todo su cuerpo <strong>con</strong>tra mis piernas y sentí la frme<br />

fortaleza de su sexo debajo de las ropas. Se me escapó <strong>un</strong> gemido de los labios, pero él se<br />

apretó aún más, presionando sus labios <strong>con</strong>tra lo que debe haberle resultado frío y exánime.<br />

H<strong>un</strong>dí mis dientes en su pi<strong>el</strong>, y sentí su cuerpo rígido, ese duro sexo apretado <strong>con</strong>tra mi<br />

cuerpo, y lo levanté d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o <strong>con</strong> pasión. Ola tras ola de su corazón palpitante entró en mí,<br />

sin peso. Lo mecí, lo devoré <strong>con</strong> su éxtasis, su placer <strong>con</strong>sciente.<br />

»Luego, débil y jadeante, lo vi alejado de mí, <strong>con</strong> los brazos vacíos. Mi boca estaba aún<br />

in<strong>un</strong>dada <strong>con</strong> <strong>el</strong> sabor de su sangre. Se apoyó <strong>con</strong>tra <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> moreno, pasó su brazo<br />

alrededor de la cintura d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> y me miró de la misma forma tranquila d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong>; sus<br />

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