09.05.2013 Views

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Maris_Glz<br />

límite? Su cuerpo se podría haber salvado a sí mismo, pero la mente no. Y en <strong>el</strong> m<strong>un</strong>do <strong>el</strong>la<br />

hubiera pillado, matado donde era posible, tal como hacían esas criaturas. Así fue como <strong>el</strong>la lo<br />

explicaba. Pero, ¿qué las había creado, cómo habían empezado? Eso era lo que <strong>el</strong>la no podía<br />

explicarse y lo que le daba esperanzas de descubrirlo cuando yo ya no tenía ning<strong>un</strong>a, de puro<br />

cansancio...<br />

»—Ellos procrean su propia especie; eso es obvio, pero, ¿cómo empezaron? —preg<strong>un</strong>taba<br />

<strong>el</strong>la.<br />

»Y entonces, en algún sitio de las inmediaciones de Viena, me hizo <strong>un</strong>a preg<strong>un</strong>ta que<br />

n<strong>un</strong>ca había pron<strong>un</strong>ciado sus labios. ¿Por qué no podía yo hacer lo que Lestat había hecho<br />

<strong>con</strong> ambos? ¿Por qué no podía yo crear otro <strong>vampiro</strong>? No sé por qué al principio ni siquiera la<br />

comprendí, salvo que, al odiar <strong>con</strong> todas mis fuerzas lo que yo era, sentí <strong>un</strong> miedo muy<br />

especial a esa preg<strong>un</strong>ta que casi era peor que cualquier otra. ¿Ves?, yo no comprendía algo<br />

poderoso de mí mismo. La soledad me había llevado a pensar en esa misma posibilidad hacía<br />

muchos años, cuando estaba bajo <strong>el</strong> embrujo de Babette Freniere. Pero la dejé encerrada<br />

dentro de mí como <strong>un</strong>a pasión sucia. Después de <strong>el</strong>la, me cerré a los mortales. Mataba a<br />

des<strong>con</strong>ocidos. Y <strong>el</strong> inglés Morgan, debido a que yo lo <strong>con</strong>ocía, estuvo tan a salvo como Babette<br />

de mi abrazo fatídico. Ambos me causaron demasiado dolor. No pude pensar en brindarles la<br />

muerte. La vida en la muerte... era algo monstruoso.<br />

»Me alejé de Claudia. No quise <strong>con</strong>testarle. Pero, enfadada como estaba, miserable <strong>con</strong> su<br />

impaciencia, no pudo tolerar que me fuese. Y se me acercó, acariciándome <strong>con</strong> las manos y<br />

<strong>con</strong> la mirada como si fuera mi amante hija.<br />

»—No pienses en <strong>el</strong>lo, Louis —me dijo luego, cuando estábamos cómodamente instalados en<br />

<strong>un</strong> pequeño hot<strong>el</strong> suburbano. Yo estaba en la ventana, mirando <strong>el</strong> distante resplandor de Viena,<br />

tan deseoso de estar en esa ciudad, en su civilización, en su pura dimensión. La noche era<br />

clara y la bruma de la ciudad rondaba <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o—. Deja que tranquilice tu <strong>con</strong>ciencia, a<strong>un</strong>que<br />

jamás sabré <strong>con</strong> exactitud de qué se trata —me dijo al oído, y me acarició <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o.<br />

»—Hazlo, Claudia —le <strong>con</strong>testé—. Tranquiliza mi <strong>con</strong>ciencia. Dime que jamás me volverás a<br />

hablar de crear nuevos <strong>vampiro</strong>s.<br />

»—¡No quiero huérfanos como nosotros! —exclamó súbitamente; mis palabras la molestaron,<br />

y mis sentimientos—. Quiero respuestas, <strong>con</strong>ocimiento —me dijo—. Pero dime, Louis, ¿qué te<br />

hace estar tan seguro de que tú no lo hayas hecho sin saberlo?<br />

»Nuevamente sentí en mí <strong>un</strong>a d<strong>el</strong>iberada <strong>con</strong>fusión. Tuve que mirarla como si des<strong>con</strong>ociera<br />

<strong>el</strong> signifcado de sus palabras. Yo quería que se mantuviera en silencio y a mi lado, y que los<br />

dos estuviéramos ya en Viena. Le acaricié <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o, toqué <strong>con</strong> mis dedos sus largas cejas y miré<br />

la luz.<br />

»—Después de todo, ¿qué cuesta hacer esas criaturas? —<strong>con</strong>tinuó diciendo—. ¿Esos<br />

vagab<strong>un</strong>dos monstruosos? ¿Cuántas gotas de tu sangre debe haber mezcladas <strong>con</strong> la sangre<br />

de <strong>un</strong> hombre... y qué clase de corazón sobrevive al primer ataque?<br />

»Podía sentir que me observaba. Me quedé allí <strong>con</strong> los brazos cruzados, de espaldas a <strong>un</strong><br />

costado de la ventana, mirando hacia afuera.<br />

»—Esa Emily era tan pálida, ese inglés miserable... —dijo <strong>el</strong>la, ignorando la mueca de dolor<br />

en mi cara—. Sus corazones no fueron nada y lo que los mató fue tanto <strong>el</strong> miedo a la muerte<br />

como la sangría que sufrieron. La idea los mató. ¿Pero qué pasa <strong>con</strong> los corazones que<br />

sobreviven? ¿Estás muy seguro de que no has procreado <strong>un</strong>a legión de monstruos, quienes, de<br />

vez en cuando, luchan vana e instintivamente por seguir tus pasos? ¿Cuánto duraron las vidas<br />

de esos huérfanos que tú dejaste atrás? ¿Un día allí, <strong>un</strong>a semana allá, antes de que <strong>el</strong> sol los<br />

<strong>con</strong>virtiera en cenizas o alg<strong>un</strong>a víctima mortal los hiciera picadillo?<br />

»—¡Basta ya! —le rogué—. Si tú supieras de qué forma imagino lo que tú describes, no lo<br />

harías. ¡Te digo que jamás ha sucedido! ¡Lestat me sangró hasta <strong>el</strong> borde de la muerte para<br />

hacerme <strong>un</strong> <strong>vampiro</strong>! ¡Y me devolvió toda esa sangre mezclada <strong>con</strong> la propia! ¡Así lo hizo!<br />

»Ella desvió la mirada y luego pareció que se miraba las manos. Creo que la oí suspirar,<br />

pero no estoy seguro. Y entonces sus ojos se movieron en mi dirección lentamente, de arriba<br />

a abajo, hasta que al fnal se en<strong>con</strong>traron <strong>con</strong> los míos. Luego pareció sonreír.<br />

»—No te atemorices de mi fantasía —dijo en voz baja—. Al fn y al cabo, la decisión fnal<br />

103

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!