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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

t<strong>el</strong>ón de terciop<strong>el</strong>o, <strong>el</strong> gas parpadeó, luego ganó intensidad y la audiencia retrocedió como<br />

envu<strong>el</strong>ta por <strong>un</strong>a nube gris en la cual sólo brillaban los diamantes sobre las muñecas, los<br />

cu<strong>el</strong>los y los dedos. Y <strong>un</strong> murmullo descendió como <strong>un</strong>a nube gris hasta que todo <strong>el</strong> sonido se<br />

<strong>con</strong>centró en <strong>un</strong>a única tos persistente. Luego, <strong>el</strong> silencio. Y <strong>el</strong> ritmo lento de <strong>un</strong>a pandereta.<br />

A la vez, se oyó la aguda m<strong>el</strong>odía de <strong>un</strong>a fauta de madera que parecía s<strong>el</strong>eccionar <strong>el</strong> agudo<br />

toque metálico de la pandereta y que la <strong>con</strong>jugaba en <strong>un</strong>a m<strong>el</strong>odía fantasmagórica y<br />

medieval. Entonces, <strong>el</strong> sonido de las cuerdas subrayó a la pandereta. Y la fauta subió y, en<br />

esa m<strong>el</strong>odía, expresó algo m<strong>el</strong>ancólico, triste. Esa música tenía encanto, y toda la audiencia<br />

pareció acallada y en com<strong>un</strong>ión, como si la música de esa fauta fuera <strong>un</strong>a cinta luminosa que<br />

se desenrollaba en la oscuridad. Ni siquiera cuando se levantó <strong>el</strong> t<strong>el</strong>ón se rompió <strong>el</strong> silencio.<br />

Las luces se encendieron y <strong>el</strong> escenario no pareció <strong>un</strong> escenario sino <strong>un</strong> lugar en <strong>un</strong> denso<br />

bosque; la luz r<strong>el</strong>umbraba sobre los troncos naturales de los árboles y en la espesura de las<br />

hojas, debajo d<strong>el</strong> arco de oscuridad que reinaba más arriba, y a través de los árboles se<br />

podía ver lo que parecía <strong>un</strong>a ribera baja y de piedra y, más allá, las aguas luminosas d<strong>el</strong> río.<br />

Ese m<strong>un</strong>do tridimensional estaba creado por <strong>un</strong>a pintura en <strong>un</strong>a fna pantalla de seda que se<br />

movía suavemente debido a <strong>un</strong>a débil ráfaga de aire.<br />

»Unos aplausos recibieron a la ilusión, re<strong>un</strong>iendo adherentes de todas partes d<strong>el</strong> auditorio<br />

hasta que <strong>con</strong>sumó su breve crescendo y desapareció. Una fgura oscura y arropada<br />

avanzaba por <strong>el</strong> escenario de árbol en árbol, tan rápidamente que, cuando salió a las luces<br />

dio la sensación de aparecer mágicamente en <strong>el</strong> centro; <strong>un</strong> brazo salió r<strong>el</strong>ampagueante de su<br />

capa para mostrar <strong>un</strong>a guadaña de plata y <strong>el</strong> otro <strong>un</strong>a máscara en la p<strong>un</strong>ta de <strong>un</strong> fno palo<br />

sobre <strong>el</strong> rostro invisible, <strong>un</strong>a máscara que mostraba <strong>el</strong> rostro deslumbrante de la Muerte, <strong>un</strong>a<br />

calavera pintada.<br />

»Hubo murmullos entre <strong>el</strong> público. Era la Muerte de pie ante la audiencia, <strong>con</strong> la guadaña<br />

en alto; la Muerte al borde de <strong>un</strong> bosque tenebroso. Y algo en mí reaccionó de igual manera<br />

que en la audiencia, no <strong>con</strong> miedo sino de <strong>un</strong>a manera humana, ante la magia de ese frágil<br />

decorado pintado, ante <strong>el</strong> misterio d<strong>el</strong> m<strong>un</strong>do allí iluminado, <strong>el</strong> m<strong>un</strong>do en <strong>el</strong> que se movía<br />

aqu<strong>el</strong>la fgura <strong>con</strong> su ondulante capa negra, <strong>con</strong> la gracia de <strong>un</strong>a gran pantera, provocando<br />

esos murmullos, esos gemidos, esos susurros reverentes.<br />

»Y entonces, detrás de esa fgura cuyos mismos gestos parecían poseer <strong>un</strong> poder<br />

cautivante como <strong>el</strong> ritmo de la música <strong>con</strong> que se movía, aparecieron otras fguras por los<br />

costados. Primero, <strong>un</strong>a anciana, muy encorvada y gacha, <strong>con</strong> su p<strong>el</strong>o gris como <strong>el</strong> musgo, sus<br />

brazos colgando <strong>con</strong> <strong>el</strong> peso de <strong>un</strong>a gran canasta llena de fores. Sus pasos lentos se<br />

arrastraban por <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o y su cabeza se sacudía <strong>con</strong> <strong>el</strong> ritmo de la música y los pasos<br />

saltarines d<strong>el</strong> Maldito Segador. Y entonces retrocedió cuando lo vio y, lentamente, depositó su<br />

canasta y puso las manos j<strong>un</strong>tas como si estuviera en oración. Parecía muy cansada. Poco a<br />

poco, fue dejando caer la cabeza hasta apoyarla sobre las manos, como si durmiera y las<br />

extendió hacia él, en súplica. Pero cuando él se le acercó y se agachó para mirarla<br />

directamente a la cara, que estaba ensombrecida debajo de sus cab<strong>el</strong>los, dio <strong>un</strong> paso atrás y<br />

movió las manos como para refrescar <strong>el</strong> aire. De forma vacilante, se produjeron alg<strong>un</strong>as risas<br />

tímidas entre la <strong>con</strong>currencia. Pero cuando la anciana se levantó y salió atrás de la Muerte,<br />

las risas resonaron abiertamente.<br />

»La música ac<strong>el</strong>eró su ritmo mientras la anciana perseguía a la Muerte por todo <strong>el</strong><br />

escenario hasta que, al fnal, se apoyó en la oscuridad de <strong>un</strong> viejo tronco metiendo su<br />

máscara bajo <strong>un</strong> brazo como <strong>un</strong> pájaro. Y la anciana, perdida, derrotada, recogió su canasta<br />

mientras la música se ajustaba a sus pasos lentos. Y <strong>el</strong>la se fue d<strong>el</strong> escenario.<br />

»No me gustó. Ni me gustaron las risas. Pude ver que entraban otras fguras en <strong>el</strong><br />

escenario, que la música orquestaba sus gesticulaciones y que <strong>un</strong> montón de mendigos y<br />

mutilados, <strong>con</strong> muletas y vestidos <strong>con</strong> trapos grises, se acercaban a la Muerte, quien giró y<br />

escapó de <strong>un</strong>o <strong>con</strong> <strong>un</strong> súbito arqueamiento de la espalda, d<strong>el</strong> otro <strong>con</strong> <strong>un</strong> gesto femenino de<br />

disgusto, de todos <strong>el</strong>los fnalmente <strong>con</strong> <strong>un</strong>a cansada muestra de aburrimiento y apatía.<br />

»Fue entonces cuando me di cuenta de que la mano blanca y lánguida que hacía esos<br />

gestos cómicos no estaba pintada. Era <strong>un</strong>a mano de <strong>vampiro</strong> la que hacía reír al público. Una<br />

mano de <strong>vampiro</strong> fue la que levantó entonces la calavera sonriente, cuando <strong>el</strong> escenario<br />

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