DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Maris_Glz<br />
y observar los ojos de mi joya, y los veía misteriosamente suavizados por la perfección de su<br />
santuario. ¡Qué hermosa estaba <strong>con</strong> sus lazos negros! Una mujer fría, rubia, <strong>con</strong> <strong>un</strong>a extraña<br />
cara de muñeca y ojos líquidos que me miraban <strong>con</strong> tanta serenidad y durante tanto tiempo<br />
que, <strong>con</strong> seguridad, yo debía de quedar olvidado; los ojos debían de ver algo distinto a mí<br />
cuando yo estaba soñando, echado allí en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o; algo más que <strong>el</strong> torpe <strong>un</strong>iverso que me<br />
rodeaba y que ahora estaba descartado y anulado por alguien que lo había sufrido, alguien<br />
que siempre había sufrido, pero que ahora no parecía sufrir y escuchaba <strong>un</strong>a caja de música<br />
y ponía <strong>un</strong>a mano en <strong>el</strong> r<strong>el</strong>oj de juguete. Tuve <strong>un</strong>a visión de horas más cortas y de pequeños<br />
minutos dorados. Pensé que estaba loco.<br />
»Me puse las manos bajo la cabeza y miré <strong>el</strong> cand<strong>el</strong>abro; me resultaba difícil salir de <strong>un</strong><br />
m<strong>un</strong>do y entrar en <strong>el</strong> otro. Mad<strong>el</strong>eine, en <strong>el</strong> sofá, trabajaba <strong>con</strong> esa pasión <strong>un</strong>iforme, como si<br />
la inmortalidad de ningún modo pudiera signifcar descanso. Cosía los lazos a las sedas de la<br />
camisa, sólo deteniéndose de tanto en tanto para secarse la humedad de su blanca frente.<br />
»Me preg<strong>un</strong>té: "Si cierro los ojos, ¿este reino de pequeñas cosas <strong>con</strong>sumirá las<br />
habitaciones a mi alrededor, y yo, como Gulliver, me despertaré y me descubriré atado de<br />
pies y manos, como <strong>un</strong> gigante rechazado? Tuve <strong>un</strong>a visión de casas <strong>con</strong>struidas para Claudia<br />
en cuyos jardines los ratones serían monstruos y habría pequeños carruajes y las malezas<br />
<strong>con</strong> fores serían árboles. Los mortales quedarían tan fascinados que caerían de rodillas para<br />
mirar a través de las ventanitas. Como <strong>un</strong>a t<strong>el</strong>araña, los atraería.<br />
»Yo estaba atado de pies y manos. No sólo por esa b<strong>el</strong>leza fantasmal, ese secreto<br />
exquisito de los blancos hombros de Claudia, <strong>el</strong> rico collar de perlas, la languidez<br />
embrujadora; <strong>un</strong>a bot<strong>el</strong>lita de perfume, ahora <strong>un</strong>a garrafa, de la que salía <strong>un</strong> aroma de<br />
encantamiento que prometía <strong>el</strong> Edén: yo estaba atado por <strong>el</strong> miedo. Fuera de esas<br />
habitaciones donde se suponía que yo administraba la educación de Mad<strong>el</strong>eine —erráticas<br />
<strong>con</strong>versaciones sobre la muerte y la naturaleza d<strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> en las que Claudia podría haber<br />
enseñado <strong>con</strong> mucha más facilidad que yo si alg<strong>un</strong>a vez hubiera mostrado <strong>el</strong> deseo de hacerlo<br />
—, fuera de esas habitaciones, donde noche tras noche se me tranquilizaba <strong>con</strong> besos suaves<br />
y miradas <strong>con</strong>tentas que aseguraban que ya no reaparecería más <strong>el</strong> odio que <strong>un</strong>a vez me<br />
había mostrado Claudia; fuera de esas habitaciones, temía descubrir que, según mi propia<br />
admisión desganada, yo estaba verdaderamente cambiado: mi parte mortal era lo que yo<br />
amaba, estaba seguro. Entonces, ¿qué sentía por Armand, la criatura por quien yo había<br />
transformado a Mad<strong>el</strong>eine, la criatura por la cual yo había querido ser libre? ¿Una distancia<br />
curiosa y perturbadora? ¿Un dolor sordo? ¿Un temblor innominable? Incluso en aqu<strong>el</strong> sitio<br />
m<strong>un</strong>dano, veía a Armand en su c<strong>el</strong>da monacal, veía sus ojos castaños y sentía ese magnetismo<br />
fantasmal.<br />
»No obstante, no hice nada por ir a verlo. No me animé a descubrir todo lo que podría<br />
haber perdido. Ni traté de separar esa pérdida de otra idea opresiva: que en Europa no había<br />
en<strong>con</strong>trado verdades que amenguaran mi soledad ni transformaran mi desesperación. En<br />
cambio, sólo había en<strong>con</strong>trado <strong>el</strong> mecanismo interior de mi pequeña alma, <strong>el</strong> dolor en la de<br />
Claudia y <strong>un</strong>a pasión por <strong>un</strong> <strong>vampiro</strong> que quizás era más demoníaco que Lestat, pero en quien<br />
veía la única posibilidad de bien en <strong>el</strong> mal que yo podía <strong>con</strong>cebir.<br />
»Y, fnalmente, todo escapaba a mis posibilidades. El r<strong>el</strong>oj repiqueteó encima de la<br />
chimenea y Mad<strong>el</strong>eine me rogó que la llevara a ver <strong>el</strong> Théàtre des Vampires y juró defender<br />
a Claudia de cualquier <strong>vampiro</strong> que osara insultarla. Claudia habló de estrategias y dijo:<br />
»—Todavía no, ahora no.<br />
»Yo me recosté, observando <strong>con</strong> algún alivio <strong>el</strong> amor de Mad<strong>el</strong>eine por Claudia, su ciega<br />
pasión al descubierto. Oh, tengo en mi corazón tan poca compasión o recuerdos de<br />
Mad<strong>el</strong>eine... Yo pensaba que <strong>el</strong>la sólo había visto la primera veta d<strong>el</strong> sufrimiento; no comprendía a la muerte. Tan<br />
fácilmente se<br />
la podía violentar, se la podía lanzar por <strong>el</strong> camino de la violencia... Suponía, en mi orgullo<br />
y engaño colosales, que mi dolor por mi hermano muerto era la única emoción verdadera. Me<br />
permití olvidar cuánto me había enamorado ciegamente de los ojos irisados de Lestat, que<br />
había vendido mi alma por <strong>un</strong> objeto luminoso y multicolor pensando que <strong>un</strong>a superfcie<br />
altamente refexiva brindaba <strong>el</strong> poder de caminar sobre las aguas.<br />
143