DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
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Maris_Glz<br />
<strong>vampiro</strong> lo dejó ir, lo mantuvo erguido <strong>con</strong> ambas manos y miró <strong>el</strong> rostro sudoroso y pálido, las<br />
manos caídas, los ojos entrecerrados.<br />
El muchacho gemía, tenía <strong>el</strong> labio inferior su<strong>el</strong>to y tembloroso como <strong>con</strong> náusea. Gimió más<br />
fuerte y se le cayó la cabeza hacia atrás y los ojos le dieron vu<strong>el</strong>tas. El <strong>vampiro</strong> lo puso en la<br />
silla <strong>con</strong> suavidad. El muchacho trataba de hablar y las lágrimas que le brotaron ahora de los<br />
ojos parecieron provenir tanto d<strong>el</strong> esfuerzo como de todo lo demás. Se le cayó la cabeza<br />
hacia ad<strong>el</strong>ante, pesada, ebriamente, y su mano descansó en la mesa. El <strong>vampiro</strong> se quedó<br />
mirándolo y su pi<strong>el</strong> blanca adquirió <strong>un</strong> suave rojo luminoso. La pi<strong>el</strong> de sus labios estaba<br />
oscura, casi como para refejar esa luz; y las venas de sus sienes y sus manos eran meras<br />
hu<strong>el</strong>las en su pi<strong>el</strong>; y tenía <strong>el</strong> rostro juvenil y suave.<br />
—¿... Moriré? —murmuró <strong>el</strong> muchacho cuando levantó la vista lentamente, <strong>con</strong> la boca<br />
húmeda y <strong>con</strong>traída—. ¿Moriré? —gruñó <strong>con</strong> los labios temblorosos.<br />
—No lo sé —dijo <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong>, y sonrió.<br />
El muchacho pareció a p<strong>un</strong>to de decir algo más, pero la mano que descansaba en la mesa<br />
resbaló hacia ad<strong>el</strong>ante y su cabeza cayó a <strong>un</strong> lado antes de que perdiera <strong>el</strong> <strong>con</strong>ocimiento.<br />
Cuando volvió a abrir los ojos, <strong>el</strong> muchacho vio <strong>el</strong> sol. Llenaba la ventana desnuda y sucia<br />
y, de este lado de su cara y su mano, estaba caliente. Por <strong>un</strong> momento, se quedó allí, <strong>con</strong> la<br />
cara <strong>con</strong>tra la mesa y entonces, <strong>con</strong> <strong>un</strong> gran esfuerzo, se enderezó, respiró prof<strong>un</strong>damente y,<br />
cerrando sus ojos, se llevó <strong>un</strong>a mano al sitio donde <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> le había chupado la sangre.<br />
Cuando por accidente su otra mano tocó la banda de metal de arriba d<strong>el</strong> magnetófono, dejó<br />
escapar <strong>un</strong> grito porque <strong>el</strong> metal estaba caliente.<br />
Entonces se puso de pie, moviéndose torpemente, casi cayéndose, hasta que se apoyó <strong>con</strong><br />
ambas manos sobre la palangana blanca para lavarse. Rápidamente hizo girar <strong>el</strong> grifo, se<br />
echó agua fría en la cara y se la secó <strong>con</strong> <strong>un</strong>a toalla que colgaba de <strong>un</strong> clavo. Ahora<br />
respiraba normalmente y se quedó inmóvil, mirándose en <strong>el</strong> espejo sin sostenerse en ning<strong>un</strong>a<br />
parte. Luego miró su r<strong>el</strong>oj. Fue como si <strong>el</strong> r<strong>el</strong>oj lo sorprendiera, lo trajera más a la vida que<br />
<strong>el</strong> sol o <strong>el</strong> agua. E hizo <strong>un</strong>a búsqueda rápida por la habitación, por <strong>el</strong> pasillo y, al no<br />
en<strong>con</strong>trar nada ni a nadie, volvió a sentarse en la silla. Entonces, sacando <strong>un</strong>a libreta blanca<br />
d<strong>el</strong> bolsillo y <strong>un</strong>a pluma, los colocó sobre la mesa y apretó <strong>el</strong> botón d<strong>el</strong> magnetófono. La<br />
cinta volvió hacia atrás rápidamente hasta que volvió a apretar. Cuando oyó la voz d<strong>el</strong><br />
<strong>vampiro</strong>, se inclinó hacia ad<strong>el</strong>ante, escuchando <strong>con</strong> suma atención, luego apretó nuevamente,<br />
buscando otra parte, la escuchó, pasó a otra. Pero entonces, por último, se le iluminó la cara<br />
mientras giraba la cinta y la voz dijo <strong>con</strong> <strong>un</strong> tono mod<strong>el</strong>ado: «Era <strong>un</strong> anochecer muy caluroso<br />
y, tan pronto como lo vi en Saint-Charles, me di cuenta de que tenía que ir a algún sitio...».<br />
Y <strong>el</strong> chico anotó rápidamente.<br />
«Lestat... cerca de la avenida Saint-Charles. Vieja casa ruinosa... Barrio pobre. Buscar rejas<br />
oxidadas.»<br />
Y entonces, guardando la libreta en su chaqueta, re<strong>un</strong>ió las cintas en su portafolios j<strong>un</strong>to<br />
<strong>con</strong> <strong>el</strong> pequeño magnetófono y salió por <strong>el</strong> pasillo, deprisa, y bajó las escaleras hasta la calle,<br />
donde, frente al bar de la esquina, tenía estacionado su coche.<br />
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