DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
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Maris_Glz<br />
recoger <strong>un</strong>a rosa luminosa o <strong>un</strong> tallo de madres<strong>el</strong>va. A través de los altos ventanales veíamos<br />
<strong>un</strong>a y otra vez <strong>el</strong> juego de las luces de las lámparas <strong>con</strong>tra los techos de yeso ricamente<br />
ornamentados, y a menudo la iridiscencia de <strong>un</strong> cand<strong>el</strong>abro de cristal. De vez en cuando, <strong>un</strong>a<br />
fgura vestida de gala aparecía en las barandillas, y veíamos <strong>el</strong> brillo de las joyas en su<br />
cu<strong>el</strong>lo, su perfume agregaba <strong>un</strong> aroma lujurioso a las fores.<br />
»Nosotros teníamos nuestras esquinas, jardines y calles favoritos, pero inevitablemente<br />
alcanzábamos las afueras de la ciudad vieja y veíamos <strong>el</strong> pantano. Vehículo tras vehículo nos<br />
pasaban viniendo d<strong>el</strong> Bayou Road en dirección al teatro o la ópera. Pero ahora las luces<br />
ciudadanas estaban detrás y sus olores mezclados estaban ahogados por <strong>el</strong> espeso hedor de<br />
la descomposición d<strong>el</strong> pantano. La mera visión de los árboles altos, movedizos, <strong>con</strong> sus<br />
miembros ahítos de musgo, me hacía pensar en Lestat. Pensaba en él como había pensado en<br />
<strong>el</strong> cuerpo de mi hermano. Lo veía h<strong>un</strong>dirse prof<strong>un</strong>damente entre las raíces de los cipreses y<br />
los robles, esa horrible forma marchita envu<strong>el</strong>ta en la sábana blanca. Me preg<strong>un</strong>té si las<br />
criaturas de los abismos lo rechazaban, sabiendo instintivamente lo que era aqu<strong>el</strong>la cosa<br />
emparchada, agrietada y virulenta; o si se arrastraban encima en <strong>el</strong> agua enlodada,<br />
pinchando su antigua carne seca de los huesos.<br />
»Me alejé de los pantanos, volví al corazón de la ciudad vieja, y <strong>el</strong> suave apretón de la<br />
mano de Claudia me re<strong>con</strong>fortó. Ella había hecho <strong>un</strong> ramo de lo recogido en todos los muros<br />
de los jardines, y lo tenía <strong>con</strong>tra la pechera de su vestido amarillo, <strong>con</strong> su rostro enterrado<br />
en aqu<strong>el</strong> perfumado recuerdo. Entonces me dijo, <strong>con</strong> <strong>un</strong> susurro tal que tuve que agacharme<br />
para oírlo:<br />
»—Louis, estás preocupado. Tú <strong>con</strong>oces <strong>el</strong> remedio. Deja que la carne... que la carne<br />
instruya a la mente.<br />
»Me dejó la mano y la miré alejarse, dándose vu<strong>el</strong>ta <strong>un</strong>a vez para susurrarme la misma<br />
orden.<br />
»—Olvídalo. Deja que la carne instruya a la mente...<br />
»Me hizo recordar aqu<strong>el</strong> libro de poemas que yo tenía en las manos cuando <strong>el</strong>la me dijo<br />
esas palabras por primera vez, y vi <strong>el</strong> verso escrito sobre la página:<br />
Sus labios eran rojos, su aspecto era libre, sus rizos eran tan amarillos como <strong>el</strong> oro, su<br />
pi<strong>el</strong> era tan blanca como la lepra. Ella era la pesadilla, la-muerte-en-vida que espesa la<br />
sangre d<strong>el</strong> hombre <strong>con</strong> <strong>el</strong> frío.<br />
»Ella me sonrió desde <strong>un</strong>a esquina distante, <strong>un</strong>a pizca de seda amarilla visible <strong>un</strong> momento<br />
en la angosta oscuridad; luego desapareció. Mi compañera, para siempre...<br />
»Me fui entonces a la rué Domaine y pasé rápidamente ante las ventanas a oscuras. Una<br />
lámpara se extinguió muy lentamente detrás de <strong>un</strong>a gruesa pantalla de lazo, y la sombra d<strong>el</strong><br />
diseño se expandió sobre <strong>el</strong> ladrillo, se debilitó y luego terminó en la oscuridad.<br />
»Continué ad<strong>el</strong>ante, acercándome a la casa de Madame Le Clair, oyendo los violines<br />
chillones pero distantes de la sala de arriba y luego la aguda risa metálica de los invitados.<br />
Me quedé frente a la casa, en las sombras, viendo a <strong>un</strong> puñado de <strong>el</strong>los moviéndose en las<br />
habitaciones iluminadas; de ventana a ventana caminaba <strong>un</strong> huésped, <strong>con</strong> <strong>un</strong> vino en la copa<br />
pálido como <strong>el</strong> limón, y su cara miraba la l<strong>un</strong>a como si buscara algo desde <strong>un</strong>a mejor posición,<br />
y fnalmente la en<strong>con</strong>tró en la última ventana, <strong>con</strong> su mano sobre <strong>el</strong> oscuro cortinado.<br />
»D<strong>el</strong>ante había <strong>un</strong>a puerta abierta en <strong>el</strong> muro de ladrillos y <strong>un</strong>a luz caía sobre <strong>el</strong> pasillo<br />
al que daba acceso. Me moví en silencio por la calleja angosta y me en<strong>con</strong>tré <strong>con</strong> los espesos<br />
aromas de la cocina que subían por <strong>el</strong> aire más allá de la puerta. El olor, apenas<br />
nauseab<strong>un</strong>do para <strong>un</strong> <strong>vampiro</strong>, de la comida hecha. Entré. Alguien acababa de cruzar <strong>el</strong> patio<br />
y la puerta trasera. Pero entonces vi otra fgura. Estaba al lado d<strong>el</strong> fuego de la cocina: <strong>un</strong>a<br />
negra d<strong>el</strong>gada <strong>con</strong> <strong>un</strong> pañu<strong>el</strong>o brillante en la cabeza; sus facciones estaban como talladas de<br />
<strong>un</strong>a manera exquisita y brillaba a la luz como <strong>un</strong>a fgura esculpida en diorita. Revolvió la<br />
comida en la olla. Atrapé <strong>el</strong> perfume dulce de las especies y <strong>el</strong> verde frescor de la mejorana<br />
y d<strong>el</strong> laur<strong>el</strong>, y luego en <strong>un</strong>a oleada, vino <strong>el</strong> hedor horrible de la carne cocinada, la sangre y<br />
la carne descomponiéndose en los fuidos hirvientes. Me acerqué y la vi bajar su larga<br />
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