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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

valentía. Asimismo, yo sabía, y lo podía ver en la pasividad de Armand, en la manera de<br />

hablar, que él me seguiría si yo volvía, que no trataría de evitar que fuera.<br />

»Yo tenía razón. Corrí de vu<strong>el</strong>ta al pasillo y estuvo detrás de mí en <strong>un</strong> santiamén; nos<br />

dirigimos a la escalera que daba al salón. Pude oír a los demás <strong>vampiro</strong>s. Pude oír toda clase<br />

de sonidos, hasta <strong>el</strong> tránsito de París, que resonaba como <strong>un</strong>a <strong>con</strong>gregación en la bóveda<br />

superior. Y entonces, cuando llegué al r<strong>el</strong>lano de la escalera, vi a C<strong>el</strong>este en la puerta d<strong>el</strong><br />

salón. Tenía <strong>un</strong>a de las máscaras de escena en la mano. Simplemente, me <strong>con</strong>templaba. No<br />

parecía alarmada. En realidad, parecía extrañamente indiferente.<br />

»Si me hubiera atacado, si hubiera hecho sonar la alarma, yo podría haber comprendido.<br />

Pero no hizo nada. Dio <strong>un</strong> paso atrás y entró en <strong>el</strong> salón, al parecer disfrutando de los<br />

sutiles movimientos de su falda; pareció girar por <strong>el</strong> simple placer de mover la falda y,<br />

haciendo <strong>un</strong> gran círculo, llegó al centro d<strong>el</strong> salón. Se llevó la máscara a la cara y dijo en voz<br />

baja detrás de la calavera pintada:<br />

»—Lestat..., es tu amigo Louis que te llama. Mira bien, Lestat.<br />

»Dejó caer la máscara y se oyeron <strong>un</strong>as carcajadas. Vi entonces que todos estaban en <strong>el</strong><br />

salón, en las sombras, sentados aquí y allí, j<strong>un</strong>tos. Lestat, en <strong>un</strong> sillón, estaba sentado <strong>con</strong> los<br />

hombros encogidos y su rostro miraba en dirección opuesta a la mía. Parecía que tenía algo<br />

en las manos, algo que no pude ver; lentamente, levantó la vista y sus rizos rubios le cayeron<br />

en la cara. Sus ojos demostraban miedo. Era innegable. Miró a Armand. Este se movió por <strong>el</strong><br />

salón <strong>con</strong> pasos lentos y seguros y todos los <strong>vampiro</strong>s se alejaron de él, vigilantes.<br />

»—Bonsoir, monsieur —le dijo C<strong>el</strong>este, <strong>con</strong> la máscara d<strong>el</strong>ante, como <strong>un</strong> espectro. El no le<br />

prestó atención. Miró a Lestat.<br />

»—¿Estás satisfecho? —le preg<strong>un</strong>tó.<br />

»Los ojos grises de Lestat miraron a Armand <strong>con</strong> sorpresa y sus labios trataron de formar<br />

<strong>un</strong>a palabra. Pude ver que se le llenaban los ojos de lágrimas.<br />

»—Sí... —murmuró, mientras su mano luchaba <strong>con</strong> <strong>el</strong> objeto que trataba de es<strong>con</strong>der<br />

debajo de su abrigo negro; pero entonces me miró y las lágrimas le rodaron por <strong>el</strong> rostro—.<br />

Louis —dijo <strong>con</strong> la voz prof<strong>un</strong>da y rica, en lo que pareció ser <strong>un</strong>a batalla insoportable—, por<br />

favor, debes escucharme. Tienes que volver... —y entonces, agachando la cabeza, hizo <strong>un</strong>a<br />

mueca de vergüenza.<br />

»Santiago se reía en alg<strong>un</strong>a parte. Armand le dijo en voz baja a Lestat que se debía ir,<br />

dejar París; que era <strong>un</strong> paria.<br />

»Y Lestat quedó sentado <strong>con</strong> los ojos cerrados, la cara transfgurada de dolor. Parecía <strong>el</strong><br />

doble de Lestat, alguien herido, <strong>un</strong>a criatura debilitada que yo jamás había <strong>con</strong>ocido.<br />

»—Por favor —dijo, y su voz era <strong>el</strong>ocuente y amable cuando me imploraba—. ¡No puedo<br />

hablar <strong>con</strong>tigo aquí! No te puedo hacer comprender. Vendrás <strong>con</strong>migo... por <strong>un</strong> tiempo nada<br />

más... ¿hasta que yo me recupere?<br />

»—Esto es <strong>un</strong>a locura... —dije, y de repente me subí las manos a las sienes—. ¿Dónde está<br />

<strong>el</strong>la? —Miré sus rostros quietos, pasivos; esas sonrisas inescrutables—. Lestat... —le hice dar<br />

media vu<strong>el</strong>ta, tomándolo de la lana negra de sus solapas.<br />

»Y entonces vi <strong>el</strong> objeto en sus manos. Supe de qué se trataba. En <strong>un</strong> instante se lo<br />

arranqué de las manos y me quedé mirándolo. Era <strong>un</strong>a cosa frágil de seda, era... <strong>el</strong> vestido<br />

amarillo de Claudia. Se llevó <strong>un</strong>a mano a los labios y desvió la cabeza. Se le escaparon <strong>un</strong>os<br />

sollozos reprimidos, suaves, cuando tomó asiento mientras lo miraba, mientras miraba <strong>el</strong><br />

vestido. Moví lentamente los dedos por encima de las lágrimas, vi las manchas de sangre y<br />

mis manos se cerraron temblorosas cuando lo aplasté <strong>con</strong>tra mi pecho.<br />

»Durante largo rato simplemente me quedé inmóvil; <strong>el</strong> tiempo no <strong>con</strong>taba para mí ni para<br />

esos <strong>vampiro</strong>s movedizos, <strong>con</strong> <strong>un</strong>a risa suave y etérea que me llenaba los oídos. Recuerdo<br />

haber pensado que quería taparme los oídos <strong>con</strong> las manos, pero no dejé escapar <strong>el</strong> vestido,<br />

no pude dejar de tratar de hacerlo tan pequeño hasta que quedó es<strong>con</strong>dido en mis manos.<br />

Recuerdo que ardía <strong>un</strong>a hilera de cand<strong>el</strong>abros, <strong>un</strong>a hilera despareja <strong>con</strong>tra la pared pintada.<br />

Una puerta estaba abierta a la lluvia y todas las v<strong>el</strong>as trepidaban y se movían en <strong>el</strong> viento,<br />

como si las llamas fueran levantadas de su cabo. Pero se aferraban a la cera y seguían<br />

ardiendo. Supe que Claudia estaba tras aqu<strong>el</strong>la puerta. Las v<strong>el</strong>as se movieron. Los <strong>vampiro</strong>s<br />

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