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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

»—Ah..., <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro... ¡Esos animales! —murmuró. Y echó <strong>un</strong>a mirada a la puerta. Luego tomó<br />

otro trago de su frasco y lo tapó—. Pues bien, no se trataba de <strong>un</strong>a procesión. Me di cuenta<br />

de inmediato —dijo—. La gente no me habló ni cuando me acerqué. Usted sabe cómo son, pero<br />

no se negaron a que yo mirara. La verdad es que podía haberme ido de allí. Pero no me<br />

creerá cuando le cuente lo que vi, a<strong>un</strong>que debe creerme, porque, si no lo hace, entonces<br />

estoy loco. Lo sé.<br />

»—Le creo, <strong>con</strong>tinúe —dije.<br />

»—Pues mire, <strong>el</strong> cementerio estaba lleno de nuevas tumbas; me percaté de <strong>el</strong>lo al<br />

momento; alg<strong>un</strong>as de <strong>el</strong>las tenían nuevas cruces de madera y otras no eran más que<br />

montones de tierra <strong>con</strong> fores aún <strong>con</strong> vida; y allí los campesinos tenían fores en las manos,<br />

<strong>un</strong>os pocos de <strong>el</strong>los, como si tuvieran la intención de arreglar esas tumbas; pero todos <strong>el</strong>los<br />

seguían de pie e inmóviles, <strong>con</strong> los ojos fjos en dos hombres que tenían a <strong>un</strong> caballo blanco<br />

de la rienda. ¡Y qué animal! Cabriolaba y se alzaba o se apartaba como si no quisiera formar<br />

parte d<strong>el</strong> grupo; era hermoso, <strong>un</strong> animal espléndido, <strong>un</strong> potro completamente blanco. Pero, en<br />

<strong>un</strong> momento —y no le podría decir cómo se pusieron de acuerdo, porque nadie dijo <strong>un</strong>a<br />

palabra—, <strong>un</strong> hombre, <strong>el</strong> jefe, según creo, le dio al caballo <strong>un</strong> golpe tremendo <strong>con</strong> <strong>el</strong> mango<br />

de su pala y <strong>el</strong> animal salió disparado a la colina, enardecido. Se puede imaginar que pensé<br />

que ésa sería la última vez que veríamos al animal. Pero estaba equivocado. En <strong>un</strong> momento<br />

aminoró <strong>el</strong> galope, se dio vu<strong>el</strong>ta y volvió lentamente a las nuevas tumbas. Y toda la gente se<br />

quedó allí mirándolo. Nadie hizo <strong>el</strong> menor ruido. Volvió trotando sobre las nuevas tumbas,<br />

encima de las fores y nadie se movió para hacerse <strong>con</strong> las riendas. Y entonces, súbitamente,<br />

se detuvo ante <strong>un</strong>a de las tumbas.<br />

»Se limpió los ojos, pero ya casi se le habían ido las lágrimas. Parecía fascinado <strong>con</strong> su<br />

historia. Yo también.<br />

»—Y esto es lo que sucedió —<strong>con</strong>tinuó diciendo—: El animal se quedó allí. Y, de repente, la<br />

multitud pegó <strong>un</strong> alarido. No, no fue <strong>un</strong> alarido; fue como si todos suspirasen y gimiesen. Y<br />

todo quedó en silencio. El caballo permanecía allí moviendo la cabeza. Por último, ese tipo<br />

que parecía ser <strong>el</strong> jefe se ad<strong>el</strong>antó y pegó <strong>un</strong> grito a varios de los otros; y <strong>un</strong>a de las<br />

mujeres gritó y se arrojó a la tumba casi bajo las patas d<strong>el</strong> caballo. Entonces me acerqué lo<br />

más posible. Pude ver la lápida <strong>con</strong> <strong>el</strong> nombre de la dif<strong>un</strong>ta; era <strong>un</strong>a mujer joven, fallecida<br />

sólo <strong>un</strong>os seis meses antes, según las fechas allí mismo marcadas. Y allí estaba esa mujer<br />

miserable de rodillas en la tierra, abrazada ahora a la piedra como si quisiera arrancarla de<br />

la tierra. Los hombres intentaban levantarla y separarla. Entonces quise darme vu<strong>el</strong>ta, pero<br />

no pude hacerlo, no hasta terminar de ver aqu<strong>el</strong>lo y averiguar qué pensaban hacer. Y, por<br />

supuesto, Emily estaba bastante a salvo y ni <strong>un</strong>a sola de esas personas nos prestó la más<br />

mínima atención. Dos de <strong>el</strong>los fnalmente <strong>con</strong>siguieron levantar a la mujer. Entonces vinieron<br />

los otros <strong>con</strong> las palas y empezaron a cavar en la tumba. Muy pronto <strong>un</strong>o de <strong>el</strong>los hizo <strong>un</strong><br />

pozo, y todos estaban en tal silencio que sólo se podía oír <strong>el</strong> ruido de la pala cavando<br />

mientras se iba formando <strong>un</strong>a pila de tierra. No le puedo decir lo que parecía. Estaba <strong>el</strong> sol<br />

justo encima y no había <strong>un</strong>a nube en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, y todos <strong>el</strong>los seguían de pie alrededor, asidos<br />

ahora <strong>el</strong> <strong>un</strong>o al otro, incluso aqu<strong>el</strong>la mujer patética...<br />

»Se detuvo entonces en su r<strong>el</strong>ato, porque sus ojos se habían fjado en Emily. Me quedé<br />

sentado, pensando. Pude oír <strong>el</strong> whisky cuando volvió a levantar <strong>el</strong> frasco, y me alegré de que<br />

le quedara lo sufciente como para aliviar su dolor.<br />

»—Podría haber sido la medianoche en vez d<strong>el</strong> mediodía en esa colina —dijo, mirándome<br />

nuevamente y <strong>con</strong> la voz muy baja—: Así es como me sentía. Y luego oí a ese hombre en la<br />

fosa. ¡Estaba rompiendo <strong>el</strong> ataúd <strong>con</strong> su pala! ¡Y de repente dejó escapar <strong>un</strong> grito horrendo!<br />

Arrojó fuera las maderas rotas. Las arrojaba a diestra y siniestra. Los otros se acercaron<br />

más y, de súbito, todos corrieron hacia la fosa; y luego retrocedieron, como <strong>un</strong>a ola, todos<br />

gritando, alg<strong>un</strong>os dándose vu<strong>el</strong>ta y queriendo escapar. Y la pobre mujer... Estaba fuera de sí,<br />

trataba de liberarse de esos hombres que la agarraban. No pude hacer otra cosa que<br />

acercarme. Supongo que nada hubiera podido mantenerme alejado. Y le digo que es la<br />

primera vez que hago algo por <strong>el</strong> estilo y, si Dios me ayuda, será la última. Usted debe<br />

creerme, ¡debe hacerlo! Porque allí, en ese ataúd, <strong>con</strong> ese hombre de pie sobre las maderas<br />

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