09.05.2013 Views

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Maris_Glz<br />

en <strong>el</strong> patio; se había muerto como quien se duerme. Pero ahora yo <strong>con</strong>templaba <strong>un</strong>a muerte<br />

natural que era demasiado lenta, <strong>con</strong> dolores, y la cabeza clara. Y siempre me había gustado<br />

<strong>el</strong> anciano; era bueno y simple, y tenía muy pocas exigencias. De día, se sentaba en la galería<br />

dormitando y oyendo los pájaros; por las noches, cualquier charla nuestra le hacía compañía.<br />

Podía jugar al ajedrez, sintiendo meticulosamente cada pieza y recordando toda la situación<br />

en <strong>el</strong> tablero <strong>con</strong> <strong>un</strong>a precisión admirable; y a<strong>un</strong>que Lestat n<strong>un</strong>ca jugaba <strong>con</strong> él, yo lo hacía a<br />

menudo. Ahora estaba echado, tratando de respirar, <strong>con</strong> la frente ardiendo y la almohada<br />

húmeda de sudor. Y, mientras gemía y pedía que le llegara la muerte, Lestat, en <strong>el</strong> otro<br />

cuarto, empezó a tocar <strong>el</strong> clavicordio. Le cerré la tapa de golpe y casi le atrapo los dedos.<br />

»—¡No tocarás mientras se muere tu padre!<br />

»—¡Al diablo que no! —me replicó—. ¡Tocaré <strong>el</strong> tambor, si quiero!<br />

»Y cogiendo <strong>un</strong>a gran bandeja de plata de <strong>un</strong>a mesa, la empezó a golpear <strong>con</strong> <strong>un</strong>a<br />

cuchara.<br />

»Le dije que se detuviera y que lo obligaría a dejar de hacerlo. Y entonces los dos dejamos<br />

de hacer ruido, porque <strong>el</strong> anciano lo llamaba por su nombre. Decía que debía hablar <strong>con</strong><br />

Lestat antes de morir. Le dije a Lestat que lo fuera a ver. El sonido de su llanto era terrible.<br />

»—¿Por qué debo ir? Me he ocupado de él todos estos años. ¿No es eso sufciente?<br />

»Y sacó d<strong>el</strong> bolsillo <strong>un</strong> cortaplumas y se empezó a limpiar las largas uñas.<br />

»Mientras tanto, te debo decir que yo era <strong>con</strong>sciente de la presencia de los esclavos en la<br />

casa. Estaban vigilando y escuchando. Yo esperaba que <strong>el</strong> viejo muriera a los pocos minutos.<br />

En <strong>un</strong>a o dos oport<strong>un</strong>idades anteriores, varios esclavos habían tenido sospechas o dudas, pero<br />

n<strong>un</strong>ca de esa manera. De inmediato llamé a Dani<strong>el</strong>, <strong>el</strong> esclavo a quien le había dado <strong>el</strong> cargo<br />

y la posición de superintendente. Pero mientras lo esperaba, pude oír al anciano hablándole a<br />

Lestat; éste estaba sentado <strong>con</strong> las piernas cruzadas, limpiándose las uñas, <strong>con</strong> las cejas<br />

arqueadas y <strong>con</strong>centrado en lo que estaba haciendo.<br />

»—Fue la escu<strong>el</strong>a —decía <strong>el</strong> anciano—. Oh, yo sé que tú te acuerdas... ¿Qué te puedo<br />

decir...? —gimió.<br />

»—Mejor será que lo digas —dijo Lestat—, porque estás al borde de la muerte.<br />

»El anciano dejó escapar <strong>un</strong> ruido terrible, y sospecho que yo también emití <strong>un</strong> sonido.<br />

Realmente, yo detestaba a Lestat. En ese momento pensé en hacerlo salir de la habitación.<br />

»—Pues tú lo sabes, ¿no es así? Hasta <strong>un</strong> tonto como tú lo sabe —dijo Lestat.<br />

»—Jamás me perdonarás, ¿verdad? No ahora, ni siquiera después de muerto —dijo <strong>el</strong><br />

anciano.<br />

»—¡No sé de qué estás hablando! —protestó Lestat.<br />

»A mí se me estaba terminando la paciencia y <strong>el</strong> anciano se agitaba cada vez más. Le<br />

rogaba a Lestat que le escuchara. El as<strong>un</strong>to me hizo temblar. En <strong>el</strong> ínterin, Dani<strong>el</strong> había<br />

venido y en <strong>el</strong> instante en que lo vi supe que estaba irremisiblemente perdido en Pointe du<br />

Lac. De haber prestado más atención, hubiera percibido señales de <strong>el</strong>lo mucho antes. Me miró<br />

<strong>con</strong> ojos de vidrio. Yo era <strong>un</strong> monstruo para él.<br />

»—El padre de monsieur Lestat está muy enfermo. Morib<strong>un</strong>do —dije, ignorando su<br />

expresión—. No quiero que haya ruidos esta noche; los esclavos deben permanecer en sus<br />

cabañas. Está por llegar <strong>un</strong> médico.<br />

»Me miró como si yo estuviera mintiendo. Y entonces sus ojos se alejaron de mí, curiosa y<br />

fríamente, y se dirigieron a la puerta d<strong>el</strong> anciano. Su rostro sufrió tal cambio que me puse<br />

de pie de inmediato y yo también miré. Era Lestat, al pie de la cama, limpiándose<br />

furiosamente las uñas y sonriendo de tal manera que sus dos grandes colmillos se le veían<br />

perfectamente.<br />

El <strong>vampiro</strong> se detuvo y se le movían los dos hombros <strong>con</strong> <strong>un</strong>a risa silenciosa. Miraba al<br />

muchacho, y éste parecía cohibido ante la mesa. Pero ya había mirado fjamente la boca d<strong>el</strong><br />

<strong>vampiro</strong>. Había visto que sus labios tenían <strong>un</strong>a textura diferente a la de su pi<strong>el</strong>, que eran<br />

sedosos y d<strong>el</strong>icadamente d<strong>el</strong>ineados, como los de cualquier persona, pero mortíferamente<br />

blancos; y había vislumbrado los blancos dientes. Pero <strong>el</strong> <strong>vampiro</strong> tenía <strong>un</strong> modo de sonreír tan<br />

cuidadoso que jamás los exponía completamente; y <strong>el</strong> chico ni había pensado en los colmillos<br />

hasta ese momento.<br />

28

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!