DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Maris_Glz<br />
»—¿Qué estás haciendo? —le preg<strong>un</strong>té cuando llegué a la puerta. La chica miraba<br />
alrededor como <strong>un</strong>a niña aterrorizada.<br />
»—No... —gemía. Y entonces, cuando él cerró la tapa, pegó <strong>un</strong> grito. Continuó gritando<br />
dentro d<strong>el</strong> ataúd.<br />
»—¿Por qué haces eso, Lestat? —preg<strong>un</strong>té.<br />
»—Me gusta hacerlo —dijo—. Disfruto. No digo que a ti te tiene que gustar. Cuida tus<br />
gustos de esteta y de amante de cosas superiores. Mátalos v<strong>el</strong>ozmente si quieres, ¡pero<br />
hazlo! ¡Aprende que eres <strong>un</strong> asesino! ¡Ah!<br />
»Levantó las manos, disgustado. La chica había dejado de gritar. Él puso <strong>un</strong>a pequeña silla<br />
de patas curvas al lado d<strong>el</strong> ataúd y, cruzando las piernas, <strong>con</strong>templó la tapa d<strong>el</strong> cajón. El<br />
suyo era <strong>un</strong> ataúd barnizado de negro, no <strong>un</strong> simple cajón rectangular como los de ahora, sino<br />
<strong>con</strong> manijas en ambas p<strong>un</strong>tas y más ancho donde <strong>el</strong> cuerpo iba <strong>con</strong> las manos cruzadas sobre<br />
<strong>el</strong> pecho. Sugería la forma humana. Lo abrió y la chica se sentó, atónita, <strong>con</strong> los ojos fuera<br />
de las órbitas y sus labios azules y temblorosos.<br />
»—Acuéstate, amor —y la empujó; <strong>el</strong>la quedó echada, al borde de la histeria, y se movió<br />
desesperada en <strong>el</strong> ataúd como <strong>un</strong> pez, como si su cuerpo pudiera escaparse por los costados,<br />
por <strong>el</strong> fondo.<br />
»—¡Es <strong>un</strong> ataúd, <strong>un</strong> ataúd! —gritó—. ¡Dejadme salir!<br />
»—Pero, <strong>con</strong> <strong>el</strong> tiempo, todos debemos acabar en ataúdes —le dijo él—. Quédate quieta,<br />
amor. Este es tu ataúd. La mayoría de nosotros jamás llegamos a saber cómo es. Y tú lo<br />
sabes.<br />
»Yo no podía saber si la chica lo escuchaba o si estaba perdiendo la razón. Pero <strong>el</strong>la me<br />
vio en la puerta y se quedó quieta y miró a Lestat y luego a mí.<br />
»—¡Ayúdeme! —me dijo.<br />
»Lestat me miró.<br />
»—Esperaba que sintieras estas cosas instintivamente como yo —dijo—. Cuando te entregué<br />
tu primera víctima, pensé que tendrías ganas de <strong>un</strong>a seg<strong>un</strong>da y luego de más; que irías tras<br />
las vidas humanas como detrás de <strong>un</strong>a copa llena, d<strong>el</strong> mismo modo que yo. Pero no lo hiciste.<br />
Y supongo que todo este tiempo no te corregí porque débil me <strong>con</strong>venías más. Te observaba<br />
acechando en la noche, mirando caer la lluvia. Fácil de manejar, pues eres <strong>un</strong> débil, Louis.<br />
Eres <strong>un</strong> blanco fácil. Tanto para los <strong>vampiro</strong>s como para los seres humanos. Lo que sucedió <strong>con</strong><br />
Babette nos hizo p<strong>el</strong>igrar a los dos. Es como si quisieras que nos destruyesen.<br />
»—No puedo soportar lo que estás diciendo —dije, dándole la espalda. Los ojos de la<br />
muchacha se me clavaban en la carne. Ella seguía echada, mirándome todo <strong>el</strong> tiempo<br />
mientras hablábamos.<br />
»—¡Tú no puedes soportarlo! —dijo él—. Anoche te vi <strong>con</strong> esa niña. ¡Tú eres tan <strong>vampiro</strong><br />
como yo!<br />
»Se puso de pie y se encaminó hacia mí, pero la chica se levantó y él se dio media vu<strong>el</strong>ta<br />
para empujarla nuevamente.<br />
»—¿Piensas que tendríamos que <strong>con</strong>vertirla en <strong>vampiro</strong>? ¿Compartir nuestras vidas <strong>con</strong><br />
<strong>el</strong>la? —preg<strong>un</strong>tó.<br />
»Al instante, <strong>con</strong>testé:<br />
»—No.<br />
»—¿Por qué? ¿Porque no es más que <strong>un</strong>a puta? —preg<strong>un</strong>tó él—. Y <strong>un</strong>a puta realmente cara<br />
—aseguró.<br />
»—¿Puede vivir? ¿O ha perdido demasiado? —le preg<strong>un</strong>té.<br />
»—¡Emocionante! —dijo—. No puede vivir.<br />
»—Entonces, mátala.<br />
»Ella empezó a gritar. Él se quedó sentado. Yo me di la vu<strong>el</strong>ta. Lestat sonreía, y la<br />
muchacha, apoyando la cabeza <strong>con</strong>tra la seda d<strong>el</strong> ataúd, comenzó a sollozar. Su razón la<br />
había abandonado casi por completo; lloraba y rezaba a la Virgen para que la salvara, ahora<br />
<strong>con</strong> las manos sobre la cara, ahora sobre la cabeza, <strong>con</strong> su muñeca derramando sangre sobre<br />
<strong>el</strong> p<strong>el</strong>o y la seda. Me agaché sobre <strong>el</strong> ataúd. Estaba muriendo, era verdad; sus ojos le ardían,<br />
pero la pi<strong>el</strong> de alrededor ya estaba azulada. De pronto sonrió:<br />
45