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DESCARGAR entrevista con el vampiro - Soy un yonki

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Maris_Glz<br />

rostro extraño, más ancho y no tan d<strong>el</strong>gado como <strong>el</strong> anterior; sólo <strong>un</strong>o de sus grandes ojos<br />

negros era visible, y me miraba fjamente. Un susurro salió de sus labios, a<strong>un</strong>que en ningún<br />

momento parecieron moverse.<br />

»—¿Está usted bien?<br />

»Yo estaba más que bien. De pie, listo para <strong>el</strong> ataque. Pero la fgura siguió agachada, como<br />

si fuera parte d<strong>el</strong> muro. Pude ver la mano blanca hurgando en lo que pareció ser <strong>un</strong> bolsillo<br />

de abrigo. Apareció <strong>un</strong>a tarjeta blanca como los dedos que me la ofrecieron. No me moví para<br />

aceptarla.<br />

»—Venga a vernos mañana por la noche —me dijo <strong>con</strong> <strong>el</strong> mismo susurro la cara pulida e<br />

inexpresiva que aún mostraba sólo <strong>un</strong> ojo a la luz—. No le haré daño. Tampoco lo hará <strong>el</strong> otro.<br />

No se lo permitiré.<br />

»Y su mano hizo aqu<strong>el</strong>lo que los <strong>vampiro</strong>s pueden hacer; es decir, dejó su cuerpo en la<br />

oscuridad para depositar la tarjeta en mis manos y la escritura púrpura brilló de inmediato a<br />

la luz. Y la fgura, subiendo por <strong>el</strong> muro como <strong>un</strong> gato, desapareció rápidamente entre las<br />

buhardillas.<br />

»Entonces supe que me en<strong>con</strong>traba defnitivamente a solas; pude sentirlo. Los latidos de mi<br />

corazón parecieron llenar la calleja desierta cuando me puse, bajo <strong>el</strong> farol, a leer la tarjeta.<br />

Conocía la dirección, porque había ido a los teatros de esa calle. Pero <strong>el</strong> nombre era<br />

sorprendente: "Théàtre des Vampires", y la hora de la cita era a las nueve de la noche.<br />

»Di la vu<strong>el</strong>ta a la tarjeta y allí descubrí que habían escrito <strong>un</strong>a nota: "Traiga a su<br />

pequeña b<strong>el</strong>leza <strong>con</strong>sigo. Serán bienvenidos. Armand".<br />

»No había dudas de que la fgura que me la había entregado era quien había escrito <strong>el</strong><br />

mensaje. Tenía muy poco tiempo para regresar al hot<strong>el</strong> y <strong>con</strong>tarle a Claudia lo que había<br />

sucedido. Corrí a toda v<strong>el</strong>ocidad y la gente que pasé en las avenidas no vio la sombra que<br />

pasaba rozándoles.<br />

»Al Théàtre des Vampires sólo se asistía por invitación, y a la noche siguiente <strong>el</strong> portero<br />

examinó la mía <strong>un</strong> momento mientras la lluvia caía suavemente a nuestro alrededor: sobre <strong>el</strong><br />

hombre y la mujer d<strong>el</strong>ante de la taquilla cerrada; sobre los cart<strong>el</strong>es arrugados de <strong>vampiro</strong>s<br />

baratos <strong>con</strong> los brazos extendidos y las capas parecidas a alas de murciélagos, listos para<br />

caer sobre los hombros desnudos de <strong>un</strong>a víctima mortal; sobre las parejas que nos pasaban<br />

en <strong>el</strong> recibidor, donde <strong>con</strong> toda facilidad pude percibir que <strong>el</strong> público era enteramente<br />

humano; no había <strong>vampiro</strong>s en su seno, ni siquiera <strong>el</strong> muchacho que nos admitió por último en<br />

la muchedumbre llena de <strong>con</strong>versaciones y lana húmeda y dedos enguantados de damas que<br />

tocaban sus sombreros y sus rizos mojados. Me fui a las sombras <strong>con</strong> <strong>un</strong>a excitación<br />

frenética. Nos habíamos alimentado más pronto para que en la calle <strong>con</strong>currida d<strong>el</strong> teatro<br />

nuestra pi<strong>el</strong> no resultara tan blanca ni nuestros ojos demasiado brillantes. Y <strong>el</strong> sabor de la<br />

sangre que no había saboreado me había dejado intranquilo; pero no tenía tiempo para<br />

preocuparme de <strong>el</strong>lo. Esta no era <strong>un</strong>a noche para matar. Ésta sería <strong>un</strong>a noche de rev<strong>el</strong>aciones,<br />

no importa cómo terminara. Estaba seguro de <strong>el</strong>lo.<br />

»Y allí estábamos <strong>con</strong> todo ese gentío de mortales; las puertas d<strong>el</strong> auditorio se abrieron y<br />

<strong>un</strong> joven se nos acercó y señaló las escaleras por encima de los hombros de la gente.<br />

Teníamos <strong>un</strong> palco, <strong>un</strong>o de los mejores, y si la sangre no había oscurecido por completo mi<br />

pi<strong>el</strong> ni había <strong>con</strong>vertido a Claudia en <strong>un</strong>a niña humana, este ujier no pareció percatarse de<br />

<strong>el</strong>lo o no le importó. De hecho, sonrió <strong>con</strong> mucha amabilidad cuando abrió las cortinas que<br />

daban a las dos sillas d<strong>el</strong>ante de la barandilla de metal.<br />

»—¿Crees que tienen esclavos humanos? —me preg<strong>un</strong>tó Claudia.<br />

»—Lestat n<strong>un</strong>ca <strong>con</strong>fó en los esclavos humanos —le <strong>con</strong>testé. Observé que se llenaban los<br />

asientos; <strong>con</strong>templé los sombreros maravillosamente foreados que navegaban ahí debajo, por<br />

las flas de butacas de seda. Los hombros blancos brillaban en la amplia curva de los palcos,<br />

alejándose de nosotros; los diamantes cent<strong>el</strong>leaban a la luz de las lámparas.<br />

»—Recuerda: sé astuto esta vez —me susurró Claudia <strong>con</strong> su rubia cabeza gacha—. Eres<br />

demasiado caballeroso.<br />

»Se apagaban las luces, primero en los palcos y luego a lo largo de las paredes de la<br />

planta baja. Un grupo de músicos se habían colocado ya frente al escenario. Y al pie d<strong>el</strong> largo<br />

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